El lunes pasado el Museo de Arte Moderno de Bogotá (Mambo) colgó en su fachada un letrero que anunciaba el arriendo del inmueble. Transeúntes, periodistas y artistas quedaron expectantes por el anuncio. Aunque en principio se especulaba que la razón del arrendamiento era La Toma del Mambo, una exposición de doce colectivos que se celebra en el recinto, Claudia Hakim, directora del museo, confirmó en una rueda de prensa lo contrario. El museo, para conseguir los recursos que le faltan –aproximadamente el 70% de sus gastos– ha decidido arrendar el espacio a quienes estén interesados. También avanzarán diferentes estrategias, una de las cuales consiste en la reestructuración de su plan de membresía, ahora llamado “Yo tengo el Mambo”. Sin embargo, la naturaleza misma de los colectivos ilumina muchos de los dilemas que enfrenta el museo y, por extensión, las instituciones artísticas.
Ana Garzón, directora de Más Arte, Más Acción, colectivo artístico encargado de llevar a cabo la propuesta y desarrollo de La Toma del Mambo, cuenta que esta iniciativa nació con las ganas de repensar y transformar el espacio del museo. La promoción del evento en redes sociales como Instagram y Facebook ha explorado, en planos o con montajes fotográficos, lo que podría ser un nuevo uso de este espacio del arte: quizá una pista de patinaje, una reserva natural e incluso un supermercado D1. Lo cierto es que, de una u otra manera, el letrero que anunciaba “Se arrienda” y la Toma del museo traen a la mesa la discusión sobre los diferentes espacios en los que se mueve el arte, sus dinámicas y maneras de producción.
Más Arte Más Acción nace espontáneamente después de que, de manera voluntaria, Fernando Arias y Jonathan Colin empezaran a interesarse y a desarrollar proyectos en el Chocó. El colectivo, según su directora “crece a partir del activismo alrededor de comunidades”. Por otra parte, CasaTinta, uno de los primeros espacios independientes de Bogotá nació en reacción a un vacío. “No sentíamos que hubiese una suerte de territorio serio que hablara sobre la ilustración en las artes gráficas del país. Teníamos en contra el ambiente del arte pues, generalmente, todo lo que es ilustración se ve de manera peyorativa”, cuenta José Rosero, artista visual, ilustrador y profesor, explicando qué lo impulsó a fundar el lugar que imparte talleres de ilustración y artes afines. Aunque CasaTinta no participa en La toma, es un buen ejemplo de lo que puede lograr el arte independiente.
Ambas de estas iniciativas surgen de la pasión de sus fundadores por desarrollarlas, quienes actúan siempre por un impulso, si se quiere rebelde, de llevarlas a término. Para Rosero y Garzón es una mezcla entre pasión por el trabajo y una inclinación por la anarquía. De una u otra manera, ambos espacios se fundan en torno a una mirada ausente, bien sea porque un campo es ignorado por el arte o por el interés de fijar la mirada en otros lugares; en territorios alejados y poco conocidos. Rosero describe a CasaTinta como “un lugar que da espacios a…”. Estas otras dinámicas de producción, circulación y exposición, albergan no solo diferentes miradas sobre lo que es el quehacer artístico, sino que son en sí otras maneras de entender y plantear la relación entre el arte, el trabajo, sus alcances y su audiencia.
La naturaleza de estos espacios independientes, por el lugar que ocupan en el escenario de las artes, determina de raíz el alcance y su forma de proceder. La falta de recursos destinados a la cultura, visible incluso para las instituciones como el Mambo, es quizá más patente para este tipo de espacios que, dependiendo de si están constituidos legalmente o no, pueden o no tener más facilidad al acceso de recursos. Las estrategias usadas por estos lugares terminan creando redes entre artistas de diferentes campos que, entendiendo su situación como la de muchos otros, se unen para realizar sus iniciativas. En palabras de Lucy Argueta, artista visual, docente y cofundadora de La Escuela Experimental de Arte en Honduras, espacio y laboratorio de creación artístico que nace como respuesta a la dura situación hondureña, “la necesidad, no solamente en el arte, hace que veas al otro”.
La solución toma diferentes formas. En muchos casos, es simple: dejar a un lado el dinero y regresar a un sistema de trueques, a pagar favor con favor. Según afirma Rosero, el valor que un favor puede llegar a tener es muchas veces incalculable e ignorado por quienes no comprenden que también son una forma de pago. Ahora, el hecho de que sean pocos los recursos también incentiva a quienes emprenden estos proyectos a salir a tocar puertas y, en este ejercicio, a encontrarse con asociaciones poco esperadas. Ambas resultan en una red variada de artistas de todo tipo que, juntos, trabajan y se promueven.
