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8 de julio de 2017

Reto único
Quiero referirme a los artículos de portada de la revista en su edición n.° 1835, y si bien no es que comparta al ciento por ciento las ideas y argumentos de los dos escritos, sí estoy de acuerdo con algunas respuestas del ilustre entrevistado en cuanto a lo que afirma con relación a la “apatía” del país frente a la entrega de las armas por parte de las Farc y al proceso mismo de paz “(…) muchos de los opinadores escépticos viven en ciudades donde la guerra nunca se sintió o dejó de ser una realidad en la vida cotidiana hace muchos años”. Y claro, me pregunto por qué tenemos los colombianos y mucho más los medios periodísticos que creernos o aceptar sin más los resultados de las encuestas, cuando bien se sabe que no se aplican a la totalidad de la población y solo a una muestra representativa de la misma, ¿pero con base en cuáles criterios?
De otra parte, considero que en lugar de hacer eco –de manera gratuita– a los adversarios de la paz reproduciendo y/o mencionando de manera reiterada sus juicios peyorativos  y a todas luces en contravía de los hechos históricos irreversibles que está viviendo el país, mejor por qué  no contribuir hacia y por una pedagogía propositiva que saque a los colombianos de la indiferencia, de la ignorancia, del fanatismo, de pretender que todo tiene que dárnoslo el Estado o algún nuevo Mesías…
También a los medios periodísticos les cabe en el momento que vive Colombia una gran responsabilidad y un reto único, al comentar y traer a nuestra memoria otros procesos de desarme y de pacificación exitosos en su mayoría, como aquellos que tuvieron lugar en América Central –Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Honduras– en las últimas décadas del siglo XX y en los cuales Colombia participó no solo como garante, sino como negociador; o en Irlanda, Ruanda, Angola, Suráfrica, en el país vasco o en la antigua ex-Yugoslavia.
Tampoco es acertada la afirmación que ustedes señores de SEMANA hacen en el inciso con el  cual comienzan el subtema de las Posiciones Inamovibles, en el cual manifiestan: “Un cuarto elemento es que por más evidencias que haya sobre el fin de la guerra y la voluntad de la guerrilla de entrar definitivamente a la civilidad, las ideas fijas y los prejuicios no cambiarán”; contra estas posturas es  mi reclamo, entre otras cosas, porque no son ciertas, de lo contrario ni el hombre ni las sociedades hubieran evolucionado hasta el punto en el cual se encuentran en la actualidad; la filosofía, la ciencia, la misma historia lo han demostrado en el devenir de las culturas y de las civilizaciones, ¡no hay inamovibles mucho menos posiciones similares!
Manuel E. Martínez R.
San Juan de Pasto

Tinte negativo
Saludos especiales. En mi condición de suscriptor fiel de SEMANA, muestro a ustedes, con todo respeto, mi inconformidad por la portada de la edición n.° 1835 titulada: ‘Por qué la apatía’, y por ende, del respectivo contenido explicativo de la misma (páginas 18 y 19). Sabiendo que lo sucedido el martes 27, con la entrega de 7.132 armas individuales de parte de las Farc, y su conversión en partido político, se convirtió en la noticia del año y de los 53 años de conflicto armado como un sueño muy esperado por los colombianos, dicho suceso merecía otra portada más llamativa y otro contenido sin ese tinte de negativismo que en mi concepto personal, ustedes le dieron. Francamente, quedé defraudado, dada la importancia que en el contexto nacional e internacional tiene SEMANA y la noticia en referencia. Con sentimientos de afecto y admiración,
Javier Enrique Dorado Medina
Santander de Quilichao

Con la simple firma
Muy ponderadas las razones que aporta SEMANA al porqué de la apatía de los colombianos al proceso de paz (edición n.° 1835), mas existen algunas inadvertidas y que podrían explicarse a partir del principio de Ockham, entre las cuales se destaca que “la indiferencia de un pueblo es directamente proporcional a la violencia que padece”. Al decir del gobierno, Colombia ha padecido una guerra civil de 53 años (¡!). ¿Cómo espera entonces que las víctimas –que somos todos los colombianos– olvidemos y perdonemos tan larga cadena de crímenes, delitos y abusos con la simple firma de un acuerdo debido a las urgencias de un presidente que tiene el sol a sus espaldas y reclama inscribir su nombre en la historia?
Pero además en un país dónde el delito y la corrupción son prácticamente actividades impunes y los recursos del Estado parecen estar para ser saqueados, ¿cómo aguarda el gobierno una positiva respuesta cuando la condición inicial grabada en piedra por una de las partes para adelantarlo fue que no pagaría un solo día de condena en la cárcel, y que al día de hoy cuando la JEP es todavía una entelequia, sus máximos líderes se muevan como jefes de Estado o estrellas de rock perseguidos por la prensa?
Y el perdón. ¿No obra mejor el perdón cuando el victimario ha aceptado públicamente su delito y acepta pagar una pena antes de recibir las garantías de la reincorporación a la vida civil? Podemos perdonar, pero el olvido no llega sino con las buenas acciones del ofensor y ello toma tiempo. Y finalmente es indudable que con el No en las urnas los colombianos castigamos también la arrogancia del presidente y sus correligionarios al pretender hacernos creer que es este el mejor proceso de paz del mundo y de toda la historia de la humanidad. No hay nadie infalible ni existe la perfección, y por fortuna todo es digno de ser corregido y adaptado a nuevas circunstancias. Si no fuera así, Colombia que es una democracia en construcción se quedaría en la Edad de Piedra.   
Mayo Monroy
Bogotá

Nombre verdadero
En la edición n.°1835 de SEMANA se publicó la nota ‘Yo me llamo’ en la que se señala que Rodrigo Londoño y yo somos quienes únicamente hemos decidido llevar nuestros nombres verdaderos. Allí se indica que mi nombre de guerra fue Rodrigo Granda y mi nombre real Ricardo Téllez, pero esto no es así. Mi nombre real es Rodrigo Granda Escobar ya que siempre he mantenido mi documentación en regla. Los secuestradores enviados por Uribe a Venezuela me la robaron. Al salir del secuestro el propio gobierno de Uribe me repuso la documentación. Así como deseo aprovechar el espacio de aclaración para reclamar que sean liberados las y los prisioneros políticos que aún no lo han sido, prefiero que se aclare este detalle respecto a mi nombre. 
Rodrigo Granda
Bogotá

¿Falta de espacio?
Un cierto vacío me quedó en cuanto terminé de leer la edición n.°1830; a pesar de estar en el último año de bachillerato durante casi un año he sacado el tiempo y he sido fiel lector de la revista. La desazón se manifestó cuando en ninguna de las páginas se hizo visible el controversial paro que llevaron a cabo los docentes, teniendo en cuenta que no es un tema que solo los afecta, sino en general a la numerosa comunidad educativa pública. En medio de tanta desinformación debemos entender que no se trata de un grupo de trabajadores estatales ‘mendigando’ el debido cumplimento de sus derechos, se trata de un grito desesperado en busca de un mejoramiento en la educación.
Andrés Peña Bautista
Villavicencio

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