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Se celebran los 100 años del nacimiento del comediante mexicano Mario Moreno "Cantinflas".

Aniversario (Impresa)

La facilidad de palabra

Para muchos jóvenes de hoy, Cantinflas hace parte de un imaginario latinoamericano desdeñable y pasado de moda. Que el centenario de su nacimiento sirva para redescubrir a uno de los genios de la cultura popular del continente.

Francisco Barrios
19 de julio de 2011

Cantinflas es un vago que se hace pasar por el desaparecido Leonardo del Paso, el hermano de Gloria, la patrona de su novia Paz, o “Pacita”, como él la llama. En el nudo de la historia, el agente del Ministerio Público interroga a Cantinflas, que está en el banquillo de los acusados: “¿Cuál es su gracia?”, le espeta el fiscal. El acusado responde: “La facilidad de palabra”. Esta escena final de un juicio en la película Ahí está el detalle (1940) condensa, de alguna forma, la vida de Cantinflas y el significado de su obra. Después de que se aclara el enredo, el juez, que se parece de modo inquietante a Miguel de Unamuno, termina hablando como Cantinflas, pero este Cantinflas no es el hombre pobre y moralista de películas posteriores; es un ladrón de poca monta, que tan pronto sube en la escala social por cuenta de una equivocación, humilla a su novia Pacita y la trata de “igualada”.

 

“El chato Moreno”

 

Mario Moreno nació el 12 de agosto de 1911 y fue el sexto de los doce hijos de Pedro Moreno y Soledad Guízar Reyes. Creció en Tepito, un barrio de boxeadores ubicado en Colonia Morelos, en Ciudad de México. A la edad de dieciséis años empezó la carrera de Agronomía, pero al poco tiempo la abandonó y se enlistó en el Ejército. Algunos de sus biógrafos sostienen que Moreno escapó, pero otros aseguran que su padre envió los documentos que confirmaban su edad y solicitó que le dieran la baja. Después se matriculó en la Escuela de Medicina, pero también la dejó y decidió probar suerte como boxeador, bajo el mote de “el chato Moreno”. Aunque era un púgil diestro y tuvo como entrenador a un ex campeón de peso ligero, Mario Moreno abandonó este deporte y decidió lanzarse como cómico en las famosas carpas de espectáculos que abundaban en México por esos años.??En un principio, el comediante aparecía con la cara pintada de negro, a la manera del actor estadounidense Al Jolson en la película El cantante de Jazz (1927), y bailaba el charleston, pero después este acto dio paso a una rutina y a una indumentaria más cercana a la de los payasos, la que presentó con el nombre de “Polito”. Finalmente, su vestimenta se decantó hacia la del “peladito” de ciudad, pero aún faltaba el nombre.

 

En la década de los 30, Moreno se presentó en carpas famosas como Ofelia, Sotelo y Valentina, y en el Salón Rojo y el Follies Bergére, entre otros. Allí encontró el apoyo de Celia Tejada, conocida como “La reina de las carpas”, quien, al decir de uno de sus biógrafos, le sugirió cambiar el nombre de su personaje de Cantinflitas a Cantinflas. En lo que respecta a la elección de su nombre artístico y a su característico monólogo incoherente, el escritor mexicano Carlos Monsiváis (1938-2010) afirmó que Mario Moreno olvidó su rutina en una presentación y empezó a improvisar. El público, divertido, empezó a gritarle “¡Cuánto inflas!” (¡Cómo tomas!) o, en otras versiones, “¡En la cantina, inflas!”. Por su parte, en la biografía Cantinflas. El filósofo de la risa, el periodista colombiano Miguel Ángel Flórez confirma que el apodo surgió de la contracción de estas exclamaciones, pero que Moreno lo escogió después de escucharlas repetidamente en las cantinas a las que lo invitaban después de sus presentaciones.

 

En 1934, Cantinflas conoció a Valentina Gergorieva Ivanova, hija de Gergoriev y Anita Ivanova, propietarios de la carpa de circo Valentina, quienes habían huido de Rusia después de la revolución bolchevique. En diciembre de ese mismo año Moreno e Ivanova se casaron.Por esta misma época, Cantinflas conoció también al productor de cine Jacques Gelman, quien le propuso actuar en películas. Junto a Gelman y al cómico Manuel Medel, antiguo compañero en la carpas, Cantinflas actuó en cuatro largometrajes y siete cortos, entre los que se destaca Águila o Sol (1938), conocida también como Cara o Cruz. En esta película, Cantinflas y Medel interpretan una desternillante escena de borrachos. Así, el personaje de Cantinflas empezó a esbozarse para la pantalla.

