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14 de octubre de 2017

entralismo o separatismo
La columna de Antonio Caballero titulada ‘Una protesta contra la destrucción de España’ (SEMANA, 1849) es un escrito emblemático y un buen ejemplo de lo que debe ser una columna de opinión. No solo por su magistral manejo del idioma y por su contenido que puede ser discutible, sino por la forma rigurosa como en ella, apelando a lo que ha sido la política española, logra mostrar, con argumentos que van más allá de la retórica, qué tan fascista es el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, que recurre a la represión ciega para sofocar los votos del referéndum con un trágico saldo de 900 heridos (por fortuna ningún muerto); como la de Oriol Junqueras, vicepresident de Catalunya, quien, junto con su president, Carles Puigdemont, quieren imponer a rajatabla una decisión no reconocida mayoritariamente.
El debate entre democracia y constitucionalidad aún no ha sido salvado y que bien merece una discusión jurídica a profundidad. En el caso de Catalunya, la discusión separatista que revive el debate entre autodeterminación de los pueblos o constitucionalidad tiene que ver con el añejo problema del nacionalismo, cuya reivindicación, en muchos casos, está ligada a posiciones políticas fascistas. Lo ideal es evitar que el Estado central se imponga por la fuerza y pretenda por esa vía impedir que cualquiera de sus Estados autonómicos decida su propio destino, de la misma manera que quienes pretenden separase no logren consolidar su propio Estado-nación, sin hegemonismos internos que inexorablemente desembocan en la tiranía y que harían que el remedio resulte peor que la enfermedad.
La situación no es fácil. El péndulo oscila entre un centralismo que está destruyendo a España, y donde un gobierno como del de Rajoy y un partido como el PP se han mostrado incapaces de manejar la situación y de encontrar una salida razonable distinta de la represión, por un lado; y un nacionalismo separatista que quiere imponer el resultado de un referéndum que, independientemente de si es legal o no, no es mayoritario. El resultado de esta situación no ha sido otro que la fractura de España en dos bandos que se expresan en multitudinarias marchas. La de quienes defienden una unidad del Estado-nación español y los separatistas que se empecinan en formar su propio Estado-nación; fractura que ha generado odios y que resultará muy difícil de recomponer, pues cualquiera sea el resultado ha dejado profundas heridas y nefastas consecuencias políticas, económicas y sociales para todo el pueblo español, e incluso para la Unión Europea que, desde la distancia, está atenta al desenlace final.
Juan Manuel Jaramillo Uribe
Manizales

En la infamia
‘El año del conejo’ de Francisco Santos (SEMANA n.º 1849) califica equivocadamente, refiriéndose al día del voto por el Sí o el No, los acuerdos de paz de La Habana como “una fecha que vivirá en la infamia”.
Infamia, si el presidente hubiera entregado cobardemente la bandera de la paz y continuado la guerra, ante el engaño de los promotores del No.
Infamia, el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán. Infamia, el exterminio del campesinado humilde, en el largo periodo de terror conservador entre 1946 y 1953, y dejar el país multiplicado de muertos inocentes y víctimas desamparadas.
Infamia, ocultar este tiempo de oprobios, injusticias y amarguras. Infamia, incendiar las instalaciones de El Tiempo y El Espectador, amordazar los medios de comunicación.
Infamia, la maldición del narcotráfico, nacido al amparo de los partidos políticos. Y fechas de infamia en nuestra deforme democracia hay tantas, que resolvieron parar la historia.
En el gobierno del presidente Santos, honor para su primo hermano columnista, no hay infamia alguna. Imponer la paz viva, el derecho a la vida, construirnos nación civilizada, con educación y amor a la patria, en libertad y orden, con derechos y obligaciones, será muy difícil, pero esto es empresa de valientes, de patriotas, y como dijo el comunero José Antonio Galán: ni un paso atrás, siempre adelante, y lo que ha de ser, que sea. Y los de la paz de los sepulcros, lo volvieron cinco pedazos. La cabeza a Guaduas. La mano derecha al Socorro. La izquierda a San Gil. El pie derecho a Charalá, el izquierdo a Mogotes. El resto a la hoguera delante del patíbulo.
Isaac Vargas Córdoba
Florencia

Varios temas
Leyendo la edición n.º 1849 veo cómo siguen engañando los señores del No en la columna ‘El año del conejo’, de Pachito Santos. Se obvian temas como que vienen artistas extranjeros a hacer conciertos, inversión económica y ambiente de paz. ¡En fin! Todo eso es insignificante para ellos. Bueno, a lo que vinimos. Al leer el artículo ‘¿Se rompe la pita?’ vemos que el ‘exvice’ sabe lo que no es un secreto para nadie: que el uribismo murió y Marta Lucía no lo alcanza, y para él es muy fácil ‘robarse’ los votos de la derecha. El riesgo es que los de Cambio Radical se sientan ‘traicionados’ y se peguen a la coalición del gobierno. Realmente está jugando con candela.
Víctor Navarro
Nueva Orleans, Estados Unidos

En homenaje a U2
Muy interesante la mención que hizo la revista (edición n.º 1849) sobre algunas de las letras de las canciones de U2, aunque hubiera sido importante un análisis más amplio de la historia y la trayectoria de la banda. Lo primero, por cuanto la puesta en escena en el estadio El Campin del grupo U2 corrige una injusticia de varias décadas sin la presencia del grupo en Bogotá; lo segundo, porque si bien se equipara el concierto con la visita del papa, la banda U2 es una verdadera supernova en el firmamento del rock que hubiera merecido la pena reseñarlo, así como también la historia de The Joshua Tree.
La presencia de U2 en Colombia, que fue esquiva durante décadas, si bien no fue el punto de partida de la terminación del conflicto, junto con la visita del papa, sí fue el punto de llegada, una inyección de energía a la firma de la paz. Su visita no se dio por afortunados lances del destino, sino como consecuencia del momento histórico que vive el país, y nadie más indicado que Bono para terminar de refrendar el proceso de paz.
El rock de U2 no se encasilla en una época específica, pero las letras de sus canciones siempre traslucen mensajes sociales; algunas de sus letras inspiradas seguramente en la omnipresencia de imágenes de horror en su país, Irlanda, y en los conflictos en todo el mundo.
El activismo social y la presencia escénica son capitales en U2, y su activismo político los distingue de otros grupos que solo están para seducir y dar esparcimiento al público; la poesía tiene asiento permanente en sus temas, que finalmente se diluye en una alegoría inmensa hacia la convivencia pacífica.
El emblemático álbum The Joshua Tree tuvo la virtualidad de llevar la trayectoria de U2 por la senda del éxito, llegando cada uno de sus temas a mayores niveles de originalidad. Sus composiciones, oscilan entre temas pesados, como Bullet the Blue Sky, o suaves como el vuelo de una mariposa, como Running to Stand Still o Mothers of the Dissapeared, siempre con la utilización de los acordes de The Edge como agente de seducción. Seguramente Bono nos ayudará a ver el significado de dejar atrás esas épocas oscuras de violencia.
Sergio Quiñones Rodríguez
Pasto

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