Cartas
"Maza puede tener cosas para explicar, pero de ahí a que sea el autor intelectual hay un trecho" Javier Robledo, Bogotá
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Disyuntiva fatal
Su pregunta sobre qué tan culpable es el general Maza, (edición # 1425) además de jurídicamente compleja, plantea algo de fondo que se debate hoy como “el mal menor”. La pregunta es: ¿Pueden las democracias combatir de manera efectiva el terrorismo solamente con medios lícitos o legales? Una disyuntiva entre “el deber ser” y el pragmatismo. Las posibles alianzas del general con el cartel de Cali y los paramilitares en cabeza de Henry Pérez para acabar con Pablo Escobar nos muestran que una cosa es justificar ante sí mismo un mal menor (como dice SEMANA en el informe,), y otra es hacerlo frente a la comunidad.
Sin embargo, surge la pregunta: ¿Por qué es lícito para un juez o fiscal negociar información para investigar e impartir justicia, pero no lo es para el policía que captura al criminal? Si nos referimos a la Ley de Inteligencia (1288 de 5 de marzo de 2009), veremos que ésta fue promulgada para asegurar la consecución de los fines del Estado como es la seguridad frente al terrorismo, recurriendo a la inteligencia y contrainteligencia como principio de necesidad por no existir otros medios para lograr ese fin. En su artículo quinto se refiere también dicha ley al principio de proporcionalidad, en el que “los beneficios deben exceder las restricciones impuestas sobre otros principios y valores constitucionales”.
Así que las imputaciones del ex presidente Gaviria están fuera de lugar, por lo extemporáneas y porque no consultan lo que prevé la Ley de Inteligencia. El general Maza se alió con el diablo, en bien de la nación, para combatir a Pablo Escobar. Y asumió los riesgos de Misión Imposible: Si lo pillan, negaremos tener conocimiento de lo que usted hace.
Pedro Aja Castaño
Barranquilla
Replantear el enfoque
Como fiel lector debo felicitarlos por el ilustrativo reportaje sobre la guerra que vive México (‘La historia se repite’, edición # 1425). Es aterrador ver cómo cada día la situación del país del norte se parece más a lo que sufrimos los colombianos en los 80. Definitivamente la única solución para combatir el narcotráfico es replantear el actual enfoque y comenzar a pensar en alternativas como legalizar la droga. A mi entender, la situación es exactamente igual al prohibicionismo que cobijó al alcohol, y tarde o temprano habrá que asumirlo de una manera similar. De lo contrario, seguiremos viendo Estados fallidos por cuenta del inmenso poder corruptor del ‘narco’, como le dicen los mexicanos.
Juan David Peña
Manizales
Ambigüedad política
El artículo sobre las mentiras de Chávez (SEMANA #1424) no hace sino confirmar la ambigüedad en la posición política del Presidente venezolano con los grupos alzados en armas de Colombia, la entrevista que concedió a los medios y que se retransmitió en Colombia fue poco menos que una actuación payasa, pacata e insuficiente, comenzando porque Chávez no permite que se le formule algún interrogante completo.
Fernando Salamanca R.
Bogotá
Brasilia y las uñas
Leí con atención el artículo sobre el papel protagónico del presidente brasileño Lula da Silva en el enfrentamiento entre los presidentes de Colombia y Venezuela (‘Lula, ¿el salvador?’, edición # 1425). Me parece que los análisis de estos días, que tanto mencionan los gritos de independencia del continente, olvidan que Brasilia, como cualquier poder con aspiraciones hegemónicas, tarde o temprano muestra las uñas. Si bien es cierto que a Lula le conviene mantener el orden en el vecindario, no tendrá problema en pisar callos para proteger sus intereses.
Alberto Vanegas
Bogotá
Poder maquiavélico
Respecto al artículo de la edición de SEMANA #1425 por Daniel Coronell, ‘Parece que fue ayer’, empiezo a cuestionarme sobre el alcance y el poder maquiavélico del gobierno para cohechar a ciertos parlamentarios con dádivas notariales que a criterio de los constitucionalistas cercanos a Palacio denominarían “descentralización administrativa por colaboración - al referendo”, situación que los ingenuos, o más bien malévolos y ambiciosos congresistas (no todos) olvidan sus consecuencias jurídicas y que pensando en el beneplácito de la Casa de Nariño no tendrán problema alguno. Por ello traigo a colación el viejo adagio “quien no conoce su historia está condenado a repetirla”, que más bien en el típico, criollo y recurrente caso colombiano denominaríamos “quien quiera repetir la historia (Yidis y Teodolindo) recuerde al menos que la justicia tarda, cojea pero llega”. ¡Pilas! Alirio, y cuidado honorables representantes de la patria, luego no digan “Uh... como que me tumbaron”.
César Javier Valencia Caballero
Bucaramanga