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27 de mayo de 2017

El vaso medio lleno

El estudio que hace su artículo sobre la caída del fast track (SEMANA n.º 1829) afortunadamente proyecta un haz de luz sobre la oscuridad en que nos dejó sumidos a muchos la decisión de la corte.

Luego de ese ponderado análisis, en términos de los anhelos de paz, es mejor quedarse con la idea del vaso medio lleno y no del vaso medio vacío. Si bien los acuerdos de La Habana tuvieron la virtualidad de desactivar 50 años de guerra y se convirtieron en una guía de cómo desactivar conflictos, tal vez, a pesar de ser la paz un bien supremo, sea necesario mejor tramitar un slow track o si se quiere un fast track ralentizado, para lograr consensos de mayor cordura.

Queda claro que si la intención de la demanda era congelar el proceso de paz, el objetivo no se logró porque la llama de la paz todavía está viva, más si se tiene en cuenta que la voluntad de las partes permanece en esa dirección.
Sigue en manos del gobierno y de los congresistas más responsables llevar la implementación de los acuerdos por la senda del éxito.También la explicación acerca de las verdaderas consecuencias de la decisión apaga los ruidos sobre teorías conspirativas detrás de la determinación del magistrado Carlos Bernal Pulido, cuando lo que emerge en realidad es, por un lado, la transparencia del gobierno en la conformación de la corte y, por otro, la independencia de los jueces.
Sergio Quiñones Rodríguez
Pasto


Ni al nirvana ni al Valhalla

Con el interesante artículo de SEMANA n.º 1828 sobre la crisis en Tumaco, por fin queda en evidencia lo que muchos ya habíamos presentido acerca del acuerdo de paz y de su implementación en el sentido de que (1) con la dicha firma del acuerdo Colombia ni entraría automáticamente al paraíso, al nirvana o al Valhalla o a la Ocde como siempre dijeron; (2) que dicha implementación, que es un programa de desarrollo para el sector rural, puede tomar al menos dos generaciones (mínimo 50 años) por bien que se haga; (3) que la guerrilla jamás ha sido el origen de “todos nuestros males”, sino la consecuencia de la falta de presencia estatal –sobre todo en el sector rural– como dinamizadora del desarrollo y crecimiento económicos en casi todo el territorio nacional; (4) que este gobierno ha empleado ocho años enfrascado en su proceso de paz, dejando a la par, como en el caso de Tumaco, Quibdó  y Buenaventura, empeorar el nivel de vida de estas y otras poblaciones pobres, y que unido a unas tasas demográficas tan altas allí pueden requerir por lo menos del 50 por ciento del presupuesto nacional para sacarlas de la extrema pobreza, criminalidad y subdesarrollo en todos los órdenes; (5) que de acuerdo con la Policía la erradicación sin aspersión solo asegura un 15 por ciento de las metas y si aplicáramos ese porcentaje a las 188.000 hectáreas hoy sembradas en Colombia tardaríamos por lo menos 25 años en erradicar todas de manera efectiva; (6) que mientras Estados Unidos siga consumiendo coca (demanda) siempre habrá en Colombia alguien que quiera satisfacer ese mercado (oferta), pues no existe hoy día otro cultivo aquí que asegure semejante productividad por hectárea, con todas las deletéreas consecuencias sobre el daño en el tejido social de las comunidades involucradas; y (7) finalmente que dado todo lo anterior y lo demás aportado por el artículo de marras, el posconflicto no comenzará hasta que se erradiquen todas las formas de violencia asociadas al narcotráfico y desafortunadamente la geografía, el clima y la variedad de nuestro territorio, unidos a una inequidad y pobrezas crecientes, no permiten pergeñar que ello sea sencillo. La implementación nos tomará toda una vida y requerirá de mucho sudor, sangre y dinero. La paz no es solo la ausencia de guerra o la firma de un documento.
Mayo Monroy
Bogotá

Desde el gobierno de Carlos Andrés Pérez

En referencia a la columna de Daniel Coronell, titulada ‘Un violín suena en Caracas’, que salió en la edición n.º 1828 de la revista SEMANA. Ante todo quería felicitarlos por los 35 años de esta revista y en especial a Coronell por las opiniones que escribe. El artículo me parece que está muy bueno y refleja la triste realidad de mi país. Lo que quería con mucho respeto aclarar es que no comparto la opinión del columnista en relación con lo que señala como un acierto de la administración del presidente Chávez, la formación de estos jóvenes en el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela. Este proceso tan loable lo viene realizando el gran maestro Abreu desde el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, hace más de 40 años, específicamente desde el año 1975, en la época en que los dirigentes y quienes apoyan al gobierno llaman la cuarta república, es decir, los años de democracia que empezaron desde Rómulo Betancourt hasta el segundo mandato del presidente Rafael Caldera. Era muy común del gobierno de Chávez aprovecharse de programas, instituciones u obras que ya existían y hacerlos ver como suyos; de eso hay innumerables ejemplos que no vale la pena mencionar.
Moisés Marano
Cajicá


Desacuerdo en su tenencia

Su duda sobre los debates agrarios me pone pensativo y nervioso porque la actual polarización ideológica local, sumada a la crisis de la democracia representativa actual, es el mejor terreno y oportunidad para atentar contra los logros pacificadores obtenidos en los diálogos de paz. No es ‘El desafío de la tierra’ (edición n.º 1828), es el perenne desacuerdo en su tenencia por falta de fortaleza en el Estado para regular la codicia y el despojo de parte de los poderosos, sobre las desventajas de los campesinos que la trabajan para asegurarnos los alimentos, y no precisamente con los ilícitos cultivos que consumen en la periferia destruyendo la juventud mundial y nuestro país.

Con acuerdo o sin acuerdo de paz la propiedad privada tiene que ser respetada y garantizada por el Estado, y hacerla respetar de los particulares (políticos) como ordena el artículo 84 de la Constitución, porque el atropello que los gobiernos y los particulares ejercen sobre la tierra, sumado a la marrulla con la que se legisla sobre el tema, ha hecho inviable un campo cuya competitividad sea fuente de riqueza y bienestar para todos en él y en las ciudades.

Sin honrar lo anterior, sin extinguir los nocivos cambios en la forma de tenencia y producción (narcocultivos y minería) para así garantizar la seguridad alimentaria y el medioambiente, es imposible que nuestros gobernantes nos den una paz sostenible y, por el contrario, permiten que este mal mute a peor como el origen de muchos otros.
Gustavo González R.
Bogotá

Urge sistema de posicionamiento global

En su edición n.º 1825, en el recuadro ‘El caso escandinavo’, artículo ‘El monstruo de la gran corrupción’, relacionado con el índice de percepción de corrupción de Transparencia Internacional en 2016, ubican a Nueva Zelanda en el grupo de los países escandinavos, con lo que incurren en error conceptual y geográfico porque Escandinavia es el nombre que se le da al conjunto topográfico formado por los países de la península escandinava: Suecia y Noruega, además de Finlandia y Dinamarca y a veces Islandia.

Más que nunca hoy es importante no pasar por alto errores como el citado para hacer claridad –recordar que hace 25 años no se imparten las asignaturas de Geografía e Historia en la educación básica– porque, paradójicamente, en tiempos en los que casi toda la información está a flor de un clic, incluida la cartografía, por supuesto, buena parte de la humanidad parece no saber siquiera donde está parada.
J. Esteban Eusse Escobar
Tunja

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