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'Las Meninas', de Diego Velásquez, una de las obras más famosas de la colección del Museo Nacional del Prado.

Entrevista

“El museo universal no existe”: doscientos años del Museo Nacional del Prado

ARCADIA conversó con Andrés Úbeda, director adjunto de Conservación e Investigación del Museo Nacional del Prado, sobre el bicentenario de una de las instituciones culturales emblemáticas del mundo hispano, a propósito del estreno en Colombia del documental 'Museo del Prado: una colección de maravillas'.

Julián Santamaría
12 de septiembre de 2019

El 19 de noviembre de 1819 abrió sus puertas al público el Museo Nacional del Prado. Las 311 pinturas allí contenidas hacían parte de la colección real y, por lo tanto, eran un fiel reflejo de los caprichos y gustos de los diferentes regentes de cada dinastía de la monarquía española.

El edificio fue construido durante el reinado de Carlos III (1759-1788), “el rey ilustrado”, bajo cuyo reinado avanzaron importantes renovaciones de carácter urbano en la Madrid de entonces. El arquitecto Juan de Villanueva fue el encargado de levantar un edificio en la zona conocida como el Prado de San Jerónimo, a quien el Rey encargó un lugar para albergar el que sería el Gabinete de Historia Natural y Academia de las Ciencias. El lugar pretendía acoger el material botánico que llegaba de las expediciones científicas en América.

Desde entonces, la historia del Prado no solo ha estado marcada por el paso de diferentes regentes sino por las guerras napoleónicas, la guerra civil y de las diferentes colecciones que han engrosado una de las colecciones de arte más conocidas del mundo. Hoy, con 200 años de historia a sus espaldas, el Museo Nacional del Prado atrae a millones de con una colección donde prima la pintura y cuyas 1700 obras exhibidas (sin contar las 7000 más en preservación) albergan piezas emblemáticas de los grandes maestros del arte español, como Diego Velázquez y Francisco de Goya, así como de grandes pintores de Europa: Rafael, Tiziano, El Bosco, El Greco y Alberto Durero.

A propósito del estreno del documental Museo del Prado: una colección de maravillas, ARCADIA habló con Andrés Úbeda, director Adjunto de Conservación e Investigación del Museo Nacional del Prado que lleva más de veinte años trabajando en la institución—, sobre las historias que cuenta el museo, el lugar que ocupa en la historia de España y el mundo, así como de la recuperación de pintoras mujeres que se alzan como importantes figuras del arte europeo.

¿Qué recuerdo tiene de su primera visita al Museo Nacional del Prado?

Mi primera visita fue a los 11 años. Recuerdo la visita de un niño con los ojos muy abiertos que se aproximaba por primera vez a los originales de un montón de imágenes hacían parte de su universo personal y cultural que conocía a través de los libros de texto. Es así como lo recuerdo, como una de esas visitas felices en tiempo de colegio.

¿Cómo era el Prado de entonces comparado al que vemos hoy en día?

Tendría que hacer una reconstrucción histórica porque esos detalles yo no los alcanzo a recordar. A través de mi labor profesional y de investigación, sé que entonces el Prado era un lugar tranquilo y silencioso. Era un museo de poca actividad que se limitaba a la exposición de sus colecciones. Tampoco tenía un oferta cultural importante. Hoy en día ya no lo es tanto porque el número de visitas a Madrid ha aumentado en los últimos años al convertirse en un destino turístico importante. Antes no era un Prado de exposiciones temporales, no existía la posibilidad ni la necesidad de hacerlas. Ese fenómeno aparece en los años ochenta. Además, era un Prado muy elitista en un sentido tanto intelectual como de dimensión social. 

Ahora tenemos prácticamente tres millones de visitantes anuales, un departamento educación que se dirige a muchísimos públicos: desde niños de 3 y 4 años, hasta gente ya retirada de su trabajo y con niveles culturales diferentes, con un poder adquisitivo normal y que quizás no conocen tanto sobre la pintura e historia de España pero que tienen la voluntad de aprender. 

