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"Puede que la captura sea justa, pero también es inoportuna". Mauricio Sarmiento. Bogotá.

12 de marzo de 2016

Es menos grave

La paz, sin el ELN (SEMANA, edición n.º l765), es menos grave para Colombia, que continuar el conflicto con las Farc. Esta heredad fratricida, de sangre y fuego, iniciada el 7 de agosto de 1946, por la politiquería cerril que nos ha asfixiado a través de la historia, superó los años de enfrentamientos del siglo XIX y le cedió el honor al general Gustavo Rojas Pinilla de elevar a ciudadanas a las mujeres colombianas. No imaginaron los gestores de planes siniestros de exterminio, hasta dónde llegaría su obra satánica de cambiar la paz por el odio y el crimen. Hemos imitado miles de veces con incalificable vesania, a Caín contra Abel.

Cuando en 1958, el presidente Alberto Lleras presentó al Congreso de la República las atrocidades padecidas por el pueblo humilde, cometidas por hombres y con armas del Estado, durante la vorágine de la violencia política, el alarido de inocencia de los culpables dejó en la impunidad 300.000 muertes, 1 millón de víctimas y el campo en cenizas y desolado. Tan alta traición sepultó los partidos, deshonró la democracia, y engendró decenas de grupos levantados en armas como las Farc y el ELN.

El presidente Santos fijó el próximo 23 para empezar a devolverle la paz al país. Es la primera semilla de amor a la vida, a la patria, a la justicia, la libertad, es empezar a salir de la vergonzosa quiebra moral que nos aplasta, es vencer la peste del odio, la corrupción, el rencor, la anarquía, la impunidad. El próximo 24 empieza la organización de una verdadera democracia civilizada y justa.

Isaac Vargas Córdoba

Florencia

Por una paz verdadera

La señora María Jimena Duzán, en su columna ‘El miedo a la paz’ de la edición n.º 1764, considera absurdo que quienes eligieron de gobernador a Kiko Gómez y al actual gobernador de Antioquia, Luis Pérez –ambos avalados por el partido del señor vicepresidente–, se muestren indignados por lo que hizo la narcoguerrilla de las Farc en la población de Conejo, proselitismo armado.

La señora Duzán manifiesta su inconformidad porque más del 50 por ciento de los colombianos que supuestamente queremos la guerra y no la paz nos estamos rasgando las vestiduras por lo que hicieron los narcoterroristas de las Farc.

Ese más del 50 por ciento de colombianos que supuestamente queremos la guerra y no la paz, lo que queremos es una paz con justicia. Se mete preso a una persona que maltrata una mascota (aclaro que no justifico el maltrato a las mascotas) y se le quiere dar impunidad a asesinos de mujeres y niños.

A ese más del 50 por ciento de colombianos que supuestamente queremos la guerra y no la paz, sí nos inquieta que las Farc se metan en política, que los tengamos de alcaldes en poblaciones que ellos atacaron y destruyeron.

No queremos que el presidente Santos se envalentone y rompa con el proceso de paz, lo que queremos es un presidente con autoridad y no se deje mamar gallo de los ‘mamertos’ de las Farc. Y por último, ese más del 50 por ciento de los colombianos que supuestamente queremos la guerra y no la paz no le tememos a la paz verdadera, le tememos a los narcoterroristas de las Farc.

Rafael S. Navarro M.

Puerto Colombia.


La paz como torta

En la edición n.º 1766, SEMANA analiza la manera como las fuerzas políticas fijan sus posiciones frente al proceso de paz. Aquí es precisamente donde está el gran reto. Es decir, si no cambiamos la forma de hacer política podemos quedar con un acuerdo firmado en papel mojado.

Expertos internacionales también comparten esta afirmación y así lo expresaron en el evento realizado en días pasados en el Salón Rojo del Hotel Tequendama: cómo construir la paz en los territorios. Los retos de la paz territorial. Preocupa que nuestros partidos políticos solo analicen milimétricamente su participación burocrática, y se alejen de su verdadero papel por cumplir a la hora del posacuerdo.

La paz no puede ser convertida en una torta para repartir. Si este es el mensaje que se envía seguiremos tristemente por el mismo camino. Esta es una deuda pendiente que no logramos saldar.

Perdimos en estos 25 años frente a hacer realidad la democracia participativa y estamos al parecer lejos aún de entender la política como en verdad es: herramienta para impulsar las transformaciones que el país reclama.

Si fracasamos en este esfuerzo de poner fin a un conflicto de 50 años estaremos en deuda con las nuevas generaciones. Es urgente recuperar el valor de la política, hacer realidad nuestros principios democráticos y fortalecer la importancia del territorio para que en verdad la paz nos conduzca hacia otra Colombia.

Luis Carlos Ramírez Hernández.

San Juan de Rioseco.

Qué se puede esperar

Acerca del comentario de opinión de María Jimena Duzán del número 1764 de su revista, me permito expresar que la citada periodista se reivindicó conmigo.

Es un escrito que estará en mis cátedras pues se centra en lo que es la ética periodística que perdió su horizonte como la gran mayoría de disciplinas y profesiones que olvidan los valores.

Sin adentrarme en los diferentes informes periodísticos acerca del escándalo de la semana y los comentarios múltiples que generan, admiro y admiraré siempre a Vicky Dávila como una de las mejores periodistas del país, adelante. Y es que la infidelidad, otra arista del escándalo, además, no la podemos tolerar porque es una causal de divorcio que fulmina a las familias; pero donde hay una familia disfuncional qué se puede esperar.

William Fernando León Moncaleano.

Bogotá.

Sin censura en una democracia

En la edición n.º 1764, la entrevista de Daniel Coronell con Vicky Dávila, ‘Almendras amargas’, de febrero 21 de 2016, revela el trasfondo de dos poderes: el Ejecutivo y el cuarto poder de los medios de comunicación. La F.m. venía desarrollando investigaciones periodísticas con denominadores comunes: intereses económicos, posiciones de poder, interceptaciones telefónicas, enriquecimiento ilícito, una ‘Comunidad del Anillo’ con fines comerciales.

En el caso puntual del video, el capitán Ányelo Palacios, quien ha hecho varias denuncias, es el autor como camarógrafo, con una intencionalidad para darle determinados usos. Es el primer y verdadero responsable y no la periodista Vicky Dávila, que está cumpliendo una labor de informar y comunicar un hecho que ella no originó ni del que es responsable que haya ocurrido.

El capitán Palacios y el senador Carlos Ferro en ese momento son dos funcionarios públicos que se movilizan en un vehículo oficial comprado con recursos públicos. Es un bien del Estado y el límite entre lo público y lo privado para funcionarios públicos se mide de otra forma. Este límite debe estar en valores como la rectitud, la verdad, la honradez, la moral sin máscaras para falsear la realidad ni posiciones de poder dominante. Si hubo censura del gobierno al pedir la salida de una periodista, como se informa en la entrevista de Daniel Coronell con Vicky Dávila, es un hecho más grave que el Watergate que tumbó un presidente en la primera democracia del mundo.

Andrés Forero.

Bogotá.

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