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'La batalla de Boyacá' de Martín Tovar y Tovar. Foto: WikiCommons

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La historia de un país polarizado

Por: Santiago Serna Duque

Tras la derrota del Sí en el plebiscito, el país parece más polarizado que nunca. Hay incertidumbre, mensajes demagógicos y una sensación de no futuro. Hablamos con el profesor de historia de la Universidad de los Andes José Ricardo Arias para intentar entender el pasado -y el presente- de una nación marcada desde su nacimiento por la confrontación entre bandos.

¿Por qué somos un país polarizado?

La polarización se refiere a dos posiciones muy similares que no están de acuerdo en el paso que han de adoptar para pactar. Por ejemplo, la conclusión del proceso de paz. El término también debe entenderse como dos proyectos o puntos de vista incompatibles, contradictorios, excluyentes, regidos por declaraciones y actos que no concuerdan. Hoy esta división en Colombia no es tan fuerte y radical como se vivió tiempo atrás. En este caso, el No y el Sí no están lejos el uno del otro.

¿Recuerda algún momento de la historia con tanta incertidumbre y polarización?

Yo sé que hay una incertidumbre muy grande, pero no creo que sea tan catastrófico. Hay varios escenarios pesimistas, pero afortunadamente la misma guerrilla ha salido a decir que por ahora el conflicto no va a proseguir. Habría otro escenario desde el Sí más optimista que dice ‘bueno, no ganó el Sí, pero la oposición está dispuesta a negociar y el gobierno va a ser incluyente, además la guerrilla por su parte, aparentemente, está dispuesta a continuar con el diálogo’. No pensaría que este momento es el ‘no futuro’. A finales de los años ochenta, en la guerra contra el narcotráfico, uno veía una verdadera situación sin salida. No creo que hoy el país se preste para esas lecturas.

En el siglo XIX hubo momentos de polarización en los que realmente existieron dos bandos enfrentados defendiendo cada uno proyectos incompatibles. Ocurrió cuando liberales y conservadores llevaron estas ideas al escenario militar y se tradujeron en fuertes guerras civiles en torno al federalismo, al centralismo, al papel de la iglesia dentro de la sociedad y a los derechos del individuo. Ahí sí hubo una fuerte contradicción entre dos proyectos.

Después, a finales de la Guerra de los Mil Días hubo un largo proceso de entendimiento entre liberales y conservadores. Ya en el gobierno de Carlos Eugenio Restrepo (1910-1914), y durante varias décadas siguientes, imperó cierta calma entre los partidos, o por lo menos las diferencias no se saldaban a través de las armas.

La sociedad vuelve a una fuerte polarización en los años treinta cuando llegan los liberales al poder, quienes aplicaron algunas reformas nada radicales en torno a la educación, la familia, la religión, la tierra y los derechos de la mujer. Lo que hoy estamos viviendo no es nada comparado con lo ocurrido en esos tiempos. Para los conservadores, las palabras de Alfonso López Pumarejo (liberal) en aquellos días eran invitaciones permanentes a la muerte.

Si países como Kenia, Irlanda del norte o Sudáfrica pudieron reconciliarse, ¿por qué al pueblo colombiano, históricamente, le cuesta tanto?

Yo creo que aquí si ha habido varios momentos de reconciliación. Como todos sabemos, varios movimientos guerrilleros se han reinsertado exitosamente, como el MAQL y el M-19. Ya solo quedan las FARC y el ELN. Esos países que usted me nombra también pasaron por todo tipo de dificultades y lograron ciertos acuerdos que han permitido alguna estabilidad, pero no se puede creer que allí viven en una especie de paraíso, y que los problemas que los aquejan desaparecieron gracias a los acuerdos logrados.

Aquí efectivamente en los los años ochenta se intentaron lograr acuerdos que permitan la superación del conflicto armado, pero la aparición del narcotráfico les proporcionó a las guerrillas unas fuentes inmensas de apoyo económico. La desaparición de la Unión Soviética fue un hecho anecdótico para las FARC, porque ellos no dependían de su apoyo ideológico y material.

¿Por qué la retórica de Álvaro Uribe es tan efectiva y cala hondamente en los colombianos, mucho más que los mismos medios?

Es un fenómeno muy complejo que está por estudiarse y dará de qué hablar. Yo creo que más de un analista político se ha visto sorprendido porque los medios nos daban a entender que el No iba a ser fácilmente derrotado, encarnado por la figura del uribismo. Pero vea usted, ajeno a toda predicción, su discurso logró posicionarse y ganar en condiciones de desventaja. Está claro que el gobierno estaba mejor posicionado para publicitar su campaña a favor del Sí. Lo que ayer reflejaron los resultados del plebiscito fue un alegato más en contra de las FARC, que después de 50 años no han logrado que los sectores populares apoyen su reinserción. Mucha gente del país tiene un fastidio inmenso con las guerrillas, en especial con las FARC.

Todos sabemos que los golpes de debilitamiento se deben en buena medida a los ocho años de Uribe en el poder. Él representa una idea de orden en un país para muchos caótico. Es el primer presidente que logró  golpear a una guerrilla, que es el origen de muchos problemas. Esto nos muestra los valores y anhelos de una sociedad que antepone el orden (derrotar a la guerrilla) por encima de muchas cuestiones sociales, ambientales y de derechos humanos. Lo más importante para esta sociedad con Uribe al poder fue eso: demostrarles que no podían seguir haciendo lo que les diera la gana.

Héctor Abad se pregunta en una de sus columnas: "¿No sería conveniente un poco de amnistía (que viene de amnesia, de olvido) para que no sigamos empantanados en la rumia de rencores?” ¿Es mejor olvidar la historia?

Yo no creo que eso sea así. Buena parte del proceso de paz y parte de su riqueza tiene que ver con el interés que se han tenido los diferentes participantes en resacatar esas memorias. Por supuesto que la memoria trae dolor, pero estos gestos que tuvo la guerrilla con algunas poblaciones que habían sido afectadas por su barbarie fueron actos simbólicos acertados para poder superar el drama. Lo que debemos tratar de hacer en esta sociedad es siempre recordar cada conflicto que hemos padecido. Las guerras civiles nunca tuvieron un ejercicio de memoria; el Frente Nacional, que debía cerrar esa época tremenda de violencia, tampoco fue acompañado por un pacto de memoria. Para superar esto en términos individuales y colectivos, es absolutamente necesario conocer lo que pasó y establecer todos estos lugares simbólicos del dolor.

¿Qué se viene para el país?

Pienso que no podemos dejarnos llevar por la angustia. Con los mensajes de concertación entre las tres partes: Gobierno, guerrilla y oposición -que era la pata que faltaba- se puede llegar a un pacto mucho más sólido. Donde ayer hubiera ganado el Sí, el panorama sería muy preocupante porque en dos años hay cambio de gobierno y puede que gane un representante de los enemigos del pacto; ahi se hubiera planteado nuevamente un escenario muy serio. Esta de pronto es una oportunidad sin quererla, sin buscarla, que se está dando para mejorar y consolidar el pacto. Falta ver que la oposición no pida mucho y que la guerrilla esté dispuesta a ceder.