3 de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos de patriotas madrileños, Goya

Antes de ostentar su cargo actual, usted estuvo a cargo de exposiciones temporales como ‘Lorenzo Tiepolo’,  ‘Arte en la Corte de Felipe V’, ‘Annibale Carracci: Venus Adonis y Cupido’ y ‘El palacio del Rey Planeta: Felipe IV y el Buen Retiro’. ¿Qué lugar ocupan las exposiciones temporales en el Prado? ¿Qué relaciones despiertan con la audiencia?

Para nosotros, una exposición temporal son muchas cosas diferentes. Con frecuencia se trata de un proyecto de investigación, aunque esto no siempre es así. Más que como algo que compita contra la colección permanente, que es el máximo atractivo del museo, las exposiciones temporales se entienden como un complemento. Queremos que el público sea muy diverso y que todos se sientan a gusto en la exposición. Para tal fin, utilizamos las “obras maestras’ que casi siempre somos capaces de conseguir para acompañar las exposiciones y que se colocan en las salas con un aparato didáctico para que cualquier persona del público pueda entender y disfrutar. 

Sobre el museo usted ha dicho: “No es ni un museo enciclopédico, ni el más completo, pero sí el más lleno de sentido, de intensidad, por la coherencia de sus colecciones”. ¿Qué implicaciones tiene esto para su trabajo museográfico? 

El museo universal no existe. Todos los museos tienen sus puntos fuertes, y sus puntos más débiles, si es que así se le puede decir. En el caso del Prado, el punto fuerte es el hecho de que se trata de una colección que está estrechamente ligada a su historia y al coleccionismo de los Reyes españoles. Esto puede ser una ventaja, pero también tiene sus inconvenientes: hay escuelas y momentos históricos que no están presentes en el museo, como la pintura holandesa y el Renacimiento italiano. En ambos casos, su ausencia se debe al desinterés de la monarquía española en coleccionar pintura de ambos momentos y orígenes geográficos. Por otra parte, en el siglo XIX el Prado pasa a ser un museo nacional español y las colecciones extranjeras empiezan a ser más escasas y terminan por estar prácticamente ausentes en el siglo XX, en lo que es el Reino de Sofía. 

No creo que sea algo que lo haga mejor o peor, simplemente es la idiosincrasia del museo. Eso sí, la gran ventaja que nosotros tenemos y que queremos explotar es que podemos contar muchas historias en el Museo del Prado. Eso no lo pueden decir todos. Hay museos que prácticamente cuentan una sola historia. Por ejemplo, en Estados Unidos, es frecuente encontrar el caso del coleccionista generosa que dona las obras a su ciudad, a su país. Pero esa es una historia más limitada.

La nuestra es una historia importante porque coincide con la época del Imperio, que es el momento de mayor esplendor económico político y militar de España. Gracias a esto tenemos pinturas de alguien de la talla de Velázquez, que es un muy buen ejemplo de esta circunstancia, pues pasó una parte importantísima de su vida pintando casi en exclusiva para el Rey de España. Tenemos muchas historias detrás de nuestras pinturas y mucha información histórica de archivo. Eso nos permite ser un museo que no solo dispone sino que también narra.

Usted estuvo encargado del departamento de Pintura Barroca Italiana, y el Prado tiene una importante selección de obras de precursores de esta corriente como Tiziano, Veronese, Tintoretto. ¿Qué lugar ocupan ellos en la historia del museo? 

Esa es una de las narraciones a las que me refería antes. Los reyes españoles se sintieron particularmente atraídos por la pintura veneciana, en especial por Tiziano, aunque también por Veronese, Bassano y Tintoretto. De hecho, hay más Tizianos en Madrid que en Venecia. Eso da una idea de la potencia de esta colección en el mundo. Además, la forma de aprender de pintar en esta época es decir siglo XVI y XVII, era imitando el hacer de los artistas previos. Los artistas españoles se fijaron mucho en la colección real española que, como menciono, era una importante colección de pintura veneciana. Por eso la técnica de algunos españoles, como Velázquez, es muy veneciana: asume los postulados de la pintura suelta y colorística, sobre todo de un Tiziano tardío, que es el que abunda en el Museo del Prado. Esa es la técnica que los españoles terminan por adoptar como su linaje estético. Goya decía que sus fuentes principales de creación eran la naturaleza, Rembrandt y Velázquez. Con esto, asume una larga tradición que inicia con los venecianos y que, para entonces, concluía en él.

