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Lo que viene ahora

Las especulaciones sobre el futuro de la isla dominan el ambiente mientras Raúl Castro asume las riendas del gobierno revolucionario de Cuba.

5 de agosto de 2006

Los exiliados cubanos de Miami llevaban casi 50 años esperando el día en que Fidel Castro dejara de ser el gobernante de Cuba. Por eso, cuando supieron el lunes sobre el comunicado que informaba sobre la operación practicada a su enemigo, estallaron en júbilo. Esa noche Carlos Valenciaga, el secretario personal de Castro, leyó ante las cámaras un texto supuestamente escrito por el Presidente luego de que salió del quirófano. En esencia, Castro cedía "con carácter provisional" sus cargos más importantes a su hermano Raúl, y la docena de funciones clave a un grupo de sus colaboradores más cercanos. El énfasis en mostrar que había firmado de su puño y letra el documento, y que había añadido la hora, indicaba el interés en demostrar que el enfermo estaba en capacidad de tomar decisiones de esa trascendencia.

El júbilo de Miami dio paso a la incertidumbre, a medida que transcurrían las horas y los días sin que se pudiera confirmar su teoría favorita, que el caudillo ya estaba muerto. Mientras tanto, en La Habana, la vida seguía con una normalidad sorprendente. La BBC informaba que la gente seguía yendo a su trabajo, los almacenes permanecían abiertos, los cines llenos. En suma, no se veía por ninguna parte la insurrección popular que, según los estrategas de Little Havana, se iba a presentar irremediablemente en las horas siguientes a la caída del dictador.

Las razones para ello son múltiples, pero todas parecen converger en el hecho de que la desaparición de Fidel de la escena política era un hecho largamente previsto en la isla. Prueba de ello es que en los últimos meses los medios oficiales comenzaron a darle un cubrimiento excepcional a Raúl, un personaje que solía trabajar a la sombra de su hermano. Y que uno de sus raros discursos, pronunciado hace un mes con ocasión de un aniversario militar, Raúl hizo referencia a la sucesión. Rechazó la reciente creación en Estados Unidos de una Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre, y dijo que "únicamente el Partido Comunista Cubano puede ser el digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en su líder".

Visto a la luz de lo que ocurrió la semana pasada, queda claro que el discurso de Raúl era una clara notificación de que lo que sigue tras la era de Fidel no es una transición, como querrían el Departamento de Estado y las organizaciones del exilio, sino una sucesión hacia un gobierno que perpetúe el legado revolucionario. De hecho, a principios de julio el PCC restauró el Secretariado, un órgano ejecutivo que estaba en desuso desde principios de los años 90. El objetivo, según algunos observadores, sería darle de nuevo un órgano decisorio a la única organización política legal del país de cara a lo que viene.

Por eso, como dijo a SEMANA una fuente diplomática en La Habana, la enfermedad de Castro, independientemente de su desenlace, ha permitido hacer una especie de ensayo general de lo que sería su alejamiento definitivo del poder.

Y mientras tanto, todas las miradas se dirigen a Raúl, un hombre que vivió como ninguno todas las batallas de la revolución al lado de su hermano mayor, y quien viene siendo su heredero extraoficial desde 1959. Ese hombre carente de carisma personal, mal orador y más bien retraído en público, arrastra la fama de haber llevado a Fidel al comunismo y de ordenar la mayoría de los fusilamientos que siguieron a su triunfo. Pero, según su biógrafo Brian Latell, un ex analista de la CIA, Raúl es muy inteligente, gran organizador, cuenta con el sólido apoyo del PCC y, lo que es aún más importante, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias que, además, controlan buena parte de la industria turística cubana. Con Latell, muchos creen que Raúl sería un gobernante más pragmático, por lo que se podría ver un viraje hacia un modelo parecido al chino, e incluso con mayor apertura. s

El problema es que Raúl tiene ya 75 años. Y aunque Latell no espera que su presencia en el gobierno sea flor de un día, no está lejos la fecha en la que ningún Castro esté disponible. Tal vez sea entonces cuando se pueda hablar de una transición en la mayor de las Antillas, como esperan sus vecinos de Miami.