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El arte colombiano se toma el Reino Unido

Grietas y desplazamientos

La obra de Doris Salcedo que se exhibe en la Sala de Turbinas de la Tate Gallery en Londres, ha puesto el dedo en la llaga sobre el racismo y la relación entre el primer y el tercer mundo. Además, en Gales, una exposición de artistas colombianos se pregunta por el desplazamiento: una de las obras, sin embargo, fue censurada por la Embajada de Colombia en Londres.

Charbel Ackermann
15 de marzo de 2010

La Sala de Turbinas de la Tate Gallery queda en una antigua central eléctrica en la orilla sur del río Támesis. Su espacio central mide 167 metros de longitud. Desde el año 2000, la Tate ha encargado ambiciosos proyectos para un espacio que solo podría definirse como intimidante. La comisión de este año, liderada por Doris Salcedo y su obra Shibboleth, se inauguró el 8 de octubre y se verá hasta el 6 de abril de 2008. Las comisiones anteriores fueron para Louise Bourgeois, Juan Muñoz, Anish Kapoor y Bruce Nauman. El punto de inflexión de las series había sido hasta la fecha el proyecto Clima de Olafur Eliasson, un artista que iluminó la sala con un enorme sol naranja. Carsten Hoeller instaló una serie de diapositivas y transformó el lugar en un parque de diversiones para adultos y niños. La contribución de Doris Salcedo, como se ve en la foto, es una oscura grieta que surca la blancura del piso de la Sala de las Turbinas.

Salcedo no es ajena a las instalaciones y presentaciones ambiciosas. En Bogotá, en el 2003, puso 280 sillas sobre la fachada del nuevo Palacio de Justicia para recordar el holocausto del 6 y el 7 de noviembre de 1985. El mismo año, instaló una enorme pila de 1.550 sillas en un espacio vacío entre dos edificios en una calle comercial en el centro de Estambul. En el 2004 creó una monumental capa escultural sobre los muros de la Galería White Cube, en Londres, titulada Neither [Ninguno]. La pieza realizada en malla de alambre y yeso creó un juego entre el espacio vacío y la estructura instalada. Estableció una relación ambigua entre la malla de alambre y la obstrucción del yeso ejerciendo presión sobre la malla, y entre el tratamiento escultural y la cavidad de la galería.

Gran parte del trabajo de Salcedo consiste en ensambles hechos de materiales cotidianos, con frecuencia domésticos y conmovedoramente personales. Los elementos incorporados en su trabajo son reliquias de vidas que la artista ha estudiado. La incorporación de muebles y efectos personales se refieren a experiencias individuales (y traumáticas) que su trabajo conmemora.

Sin embargo, la intervención en la Sala de Turbinas tiene una naturaleza diferente. Su grieta se apodera de una superficie vasta y vacía. El título se refiere a la historia de una tribu bíblica que usaba la palabra Shibboleth como una contraseña para señalar a otros grupos que solo podían decir Sibbolet! Tribus que en apariencia eran del otro mundo o de otra raza. Salcedo la ha definido así: “Shibboleth es un espacio negativo: enmarca el agujero en la historia que marca la diferencia que separa a los blancos de los no blancos. El agujero al que me refiero es la historia del racismo, que corre paralela a la historia de la modernidad”.

La grieta, que debió haber sido elaborada por un ejército de hormigas artistas, es grandiosa. Salcedo siempre ha dicho que le interesa la realidad de las experiencias. Por ello, espera que las, al menos, dos millones de personas que verán la intervención durante los próximos seis meses, se enfrenten a su realidad física y a su metáfora política.

La obra también revela una historia detallada y curiosa en cada etapa de su inmensa longitud. No cabe duda de su cuidadosa calidad escultural. La exploración detallada de la grieta revela una especificidad del entendimiento, análogo a la profundidad de la investigación de las vidas conectadas a los objetos personales de Doris Salcedo usados en otros trabajos. La visión de arriba hacia abajo no permite ver el significado del trabajo: hay que arrodillarse y apreciar la perfección de la escultura en el interior de la grieta.