 

Ante el éxito del personaje, Gelman, junto al también productor Santiago Reachi, le propuso al actor crear su propia compañía, P.O.S.A Films (Publicidad Organizada S.A.), la cual produjo, en asocio con Grovas Oro Films, Ahí está el detalle, la película que definió lo cantinflesco.

 

“Exageradón, pero cierto”

 

La puerta grande de la lengua española es el Diccionario de la Real Academia, y para entrar por ella uno tiene que haber dado origen a una categoría, como lo rocambolesco, lo borgiano o lo dantesco. Lo cantinflesco, aunque fue incluido en el diccionario en 1992, ya había obtenido el reconocimiento popular cincuenta años atrás con las películas Ahí está el detalle y Ni sangre ni arena. La primera es la clásica comedia de equivocaciones, propia del teatro más que del cine. En ella aparece una pareja de ricos sin hijos, que se llaman Cayetano Lastre (el cornudo) y Glorita (la esposa joven y bonita); aparecen también pobres como Clotilde del Paso y sus siete hijos, y “Pacita”, la criada “gordita”. Hay un villano de nombre Bobby, alias “el Fox Terrier”, que se llama como el perro de los ricos, que es un Fox Terrier, y esta confusión es la que desemboca en la famosa escena del juicio. En esta película, los ricos, en particular Cayetano, se caracterizan por su dicción impecable, mientras que Cantinflas es incapaz de hablar sin cometer errores gramaticales.

 

En el ensayo Escenas de pudor y liviandad, publicado en 1981, Carlos Monsiváis definió lo cantinflesco como “el reino de los diálogos gratuitos y la impudicia, que es la única variante de la impunidad al alcance de los pobres”. Unos años después, en la ponencia “Ahí está el detalle: el habla y el cine de México”, que presentó en el I Congreso Internacional de la Lengua Española (Zacatecas, 1997), el ensayista explicó cómo el éxito de películas como las de Cantinflas durante la llamada “época de Oro” del cine mexicano, entre 1935 y 1955, se debió a que los productores supieron explotar el habla popular en oposición al habla culta, característica de los políticos. Agrega Monsiváis: “Estoy convencido de que Cantinflas, al principio, más que burlarse de la demagogia, como aseguraron varios críticos, lo que intenta es asir un idioma, apoderarse de un idioma a través de esas fórmulas laberínticas que lo depositen en el centro de su significado (…) En este panorama Cantinflas es, casi literalmente, la erupción de la plebe en el idioma”.

 

En cuanto a Ni sangre ni arena (1941) la comicidad reposa en el talento del actor para las payasadas y las cabriolas. Cantinflas es confundido con el torero Manolete y, muerto del susto y un poco borracho, sale al ruedo a encarar a un toro de lidia y realiza una faena espectacular. En su juventud, Cantinflas también quiso ser torero y lo que alcanzó a aprender fue suficiente para convertirse en un excelente torero bufo. Fue a raíz de esta escena que Charles Chaplin lo elogió como “el mejor comediante del mundo”.

 

Muchos años después, en 1964, cuando los dos comediantes se conocieron, Chaplin le dijo a Cantinflas que ellos dos eran “los mejores”, a lo que el mexicano respondió: “Exageradón, pero cierto”?(anécdota que recoge Flórez Góngora en su biografía).

 

El padrino

 

El éxito de taquilla de Ni sangre ni arena le abrió a Cantinflas el camino a la riqueza, de la mano de una fórmula que repetiría, con algunas variaciones, en la mayoría de sus películas de las siguientes cuatro décadas. Se trata del pobre que, por cuenta de una confusión, se ve envuelto en un medio social ajeno a él, y que después de generar situaciones hilarantes enredando a sus interlocutores, obtiene el reconocimiento de los poderosos y se reivindica. Así lo hizo en películas como Gran Hotel (1944), El bolero de Raquel (1957), Sube y baja (1959), El analfabeto (1961), El ministro y yo (1976) y El Barrendero (1982), su última película. Una variación a la fórmula fue la de parodiar clásicos de la literatura y el cine, en películas como Los tres mosqueteros (1942), Romeo y Julieta (1943), El extra (1962) y Un quijote sin mancha (1978). La otra variación fue la de interpretar a un profesional, pero sin dejar de hablar a su manera, como en El padrecito (1964), El Señor Doctor (1965), Su Excelencia (1966) y El Profe (1970). Pero a pesar de lo repetitivo de las películas de Cantinflas, y de cierto tono moralista que adquirieron a partir de los años 60, hay en cada una de ellas un dicho o una cabriola única que da cuenta de su genialidad como improvisador.

