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15 de julio de 2017

¿Existió alguna vez?
La pregunta en la portada de la edición n.° 1836, ¿En qué momento se acabó la ética  en Colombia?,  está mal planteada. Lo correcto es: ¿Existió en algún momento la ética en Colombia? Es obvio que si algo no ha existido, no se puede acabar. Un repaso serio y en profundidad de la escabrosa historia sociopolítica de Colombia, comenzando por la dudosa avivatada del florero de Llorente  y yendo hasta la presente oleada de tramposos y corruptos del siglo XXI, arrojaría dudas sobre si alguna vez hubo en territorio colombiano algo más que leves y ocasionales vestigios aislados de lo que, con alguna dificultad, se podría llamar ética.  
Germán Téllez Castañeda
Bogotá


Con Cicerón
Sobre la profunda crisis en el sistema judicial colombiano que ustedes tocaron la semana pasada (edición n.° 1836), solo queda repetir con Cicerón, O tempora o mores.
Enrique Torres
Bogotá


Sobre la apatía
Posiblemente serán varias las apreciaciones al respecto de la apatía, pero intento interpretar el sentimiento de algún número de lectores de SEMANA para aproximarme a este fenómeno político (edición n.° 1835).
Desde 1950, durante los gobiernos de Gustavo Rojas Pinilla y su Junta Militar, hasta hoy julio de 2017 sucedieron en todo el país movimientos sociales y políticos, conflictos laborales y un gran número de luchas por parte de los colombianos con el fin de lograr un cambio en las políticas hacia los trabajadores y en defensa de los derechos humanos, burlados y negados por todos los gobiernos de turno.
Muchas de estas luchas fueron dirigidas por la Uso, Fecode, Sintrafec, Fanal y Fenaltrase, entre otras, con un balance desolador, porque muchas de estas agremiaciones desaparecieron del ámbito nacional, varios dirigentes vivieron una guerra de hostigamientos, encarcelaciones, consejos de guerra, destituciones, etcétera. Las peticiones de esta gran masa fueron desconocidas por los gobiernos siguientes: Alberto Lleras C., Guillermo León Valencia, Pastranas (padre e hijo), Uribe en ocho años y Santos en siete y medio años consecutivos, y así sucesivamente.
Por el lado gubernamental aparecieron figuras como el Frente Nacional (unión de liberales y conservadores), sin ningún asomo para los trabajadores porque, según ellos, esta alianza sería la solución a todas las anomalías existentes. Y allí sigue la misma situación y el continuismo no corrige ni aporta soluciones; se oyen promesas que mucho más tarde son letra muerta. Lo más triste de este panorama es que el Congreso nacional dicta una ley con sus respectivos debates reglamentarios, la cual estipula que en las deducciones por nómina para salud se pagaría el 4 por ciento; es decir, que el gobierno debe reconocer un reintegro del 8 por ciento debido a sus famosas reformas fiscales y tributarias.
La tan anhelada justicia se vería plasmada en hechos concretos con la firma presidencial. Será que el presidente y el Congreso ya habían acordado de antemano esta maroma: los congresistas aprueban la ley y el presidente y su ministro de Hacienda no le han dado el visto bueno porque “no hay plata”. Adagio popular: “Hecha la ley, hecha la trampa”. Y el escritor Álvaro Salóm Becerra conceptuó “Al pueblo nunca le toca”.
Alberto Muñoz López
Bogotá


Como cualquier otra
No entiendo el ataque mediático al presidente de Ecopetrol, Juan Carlos Echeverry, por parte del importante periodista Daniel Coronell (edición n.° 1836 de SEMANA), que no entiende, por sus comentarios, de la industria petrolera, los salarios, bonos y demás beneficios que esta empresa ofrece a sus empleados. Creo que eso lo debe publicar para una vista más ecuánime sobre los salarios de esta industria a nivel mundial.
Ecopetrol es como cualquier otra empresa petrolera, Aramco, Chevron, BP, Shell, entre otras. No obstante, comparamos peras con mangos por decirlo de alguna manera; el presidente de Shell, Ben van Beurden en 2015 ganó 26 millones de dólares, lo que gana el doctor Echeverry es una cifra irrisoria. Ahora, Ecopetrol es una empresa que debe ser rentable, pues el Estado como su mayor accionista usa sus dividendos para la inversión social.
Por precios como los que le tocaron al doctor Echeverry había que tomar medidas y disminuir costos, pues el petróleo es un negocio estándar. Los precios de los productos que en su mayoría son commodities son fijados por la ley de oferta y demanda y no por una marca. Es un negocio técnico, y creo que si revisamos los estados financieros de las petroleras en la crisis de los precios del petróleo, Ecopetrol bajo la dirección de Echeverry y el trabajo de muchas personas no obtuvo pérdidas.
Julián Naranjo
Bogotá


Poco crítico
La edición n.° 1836 de la revista me dejó preocupado, con un periodismo poco crítico y aparentemente incluso hasta un poco cómplice:
1. La entrevista con el fiscal dejó mucho que desear. Las preguntas de verdad, las que tenían que hacer y muchos queremos saber, las escribió María Jimena Duzán en su columna unas páginas adelante. “¿No cree que a usted le corresponde cierta responsabilidad política por ese nombramiento?” es como un “hagámonos pasito” entre colegas. En las fotos se nota la felicidad del señor fiscal por el publirreportaje, según el cual el fiscal anticorrupción no hacía nada, y por tanto, no hay de qué preocuparse; y además le debemos al mismo señor fiscal el favor de descubrir al personaje tenebroso que él nombró en ese alto cargo apenas unos meses atrás.
2. Empezar diciendo que en la captura del secretario de Seguridad de Medellín “la Fiscalía demostró que no tiene pruebas contundentes para acusarlo” (como subtítulo en negrilla) es jugar a juez y además tomar partido claramente por la inocencia. Si esas conversaciones grabadas no son pruebas, entonces las fotos del Andino con las que todo el mundo da por hecho que tienen a los terroristas mucho menos son pruebas contundentes. Más adelante, la columna de León Valencia pone el dedo en la llaga, al igual que la nota del periódico El Tiempo: ¿y al alcalde quién lo ronda?
Fabián A. Jaimes
Medellín


Llegó la hora
Algo de humor ante tanto dolor.
Llegó la hora de anexar a la revista una dosis de metoclopramida, en tabletas, líquido o cápsulas.
Si bien tenemos derecho a saber las atrocidades que se viven, cometen, arremeten, piensan, reflexionan y llevan a efecto nuestros compatriotas, esto sin un antiemético resulta imposible digerirlo.
¡Qué cloaca! Por darle un coloquial nombre a cualquier recinto donde se encuentren políticos, candidatos, dirigentes, poderosos, opositores, etcétera, tramando su siguiente paso.
Triste resulta contemplar la opción de estar desinformada. Ni la mente, ni el cuerpo, ni el espíritu resisten está voraz embestida. Dios nos siga dando amparo.
Pilar Avella Salazar
Pereira

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