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¡Qué tristeza!

29 de septiembre de 2007

Fue el sentimiento que me embargó luego de leer la columna de Héctor Abad en la edición #1325; y no precisamente por las penumbras que ha tenido que pasar para tramitar su certificado judicial, sino por la forma irresponsable y abusiva con la que el señor Héctor Abad hace uso del derecho a la libertad de prensa y libre expresión para violar el derecho a la dignidad y el buen nombre de otros; ya que una cosa es protestar o mostrar su inconformismo frente un trámite que, como él lo dice y yo mismo lo reconozco, muchas veces se puede convertir en una pesadilla para muchos colombianos, y otra muy diferente es aprovecharse de su posición como columnista de la revista SEMANA para jugar con mi dignidad y mi honra. Lo digo porque antes que ser funcionario del DAS, de lo cual me siento muy “orgulloso”, soy ciudadano, ser humano, padre de familia y esposo, y por lo tanto tengo derecho a que mi dignidad se respete.

Antes que un reclamo, lo que quiero es dejar una reflexión; ya que por la irresponsabilidad de sus comentarios no se imaginan el dolor tan inmenso que sentí al sentarme al lado de mi más sagrado tesoro, que es mi pequeña hija Sibila, a explicarle y decirle que no se preocupara, que su papá al que tanto admira por ser un hombre honesto y trabajador, nunca ha sido un hampón por el simple hecho de trabajar en el ‘DAS’.
  
Considero que dentro de su sabiduría, el señor Héctor Abad debe reconocer que se equivocó al tildarnos de hampones y por lo tanto, lo más honesto es rectificar su afirmación, ya que no sólo es mi dignidad, si no la de 7.000 ciudadanos colombianos que son funcionarios del ‘DAS’ y que con “lealtad, valor y honradez”, se esfuerzan cada día por hacer patria.

Quiero aclarar que ésta es mi opinión y en ningún momento quiero comprometer la posición de los directivos de mi institución o la de mis compañeros.

Nicolás Alberto Gómez Orozco
Bogotá

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