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Elizabeth Olsen y Jeremy Renner en una escena de 'Wind River'.

Reseña

Una muerte misteriosa en Wind River

La película más reciente de Taylor Sheridan, guionista de ‘Sicario’ y ‘Sin nada que perder’, ahonda en el asesinato de una joven en una remota reserva indígena.

Ana Gutiérrez
7 de diciembre de 2017

En medio de una noche nevada, una joven corre desesperada. Está descalza, y mal vestida, pero no se detiene, a pesar de caerse. Aún así, es imposible que sobreviva en un lugar tan remoto y frío.

Es la primera escena de Muerte misteriosa, de Taylor Sheridan. El guionista de Sicario y Sin nada que perder no solo escribió el argumento, también se aventuró detrás de la cámara para narrar el oscuro neo western, protagonizado por Jeremy Renner y Elizabeth Olsen. Luego de explorar los desiertos del México, Arizona y Texas, y los que se podrían considerar vaqueros modernos, Sheridan dirige su lente al frío norte de su país para hablar de otro elemento clásico de los western: los indígenas.

Cory Lambert, el personaje de Renner, encuentra el cadáver congelado de la joven, una indígena arapaho, en la desolada reserva nativa Wind River. Es el lugar dónde viven sus ex suegros y su pueblo adoptivo, y, se va revelando lentamente, dónde murió su hija. Lambert trabaja para el Servicio de Pesca y Vida Silvestre, un empleo que consiste de, en sus palabras, “cazar depredadores”. “Entonces, ¿por qué no caza uno por mí?” le dice la agente del FBI Jane Banner, interpretada por Olsen, una novata abrumada por las circunstancias pero determinada a brindarle justicia a la víctima. Con la ayuda del jefe de la policía nativa, poco abastecida y sin suficientes hombres, los dos se dedican a esclarecer la tragedia.

Sheridan presenta una película poderosa pero imperfecta, es más sobre los personajes y el mundo que habitan que el misterio, más sobre el tono que los detalles. Es a la vez una exploración honesta del duelo, un thriller de venganza y una oda a un pueblo a menudo olvidado pero que sigue vivo, a pesar de todo. El problema es que Sheridan trata de hacer demasiado: hablar de la epidemia de violencia en contra de las mujeres indígenas, del olvido estatal de los pueblos nativos y las trabas que les imponen, de las conexiones positivas y negativas que se han formado entre las culturas, del luto y sus efectos, y de la investigación de un misterio. El elemento que más sufre es el misterio, resulta ser una historia simple y se resuelve en un flashback que introduce el clímax, algo abrupto, del largometraje.

Pero la exploración de Sheridan la brutalidad de la naturaleza y los depredadores, en todas sus formas, dos temas recurrentes en su obra, es fascinante. Es una película con violencia gráfica que nunca se siente innecesaria o explotativa. Se siente como una consecuencia natural de la dura vida en la reserva, impregnada de una sensación palpable de pérdida y esperanzas frustradas. El director, y guionista, también acierta al convertir al paisaje mismo en un personaje. Es una presencia poderosa, ominosa, casi omnipresente. A pesar de las acciones humanas, fue la tierra misma que mató a la joven, de frio, y es la tierra que provee las respuestas que necesitan los personajes. Lambert lee los rastros en la nieve para encontrar lo que buscan. A pesar de que no es una gran sorpresa cuando lo encuentran, vale la pena acompañarlos en el recorrido.

Lo más interesante de Muerte misteriosa es que parece presagiar el futuro de un director, y narrador, de los grandes. Es la más débil de las tres películas escritas por Sheridan, pero todavía vale la pena verla. Sheridan demuestra más habilidad que ejecucion, pero más que frustración produce una sensación de anticipación: ¿qué hará ahora?