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Del Partido Liberal

Luis Guillermo Velez Trujillo, director Partido Liberal
17 de enero de 2000

Me refiero al artículo ‘Ojo por ojo’ en el cual se afirma que “el hundimiento del proyecto de facultades extraordinarias al Presidente deja en el ambiente la sensación de una cuenta de cobro a la Contraloría por parte de la clase política” y atribuye lo actuado a una expresión del senador José Renán Trujillo.

Injusto el debate que ha querido camuflar el doctor Carlos Ossa sobre la conveniencia de unas facultades al gobierno para modificar la Contraloría. Tratar de poner una mordaza a la formulación de alternativas para mejorar el control fiscal es inaceptable, sobre todo cuando proviene de un Contralor General. Decir que cualquier oposición es una retaliación por no sé qué cosas que haya dicho o no dicho el Contralor, es tender una cortina de humo sobre el verdadero problema de la Contraloría. El sistema de Contraloría está haciendo agua.

El mismo Contralor lo reconoce cuando admite que se han robado cinco billones de pesos del tesoro público. En el pasado inmediato se cometieron graves errores y se dio el insólito caso de tener cuatro contralores en la cárcel. Este es argumento suficiente para pensar que el sistema ha fracasado. Que no son suficientes las reformas de maquillaje, sino que se requiere un análisis a fondo para estudiar las alternativas sobre corte de cuentas, tribunal de finiquitos, tribunal fiscal y otras modalidades de control que pueda reemplazar la Contraloría. Si el doctor Ossa Escobar quiere capitanear la reestructuración del control fiscal en Colombia, debe dejarse de disculpas y falsas motivaciones para sacar una reforma en ocho días que no tiene nada de sustancial y que va a caer al mismo llanito.

Entre otras cosas este sistema de modificaciones a la Contraloría, así sean superficiales, no debería hacerse por el procedimiento de facultades extraordinarias , porque es inconsistente darle al gobierno el instrumento para que se fije su propio control, a no ser que estemos dentro de la órbita de aquel adagio popular que socarronamente prescribe: “Al ladrón dale las llaves”.

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