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Del 24 de noviembre al 11 de diciembre
'Cyborg Laurenista' y ciencia ficción en Los Héroes
Dentro del Monumento a Los Héroes, en Bogotá, se puede ver una exposición en la que se conjugan ideas de un futuro posible y el arte.
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En Bogotá nunca deja de llover y solo da tregua para engañar a los citadinos con un sol abominable a veces. El sábado 26 de noviembre, en el Monumento a los Héroes, 2:00 p.m., llueve en Bogotá y el agua se cuela por dentro. No da tregua y de las paredes pequeños caen ríos y bajo la puerta el agua entra formando pequeñas olas. El mar en Bogotá está en los charcos.
El 24 de noviembre se inauguró una exposición para los amantes de la ciencia ficción, esta vez vista desde el arte: esculturas, instalaciones sonoras y videos conforman una muestra que, como el agua, se adueña del monumento por dentro.
El sótano de Los Héroes es oscuro, un tanto siniestro y según un celador, que no volví a ver, asustan en las noches durante sus rondas. Sus paredes de concreto recuerdan esas mazmorras de la Inquisición: húmedas y silenciosas. No hay herejes ni brujas que esperan sus condenas, más bien una serie de obras producto del Laboratorio interactivo de Ciencia Ficción OVNI-NERD: Cronóptico monumental, realizado con el apoyo del Instituto Distrital de las Artes, Idartes, a través de su línea estratégica de Arte, Ciencia y Tecnología.

Foto: cortesía Arteria.
Cuatro maquetas hechas con cartones, botellas vacías, bolas de icopor a la mitad y otros objetos recolectados durante los días forman Ciudad Multitemporal. Esta instalación, por medio de focos de luz, proyecta sombras sobre las paredes del monumento creando ciudades utópicas y que en el texto curatorial es una “ucronía existencial situada en el pasado, presente y futuro”.
No había mucha gente en el monumento el sábado, quién sale con esa forma de llover. Tres parejas recorrían el lugar en medio de besos y abrazos. Unos se sentaron a ver uno de los dos videos que hay en el sótano. Proyectado sobre una columna se ve cómo el agua fluye en canaletas que hay en el piso del monumento, la pareja veía extrañada el video. Una instalación sonora simulaba una abducción extraterrestre, explicaba una de las guías de la exposición, en una estructura de madera donde una luz cenital alumbra al espectador y sonidos intervenidos electrónicamente varían y emulan los posibles sonidos del espacio. En el techo se proyectan arabescos de colores, una suerte de lenguaje extraterrestre decía la guía.
Para seguir el recorrido había que subir unas escaleras que terminan con un busto de Laureno Gómez de ojos rojos y brillantes que movía su cabeza a la derecha y reproducía un discurso del político colombiano: el Ciborg Laureanista, un proyecto que “inmediatamente nos interroga la auténtica necesidad de quiénes y por qué se intenta impulsar en el presente el desarrollo vertiginoso de las tecnologías transhumanas”, como se leía en el texto curatorial. En una de las esquinas había una cámara de seguridad, en el sótano había otras.

‘Cyborg Laureanista‘. Foto: cortesía Arteria.
Subiendo entre escalera y escalera hay una parvada de drones que, como decía el guía, es una propuesta para mover nubes y cambiar el clima y llevar la lluvia a dónde más se necesita. Con forma de triángulos con un ventilador en medio parecen esas bases para que los computadores no se recalienten, pero sus sombras crean un entramado inquietante de formas precisas y móviles. Otra cámara de seguridad.

Foto: Cortesía Arteria.
Un piso más y termina el recorrido. En las vigas horizontales hay unas mallas plásticas que se unen creando cuerpos proyectados en sombras móviles. Una suerte de plaga de sombras que da cuenta de esos fantasmas que inundan el monumento cuando está vacío. Junto a estos cuerpos, está una de las obras más bellas y que explica la presencia de tantas cámaras de seguridad: Escaleras de Tele-transportación, una videoinstalación presentada en una matriz de tres por tres, nueve pantallas de video que se funden en una sola creando escenarios que evocan las escaleras imposibles de Escher. Los visitantes se ven subir y bajar por las escaleras, algunas de cabeza otras de lado. Una oda al voyeurismo o a una sociedad panoptizada como la que vivimos.

Escaleras de Tele-transportación. Foto: cortesía Arteria.
El recorrido termina. Hay que bajar al sótano de nuevo y salir. El celador, con escoba en mano, saca agua por debajo de la puerta. Una de las tres parejas alista su paraguas y sale. Pasados 10 minutos, la segunda pareja sale. No paraba de llover y, créanme, en Bogotá nunca deja de llover.