 

A principios de los años 50, y aprovechando su fama, Cantinflas dio inicio a labores gremiales y sociales que aumentaron la devoción del público de América Latina y España. Fue uno de los fundadores de la Casa del Actor, en 1952, y de un patronato de construcción de casas para los pobres, en la colonia Magdalena de Ciudad de México. Por esa misma época, en un acuerdo con el diario Últimas Noticias, Cantinflas reveló las ganancias de los millonarios de la industria del cine mexicano, buscando así presionarlos para que donaran a sus causas sociales.

 

Su éxito artístico, sumado a su labor filantrópica, llamó la atención de Hollywood en los años 50, y fue así como el productor Michael Todd lo llamó para interpretar el papel de Passepartout, el mayordomo del aventurero Phileas Fogg (David Niven) en La vuelta al mundo en 80 días (1956). Esta película, dirigida por Michael Anderson, fue la más costosa en la historia del cine hasta ese momento y le valió a Cantinflas el Globo de Oro como Mejor Actor. Además de Niven y Moreno, en la película actuaron Charles Boyer, Marlene Dietrich, Luis Miguel Dominguín, Fernandel, John Gielgud, Buster Keaton, Shirley McLaine, César Romero y Frank Sinatra. Aunque Cantinflas nunca entró en el circuito de producción de Hollywood, su participación en esta película lo llevó a codearse con las grandes estrellas y a convertirse en “el actor mejor pagado del mundo”, según la prensa de la época. Después de la película, Cantinflas fue el padrino de bodas del productor Michael Todd y Elizabeth Taylor.

 

La respuesta mexicana

 

Cantinflas y su esposa no tuvieron hijos biológicos. En 1961 decidieron adoptar a un niño, al que bautizaron Mario. Valentina murió de cáncer en 1966, y dos años después, Cantinflas entabló una relación con Joyce Jett, una texana a la que había conocido en la época de La vuelta al mundo en 80 días. Cantinflas tuvo tres hijos con Jett, pero no sólo no formalizó este matrimonio, sino que lo mantuvo en secreto. En 1990, Jett interpuso una demanda contra el comediante, la cual terminó en un acuerdo por el que ella recibió veintiseis millones de dólares. Durante el proceso, Joyce Jett no dudó en calificar al actor de déspota, machista y fanfarrón.

 

Mario Moreno siempre se preció de no utilizar dobles en las escenas de acción, y su temeridad sólo se vio superada por su generosidad y la conciencia de sus orígenes. En una entrevista con el periodista mexicano Jacobo Zabludosky en 1969 que puede verse en You Tube, Moreno afirmó: “Yo, Jacobo, en cualquier condición que esté, soy pobre”. Aún así, Cantinflas vivió como un millonario. Se construyó una mansión en las Lomas de Chapultepec, en la que tenía una sala de cine, una colección de armas y otra de obras de arte; fundó su propia ganadería, compró autos deportivos y piloteó su propio avión.

 

Cuando empecé a investigar para este artículo, consulté los archivos digitales de los principales diarios colombianos en busca del cubrimiento que tuvo la muerte de Cantinflas, ocurrida el 20 de abril de 1993. Los resultados de la búsqueda aparecieron en orden cronológico descendente. Así, en el archivo de El Tiempo me encontré con que en el 2010 fue capturado en Suba “alias Cantinflas”, el líder de una peligrosa pandilla. En el 2009, el ex paramilitar Israel Pérez, conocido como “Cantinflas”, rindió versión libre de sus crímenes ante la fiscalía. En el 2008, un habitante de La Virginia, Risaralda, al que le dicen “Cantinflas”, conminó al Presidente de entonces a que le diera una solución a las inundaciones de su pueblo. En el 2000, el Ejército capturó a un tal “Cantinflas”, comandante de un frente de las FARC.

 

En Sube y baja (1959), Cantinflas es interpelado por el playboy Jorge Sediel, a quien ha suplantado en peligrosísimas hazañas deportivas: “¿Por qué lo hiciste?”, le pregunta. A lo que Cantinflas responde: “Pues un poco por el contrato, otro poco por ‘susistir’ y otro poco por hablador”. Esta podría ser la respuesta de cualquiera de los “peladitos” que hoy conforman, como gatilleros, las pandillas que asuelan el continente.