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Artículo

DEL MINISTRO DE DEFENSA NACIONAL

21 de octubre de 1996

Con profunda sorpresa leí el artículo publicado en la última edición de esa revista bajo el título 'Bogotá sitiada', y francamente debo decirles que quedé muy preocupado, si bien por motivos distintos de los que muchos de sus lectores quienes terminaron convencidos de que la caída de la ciudad en manos de la subversión, y con ella la de nuestro Estado de derecho, sólo dependen de la orden de un jefe de cuadrilla. La intención de los grupos guerrilleros de tomarse la capital es, como bien se sabe, casi tan vieja como su propia existencia. Sin embargo, la verdad es que hoy ella no es sino una mera aspiración de los delincuentes y no tiene ninguna factibilidad de convertirse en realidad. Simplemente NO ES CIERTO _así, en mayúsculas_ que los subversivos estén en las goteras de la capital prestos a hacerla suya, y tampoco lo es que la Fuerza Pública no tenga definida una estrategia concreta dirigida a conjurar sus propósitos. Los hechos demuestran de modo evidente que, por el contrario, las Fuerzas Militares y la Policía Nacional en desarrollo de sus planes y operaciones, han venido a lo largo del último año quitándole espacio a los grupos guerrilleros en Cundinamarca y Bogotá, restableciendo el control sobre el grueso de los corredores en los que antes se movían. Para ese efecto se creó la Quinta División del Ejército, con la función básica de conducir el combate contra los violentos en esta zona y en parte del Tolima. Al mismo tiempo, reorganizamos distintas guarniciones para permitir que la XIII Brigada, con sede en Bogotá, se dedique de manera exclusiva al manejo del orden público en esta jurisdicción. Además, con la intención de afianzar la presencia de las Fuerzas Militares en el área y de darles seguridad a sus habitantes, se trasladaron a la periferia del departamento varias de las unidades antes acantonadas en la capital. Así, en la actualidad hay contingentes militares ubicados en La Mesa, San Juan Rioseco, Zipaquirá, La Calera, Cáqueza y Ubalá, encargadas de cubrir las provincias de Tequendama, Magdalena Medio, Rionegro, Sabana Centro y el valle de Ubaté, Oriente y el Guavio. A ello hay que agregar, además, el sustantivo incremento operacional que se obtuvo al traer a Cundinamarca la Brigada Móvil No.1, un equipo contraguerrillero altamente especializado. Por su parte, la Policía Nacional ha ido instalando o reactivando y reforzando puestos de servicio en varios municipios que en el pasado fueron atacados, y la proyección es que antes de marzo próximo no haya cabecera municipal donde la Policía no esté presente. Entre otros mecanismos, los frentes de seguridad rurales y los locales de Bogotá se han fortalecido y la red alterna de apoyo a nivel municipal ha empezado a dar buenos resultados. En fin, esta somera relación de tareas y actividades, que por supuesto podría extenderse mucho más, basta para mostrar cómo la falta de una información completa, que fácilmente hubiera podido serle proporcionada al redactor por las autoridades militares y policiales encargadas de la seguridad en Bogotá y en Cundinamarca, dio lugar a la presentación de una visión distorsionada sobre la cuestión guerrillera en la capital y sus alrededores. Con ello se creó en la comunidad una lamentable sensación de zozobra, desconcierto y desamparo que, a más de ser injustificada, sólo beneficia los intereses de la propia guerrilla, con las consecuencias que son de imaginar en materia de inversión, turismo y comercio, y con el efecto de minar la confianza de la población en sus autoridades. Por supuesto, no es posible descartar la ocurrencia de actos vandálicos y terroristas en Cundinamarca y Bogotá. Empero, como puede verse, tenemos perfectamente claro qué hacer para ganar la guerra, si bien actualmente, como lo hemos dicho de manera repetida, no disponemos de todos los recursos humanos, jurídicos, financieros y materiales que necesitamos, y es indispensable contar con una mayor solidaridad ciudadana, de obra y no sólo de palabra. Así pues, el problema no es, ni mucho menos, el de falta de brújula. Juan Carlos Esguerra Portocarrero Ministro de Defensa Nacional Bogotá

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