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Fotograma de 'La boda'. Cortesía Stephan Streker,

ESTRENO

‘La boda’: la violencia de la tradición

La película belga-pakistaní ahonda en el roce entre culturas, el matrimonio forzado, el homicidio por honor. Hablamos con su director, Stephan Streker.

Ana Gutiérrez
25 de octubre de 2017

La boda, de Stephan Streker, es a la vez una historia muy local y muy universal. El largometraje cuenta la vida de Zahira, una joven belga-pakistaní atrapada entre la tradición y la vida que quiere vivir en el país al que han emigrado sus padres. A pesar de una crianza moderna, Zahira no puede escapar de la tradición, que dicta que debe casarse con un hombre pakistaní que solo podrá conocer por Skype antes de la boda. Repentinamente se encuentra enfrentada a sus padres, sus hermanas y a su hermano, antes su fiel cómplice.

Streker entrelaza la modernidad con las costumbres, la libertad con el deber y la violencia con el amor. Toca también temas puntuales como los crímenes de honor, los matrimonios forzados y la inmigración. Hablamos con él sobre un largometraje, que se estrena en Colombia el 26 de octubre.

¿Por qué narrar una historia de un crimen de honor?

La película toma inspiración de un caso real muy famoso que ocurrió en Bélgica en 2007. No estaba interesado en hacer una película sobre eso hasta que conocí, por casualidad, al mejor amigo del hermano. Él me dijo "no te puedes imaginar lo mucho que él la quería, eran muy unidos y toda la familia era muy amorosa". Entonces, al saber eso pensé que era como una tragedia griega y que era una historia muy poderosa que debía contar.

¿Hizo entonces mucha investigación sobre el caso?

Quise conocer a personas de la comunidad pakistaní. También tuvimos un asesor pakistaní en todo momento en el set para poder ser lo más acertados posible. Pero lo que no quise hacer fue conocer a las personas reales de la historia porque quería mantener mi libertad creativa y artística.

La tradición, y romper con ella, es un tema recurrente en la película. No solo en cuanto a Zahira: sus hermanos también luchan contra ella...

Para mí lo interesante es mostrar que todos quieren ser libres pero al final se conforman a la tradición y a veces eso hasta funciona. Es muy inusual hacer una película que tiene dos matrimonios arreglados que funcionan bien, el de los padres y el de la hermana. Quise mostrar que a veces funcionan porque para nosotros, los occidentales, no es así. No conocemos ese fenómeno tanto como creemos. Pensamos que siempre es una catástrofe y no es verdad. Pero claro, el matrimonio forzado como institución, como concepto (que es algo distinto), sí es una calamidad total.

Algo muy interesante es que la película empieza con Zahira en una consulta médica para recibir un aborto, que ya es sorprendente, y además sus papás están completamente enterados de la situación y apoyan la decisión, cosa que es aún más sorprendente.

No es que no se les haga grave el aborto: para ellos es un problema más serio, y lo que pasó antes de que iniciara la película fue una explosión total de la familia. Pero lo más importante para ellos es guardar las apariencias. Mientras tengan eso, el aborto estará bien. Antes de empezar a escribir la película pensé que esto era un problema de religión pero no lo es. Por ejemplo, Zahira es totalmente musulmana, mantiene siempre su fe. El problema es que no acepta la tradición. Es ahí donde está el nudo. El honor viene de respetar la tradición y mantener la apariencia. Tienes que mantener eso para retener tu honor.

Es interesante, entonces, que a lo largo de la película la tecnología moderna juegue un papel tan importante. Mensajes de texto, internet y, en especial, Skype...

¡Si! [risas]. Lo más increíble es que, en cuanto a la película, lo más cercano a lo que ocurrió en realidad es la ceremonia de bodas que hacen por Skype. Tuve la suerte de que me permitieran ver la grabación de la ceremonia real, que se hizo con un smartphone de los familiares. Es una locura porque Skype es una tecnología tan moderna… Se da entonces una mezcla particular con la tradición. Me encanta que la madre es la que dice "tenemos que mantenernos al día".

El tema que toca la película es muy específico, pero tiene mucha resonancia. Colombia también lidia con esos problemas de género, de honor y de tradición.

Estamos muy felices y orgullosos porque la película llegue tan lejos. Cuando uno hace una película belga no piensa que va a salir ni siquiera en Bélgica, y mucho menos en Colombia. La película toca un tema muy específico, esa mezcla de cultura belga-pakistaní, pero extrañamente eso es lo que la hace universal.