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Que no se pierda el gusto

2 de febrero de 2008

La realidad de lo que ha venido aconteciendo con el Presidente del vecino país de Venezuela la hemos venido manejando como el cónyuge, que conociendo la infidelidad de su pareja, no quiere darse por enterado, para no tener que asumirla. Para afirmar, en el artículo de SEMANA ‘¿Será en serio?’ que la arremetida del presidente Chávez se origina en la falta de buenos modales que, según el articulista,  tuvo el presidente Uribe al notificarle a su homólogo venezolano la finalización de sus oficios como mediador del intercambio humanitario, se necesita no querer mirar más allá de nuestras propias narices.
El estrecho vínculo del presidente venezolano con las Farc, que conocíamos, pero del que, como el amante engañado, no queríamos darnos por enterados, no nació de la diferencia con el Presidente colombiano. Tampoco nació de allí el proyecto expansionista bolivariano, que pretende imponer a toda costa el llamado Socialismo siglo XXI en América Latina. De tiempo atrás se conocía la tendencia y los propósitos del mandatario venezolano. Si no era  esta la oportunidad para poner en práctica su intervencionismo y querer hacer realidad sus propósitos, iba a ser en otra. Inclusive, en el mismo proceso de mediación. ¿Acaso, no fue querer inmiscuirse directamente con nuestras Fuerzas Armadas lo que originó la decisión presidencial?
No nos llamemos a engaño, el afecto y el respeto que en apariencia se profesaban los dos mandatarios era hipócrita, por parte del mandatario venezolano. Su confesa adhesión al grupo terrorista de las Farc, enemigo acérrimo del gobierno colombiano, así lo demostró.
Ahora bien ¿Será en serio? Es en serio. Tenemos en el mandatario del vecino país un peligro inminente. El plan del presidente Chávez ha sido perfectamente preconcebido. Él sabe que en América Latina la tradición democrática de nuestro país y la política y la ideología totalmente contrapuesta, es piedra en el zapato para conseguir sus objetivos. Somos el enemigo a vencer. La vía diplomática, para tratar de llevar a cabo unas reglas de convivencia es imperativa, pero teniendo bien puestos los pies sobre la tierra.

Ricardo Buitrago
Bogotá

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