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Mathieu Jaton, director del festival, junto a Quincy Jones y Al Jarreau el 8 de julio © 2016 FFJM - Lionel Flusin

Aniversario

Un patrimonio musical con alma de hogar

El Montreux Jazz Festival, que celebra medio siglo, nació gracias a la visión de un amante del blues y del jazz: Claude Nobs. Convertido en una marca de calidad, el evento es un peregrinaje obligado para muchos artistas . Reportaje.

Natalia Ruiz Giraldo
15 de julio de 2016

Por los pasillos del festival un nombre flota en el aire como un murmullo: “Claude”. Su rostro sonriente, enmarcado por su pelo blanco y gafas está en las fotos y videos que adornan los muros del Centro de convenciones, sobre la avenida que lleva su nombre. Quizás usted ha cantado este verso de Smoke in the water: ‘Funky Claude was running in and out /Pulling kids out the ground’, sin saber de quién se trata. Deep Purple compuso el tema luego de que el grupo presenciara un incendio en el casino de Montreux, durante el concierto de Frank Zappa en 1971.

Ese Claude es Claude Nobs, nacido en Montreux en 1936. Empleado de la oficina de turismo, fundó el festival en 1967 con el fin de poner a su ciudad en el mapa. Decidido y firme, fue hasta Nueva York a tocar en la puerta de los hermanos Nesuhi y Ahmet Ertegun, directores de Atlantic Records. No los conocía, pero logró que lo recibieran y los convenció de traer a sus artistas. Desde entonces llovieron los invitados de lujo: Nina Simone, Ray Charles, Carlos Santana, Prince…

La visión de Nobs va más allá de un simple festival. Desde el comienzo los conciertos fueron grabados en audio y video con la última tecnología disponible. Primero en SD y desde 1991 en HD, año en que quedó registrado el último concierto de Miles Davis y que Quincy Jones dirigió. Los archivos del festival, 13.000 horas de grabación audiovisual y 6.000 de audio, fueron inscritos por la Unesco en el Registro de la Memoria del Mundo en 2013. Este patrimonio podrá consultarse libremente en Lausana desde noviembre en el Montreux Jazz Café de la l’APFL (Escuela Politécnica Federal de Lausana), encargada de la digitalización del material.

Mathieu Jaton tomó las riendas del festival luego de la muerte de Claude Nobs en 2013. Lo más difícil para él ha sido la ausencia de quien era como su padre. De él aprendió a tener confianza en sí mismo, a persistir y a tener clara la visión del proyecto, sin dejar de preguntarse: ¿Cómo se puede mejorar?



El éxito del festival radica en las prioridades: “primero pensamos en qué queremos hacer. Si desde el comienzo nos preocupamos por el dinero, esto no funciona”, afirma Jaton. Una tajada importante de los 30 millones de francos suizos de presupuesto se la lleva el sonido. La temperatura de los tres auditorios -Stravinski, Montreux Jazz Lab y Montreux Jazz Club- es monitoreada constantemente durante los conciertos. “El sonido es una experiencia sensorial que procura bienestar y para optimizarla, tenemos que brindarle las mejores condiciones al público”, agrega el director.

El respeto por el legado es el leitmotiv. Una de las virtudes del festival es el trato que reciben los artistas. Claude amaba ser el anfitrión, por eso los invitaba y les cocinaba en su chalet llamado Le Picotin, que goza de una imponente vista sobre el lago Lemán. El paso por su casa es una tradición que se mantiene hoy, en donde no sólo reposan los archivos físicos del festival, sino que es una auténtica caverna de Alí Babá. En el sótano, el piano de Freddie Mercury; en la sala, un par de zapatos de Bowie, quien solía hacerle el té a Claude, y una discoteca de elepés que cualquiera envidiaría. 

“Aquí no hablamos de estrellas, sino de seres humanos”, cuenta Jaquelyne Ledent-Vilain, encargada de recibir a los invitados y otrora jefe de promoción de Warner en Londres. Por más de 20 años ha estado vinculada al festival por la gran amistad que la unía a Claude. “Soy como una hermana mayor, a veces como una mamá para los artistas más jóvenes. Estoy para escucharlos porque hay varias personalidades, mucha fragilidad. Ensaye irse de gira por dos meses y si regresa ileso, you got it”, sentencia, con acogedora voz ronca y la certeza que da la experiencia.  

Esta edición se desarrolla sin tropiezos. Mathieu Jaton, siempre sonriente, se mantiene sereno sin dejar de ser exigente. Cada noche presenta a los artistas con el mismo entusiasmo con el que su mentor solía hacerlo. Supervisa cada detalle, pues “las pequeñas correcciones hacen la diferencia”, agrega. Para los próximos 50 años espera seguir innovando y traer, por ejemplo, a U2 o a los Red Hot Chili Peppers, quienes aún no han pisado el mítico auditorio Stravinski.