Salcedo escapa de su propia trampa para crear un trabajo emocionante que se apodera del enorme espacio. La gran expansión de la Sala de Turbinas ha ofrecido un reto difícil para otros artistas. Rachel Whiteread, por ejemplo, otra gran escultora interesada en la concreción de los espacios y objetos, produjo hace poco Malecón, una pieza que consistía en llenar la sala con bolsas blancas recreando una pieza de topografía ártica inspirada por una expedición en la que la artista había participado. La ejecución de Shibboleth es emocionante y es un buen ejemplo de un proyecto en el cual los artistas y las instituciones se comprometen en batallas políticas.

Otros colombianos

De manera simultánea a la exposición de Salcedo, otra gran muestra de arte colombiano se presenta en Reino Unido en la Galería Glynn Vivian Art de Gales. La exhibición, Desplazado–Arte Contemporáneo de Colombia, incluye trabajos de Alberto Baraya, Milena Bonilla, François Bucher, Andrés Burbano, Johanna Calle, Carolina Caycedo, María Elvira Escallón, Juan Fernando Herrán, Humberto Junca, Delcy Morelos, Óscar Muñoz, Nadín Ospina, José Alejandro Restrepo y Miguel Ángel Rojas, y estará abierta del 6 de octubre al 6 de enero de 2008. La exhibición recibió apoyo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, la Universidad de los Andes y la Embajada de Colombia en Londres.

De acuerdo con la galería, “lo esencial de esta exhibición, y un tema constante del trabajo de cada artista, es la exploración del significado de palabras como ‘lugar” y ‘pertenencia’, en el contexto del desplazamiento local y global que perturba nuestra identidad”. Las esculturas de Nadín Ospina, Crítica extática (1993) e Ídolo con muñeca, (2000), por ejemplo, fusionan la iconografía de Disney con las esculturas precolombinas de San Agustín, aunque de una manera algo banal. Las más interesantes son Herbario (2005), de Alberto Baraya, una serie de plantas falsas de plástico recolectadas en hogares y restaurantes. Es una obra que comenta los significados impuestos y la categorización obsesiva. La exhibición también incluye las seis suntuosas pinturas a gran escala hechas sobre papel de Delcy Morelos, Color que soy (1999), en las cuales explora las jerarquías raciales.

De acuerdo con le catálogo y el boletín de prensa, la exhibición también incluía un video de Wilson Díaz, titulado Los Rebeldes del Sur (2002). En esta obra ,el artista –que, según el catálogo, ensayó vallenatos con miembros de las FARC, en San Vicente del Caguán, durante la administración Pastrana–, pone a guerrilleros como “Intérpretes” en una especie de coreografía con armas: uno de ellos simula tocar una guitarra al aire con su rifle automático. Aparentemente una de las canciones tiene ciertas referencias que hablan del gobierno y los paramilitares. Y digo aparentemente porque los visitantes no pudieron ni ver ni escuchar la pieza. La galería asegura que tan pronto llegó la obra, la embajada colombiana en Londres la retiró. De acuerdo con las dos curadoras de la exposición, María Clara Bernal y Karen McKinnon, la galería se siente muy decepcionada por esta actitud. Ni la galería ni los curadores de la exhibición pudieron hacer nada. La sección cultural de la embajada rehusó hacer comentarios sobre el asunto, pero confirmó que la pieza fue retirada por instrucciones del jefe de la misión en Londres y que el Ministerio de Relaciones Exteriores estaba al tanto. Pareciera que el ministerio en Bogotá pasó por alto el hecho de que una pieza “indeseable” se encontraba entre los trabajos y por eso aparece en el catálogo que contiene un prefacio realizado por el mismo Ministerio de Relaciones Exteriores. ¿Por qué no se quiso mostrar un documento histórico realizado en un marco legal cuando la administración Pastrana intentó cerrar la brecha con los asesinos de las FARC? “Puede que no les hayan gustado algunas de las letras de las canciones”, dijo María Clara Bernal. En todo caso, es una pena que un trabajo tan relevante esté por fuera de una muestra del arte colombiano que se pregunta por el espacio, el desplazamiento y la identidad.