La Gloria, Tiziano

Parte de esas historias incluyen las de las mujeres que fueron dejadas de lado en la historiografía del arte occidental. En el Prado existen figuras como Sofonisba Anguissola, Lavinia Fontana y Clara Peter. ¿Cómo ha sido el proceso de reivindicación del trabajo de artistas como ellas?

Hay una auténtica demanda social por que esto sea así. Lo que no podemos olvidarnos es que el Museo del Prado representa una parte de la historia de España y de Europa en la cual las mujeres tenían un papel muy limitado en todos los ámbitos en que participaban, desde las reinas hasta las mendigas. En el museo tenemos un grupo reducido pero muy importante de pinturas realizadas por artistas femeninas y tenemos la voluntad de llevar la atención sobre estas colecciones. Hace pocos años hicimos una exposición sobre la figura de Clara Peter. Fue la primera exposición monográfica de una mujer que se hacía en el Museo del Prado. Para nosotros un momento importante llamar la atención sobre la pintura que tiene muchísima calidad y en las que la historiografía del arte no se había detenido lo suficiente.

En esta celebración del bicentenario del museo, hicimos un llamado de atención sobre las figuras que menciona: Anguissola y Fontana. Ambas son artistas del siglo XVI que surgen de una zona muy concreta de Italia, del centro pero que configuran dos modelos de artistas totalmente diferente. Son artistas de una calidad realmente alta pero radicalmente diferente y en algunos casos lo son de una manera sorprendente. Sofonisba tiene un carácter más convencional, mientras que Fontana compite pintaba codo a codo con pintores hombres, incluso en temas eróticos realizadas para un público masculino. Es decir, es una pintora que asume un papel en el mercado del arte en el que no encontramos ninguna diferencia con el que adoptaría un hombre.

Seguimos enriqueciendo nuestra colección con mujeres pintoras. Esta no es una tarea fácil porque el número es muy escaso y la calidad no siempre alcanza la que nosotros, naturalmente, exigimos. La primera condición es que nosotros no compramos pinturas de mujeres, nosotros compramos pinturas de mujeres excelentes.

El Prado refleja la relación de España con Italia, con Holanda y otros países a lo largo de su historia. El edificio incluso está claramente inspirado en la arquitectura que Villanueva conoció en Italia. ¿Qué nos dice el Prado sobre el lugar de España y su lugar en Europa?

El Prado realmente nos habla de Europa. De una Europa en la que fluyen las ideas y los artistas viajaban, en la que existía un contacto permanente y una voluntad experimentar, mirando lo que están haciendo los vecinos. Además, en los siglos XVII y XVIII había una gran caja de resonancia, un gran centro: Roma. La capital italiana era el centro del mundo en materia pictórica. No en el único, naturalmente, pero sí el más importante. Por eso, artistas de España, de Francia, de Holanda, del Gran Bretaña, iban a aprender y a depositar su caudal de conocimiento en este nodo de Europa. Allí se gestaron una muy buena parte de los conceptos artísticos y las ideas de los siglos XVI, XVII y XVIII. Además, no se puede olvidar que en buena medida esta influencia llega América. Claro, con diferencias por las idiosincrasias propias de cada una de las escuelas locales.

El museo está entrelazado con la historia de España y de su arte, pero más allá de las dinastías de los Trastámara, los Habsburgo, los Borbones, la invasión napoleónica y los estragos de la guerra civil y de sus grandes artistas, ¿cómo se entrelaza el Prado con el arte contemporáneo?

