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Que vengan los gringos

Con frecuencia me tomo el tiempo para leer los artículos de tan prestigiosa revista. Y como siempre, no porque le tenga estimación especial a Antonio

Guillermo Delgado
25 de marzo de 2002

Con frecuencia me tomo el tiempo para leer los artículos de tan prestigiosa revista. Y como siempre, no porque le tenga estimación especial a Antonio Caballero, no deja de sorprenderme su cinismo y su arrogancia cuando en su artículo ‘Lo barato sale caro’ (SEMANA #1.034) no hace sino rajar del fracasado proceso de paz, como si quisiera decirnos: “¿Lo vieron? Yo tenía razón. Pastrana tampoco lo pudo sacar adelante”. No estoy diciendo que la revista y el periodismo de opinión deban ser indiferentes. Pero me atrevo a formularle una pregunta: ¿Cómo se puede llegar a un proceso de paz a fuerza de diálogos infructuosos? En 1944, la invasión de Normandía marcó el principio del fin de la guerra, y con todo el inmenso contingente, el resultado tardó un año. No podemos seguirnos diciendo mentiras, las Fuerzas Militares no tienen la capacidad para acabar de manera radical con todos los frentes de las Farc.

Recordando el dicho “a grandes males, grandes remedios”, me atrevo a formular uno similar: “A problemas de fuerza, soluciones de fuerza”. Cuando Estados Unidos entró a Panamá por Noriega, o cuando invadieron Grenada porque se iba a montar una base de cohetes, algo parecido a lo que tuvieron que hacer en 1962 cuando la crisis con la Unión Soviética, en fin, en resumidas cuentas: la guerrilla colombiana jamás se acabará por las buenas. Y los convenios de asesoría militar del Tío Sam no son suficiente. Sólo acabará si Estados Unidos envía fuerzas élite, con alta tecnología, medios satelitales de rastreo y armamento superior para acorralar y desarticular a todos los frentes de las Farc. Lo que se siga haciendo en las actuales circunstancias son paños de agua tibia.

Guillermo Delgado

Bogotá

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