De entrada la economía del trueque, si así puede llamarse, dinamiza diálogos, favorece el intercambio de ideas diversas, fortalece procesos conjuntos y abre miradas a diferentes campos. En los talleres impartidos por CasaTinta, por ejemplo, se encuentran artistas plásticos, músicos e incluso abogados o administradores con otras perspectivas pero apasionados por el arte. Los programas de Más Arte Más Acción también incentivan este tipo de interacciones invitando a que personas con diferentes pasados participen en las actividades del colectivo. La mezcla de disciplinas termina en una creación de conocimientos que una institución formal, por su naturaleza, jamás podría ofrecer. La libertad con la que cuentan estos espacios, dado que no deben ceñirse, por ejemplo, a políticas como las del Ministerio de Educación o a intereses propuestos desde cargos directivos, es otra de sus distinciones. Además, la falta de recursos monetarios es, en cierta manera, catalizadora de dinámicas que benefician la creación artística y su alcance. No hay que olvidar que en muchas ocasiones la libertad depura y aclara los intereses de quienes participan de este tipo de espacios: quien hace parte verdaderamente quiere estar ahí, pues no tiene la necesidad ni la obligación de quedarse.
En el caso de espacios que pretenden ofrecer otras alternativas de educación, aquella voluntad de estar y aprender cambia la manera en la que los “estudiantes” se acercan y relacionan con los contenidos. Según afirma José Rosero sobre las consecuencias de la motivación, “el cambio de dinámica genera este tipo de circulación y fluidez del pensamiento y el gusto por las áreas, y eso hace que se creen espacios muy amenos. Es el momento de tomar una cerveza, un whiskey y empezar a trabajar. Se toman el dibujo muy en serio, pero a la vez como parte de su vida cotidiana”. Según Garzón, la motivación, al final, es el motor de las iniciativas de los espacios independientes que, por la necesidad constante de compartir recursos, están siempre inmersos en prácticas colaborativas. Son estas mismas las que transforman los procesos de producción, favoreciendo el diálogo, la comunicación y los procesos colectivos. Las propuestas temáticas, tanto de espacios educativos de arte como de los colectivos, están cerca a su entorno, bien sea porque es más fácil oír a los estudiantes o porque la presencia en los territorios les da a los colectivos información de primera mano; de la calle, de los parques, de los territorios alejados.
El ejercicio constante de compartir recursos, en las palabras de Garzón, “empieza a cuestionar los conceptos de propiedad privada: ¿quién es el autor?, ¿quién es el dueño? Cuando estas preguntas comienzan a desdibujarse, las formas de cooperación son más rápidas y eficientes". Al final, la manera en la que se organizan estos espacios también determinan cómo se relacionan sus proyectos con el público. Como dice uno de los fundadores de CasaTinta, estos lugares “efectivamente responden al interés del momento en que está sucediendo, nosotros estamos en constante diálogo con el público”. Lo que se puede hacer con comunidades, con los ciudadanos, con estudiantes, es inherente a estos espacios o colectivos. El hecho de que el acceso a las actividades del sábado de La Toma del MAMBO sean gratis es un buen ejemplo de esto.
Como señala Lester Rodríguez, artista, docente y cofundador de La Escuela Experimental de Arte en Honduras, “la práctica política no radica tanto en una cuestión temática o de carácter ideológico, sino en los modos de hacer, en la manera como ese arte de una u otra forma se vuelve una práctica cotidiana y una vez que llega al espacio de lo público, donde es interpretado, ocurre el acto de lo político”. Las maneras de hacer, entonces, están estrechamente relacionadas con una posición política, con un cuestionamiento profundo sobre el arte y su lugar en la sociedad. Según Rodríguez, la escena artística en Colombia se está abriendo a nuevas voces que comienzan a plantearse, desde una exploración material, filosófica o intelectual, sobre los modos de creación del arte y su impacto.
Las actividades que los colectivos organizan en el espacio del museo este fin de semana incluirán propuestas como “El sublime arte de tragar”, taller de intervención de serigrafía comestible y una "Acción ritual" y conversación con la abuela muisca Blanca Nieves, a cargo del colectivo Thomas Van Der Hammen. Con estas, como dice en la página del evento en Facebook, los colectivos se tomarán el Mambo para “denunciar lo posible y para construir lo imposible”. Ellos aseguran “nos tomamos lo que es del común, lo que nos corresponde. Nos tomamos el arte para oxigenar el arte. Nos tomamos lo que, a pesar de tener puertas, pide –necesita– ser tomado. Tomamos la decisión de tomarnos nuestra ciudad y nuestros símbolos; nuestros edificios y nuestros baldíos;(...) nos tomamos la libertad de ser libres de no vender nuestro arte, sino de compartirlo con el común desde el común”.