La relación con el arte contemporáneo es una relación intensa para aquellos pintores que tienen conciencia histórica; es decir, aquellos que tienen esa conciencia histórica que les permite mirar y aprender de lo que se ha hecho antes. No es tan frecuente encontrar pintores así hoy en día. El museo ha ido entresacando estos pintores haciendo exposiciones importantes: desde Picasso hasta pintores estrictamente actuales.

El último pintor vivo que ha expuesto en el Prado fue Cai Guo-Qiang, de nacionalidad china. Para mí, él es un artista que pertenece a este grupo que denomino “pintores con conciencia histórica”. En términos estrictos, Guo-Qiang trabaja, no pinta, porque no trabaja con pintura sino con pólvora. Eso sí, él realiza sus cuadros con la mirada puesta en los maestros del pasado. La relación con el arte contemporáneo es fluida a través de estas exposiciones. Pronto tendremos una exposición vinculada a la figura de Fernando Zóbel, un pintor filipino. 

Además de relacionarse con la historia del arte, el Prado se entrelaza con la historia de Madrid como ciudad. Pronto el famoso “Salón de Reinos” tendrá una renovación. ¿Qué relación esperan con tener la ciudad cuando concluya esa obra? 

El ‘Salón de reinos’ es un edificio de 1635 y uno de los más importantes, junto al Buen Retiro, del que quedan muy pocos restos en materia de representación. Era un salón donde el rey recibía a las visitas más ilustres y dónde se promocionaba a la monarquía. Para el lugar, Velásquez hizo cinco pinturas entre que las que destaca La rendición de Breda.

Su relación con Madrid va a ser muy intensa, va a ofrecer otro lugar de cultura para Madrid y no solo para los madrileños, sino para los millones de visitantes de todo el mundo que pasan por la ciudad. Va a cambiar el aspecto de uno de los barrios más importantes de la ciudad: los Jerónimos. Y además del cambio arquitectónico del edificio, según está pensado en el proyecto de Norman Foster y Carlos Rubio, los arquitectos ganadores del concurso que se realizó para tal efecto, se va a peatonalizar una buena parte del barrio.

Las Meninas, Velásquez

Al momento de iniciar los ejercicios de la celebración del bicentenario del Prado, usted comentó que se trataba de una excelente oportunidad para reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro del museo. ¿Qué concepción del futuro para el museo surgió de este ejercicio?

Es difícil proyectar hacia el futuro, pero lo imaginamos: queremos un Prado mucho más virtual, aprovechar nuestra página web y los espacios no presenciales, y más interactivo, donde la gente pueda formar parte del museo de formas diversas. Esperamos que sea cada vez una institución más universal, que se pueda sentir como un lugar propio para una comunidad cada vez más amplia que llega a una ciudad cosmopolita como Madrid, y que todos quienes se sienten atraídos por la cultura y por España puedan disfrutar del museo.

¿Cómo fue esa preparación desde el departamento de conservación para todo los eventos que se previeron este año para la celebración del bicentenario? Usted fue apuntado en 2017, así que asumo que antes de su llegada ya se habían adelantado parte de los procesos.

Hemos tratado, entre otras cosas, de mostrar las obras de pintores que no son tan frecuentes en las colecciones del museo o inclusive de aquellos que están completamente ausentes. Tal es el caso de Fra Angelico, de quien tenemos tan sola una pintura (aunque no es una cantidad despreciable por la poca cantidad de obras de él que se conservan en el mundo), del holandés Johannes Vermeer, de quien el museo no tienen una sola pintura o de Rembrandt, de quien solo tenemos una pintura. Tampoco hay mayor presencia de los grandes artistas de los orígenes del Renacimiento florentino.

Las exposiciones estaban previstas desde antes de mi llegada. Aunque las líneas maestras del bicentenario las definimos en 2017. Su gestión empezó antes de que se me nombraran director adjunto de Conservación e Investigación, porque dos años es muy poco tiempo para que un proyecto de esta naturaleza se culmine con éxito. Se deben tocar muchas teclas porque no depende solo de nosotros, sino de gente que con su generosidad hace posible este proyecto.