OPINIÓN

Colombia, actor y parte en el Caribe

El Caribe, que ha sido escenario de acontecimientos fundamentales en la vida de Colombia, debe seguir siendo eje fundamental de nuestra política exterior.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
16 de julio de 2020

El Caribe es una de las regiones más interesantes del mundo, en la que se han desarrollado acontecimientos que han marcado hitos fundamentales en la historia. Desde el descubrimiento de América por Cristóbal Colón hasta el momento actual, cuando la flota norteamericana se encuentra cerca de las costas venezolanas, pasando por las guerras entre España e Inglaterra que se reproducían en la región y por la pugna de varios siglos por la comunicación interoceánica entre las grandes potencias.

Es un rectángulo geopolítico extraordinario formado por México, Cuba y La Española, en el norte; las islas de Barlovento y Sotavento, en el oriente; Panamá, Colombia y Venezuela, en el Sur, y Centroamérica, en el occidente. En él se mezclan religiones, idiomas, razas y costumbres. Un mosaico de territorios con diferentes ideologías y sistemas políticos, en el que alternan la pobreza y la opulencia, la democracia y la dictadura.  

Colombia, no obstante su condición excepcional de ser simultáneamente estado continental e insular en la región, no le ha prestado mayor interés. Ni siquiera sabe con precisión cuáles son las naciones que allí se encuentran ni mucho menos sus condiciones y conflictos. Solo trata afanosamente de identificarlos cuando se presentan las votaciones en la OEA.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el canal de Panamá se constituyó en un punto neurálgico de extraordinaria importancia. Entre junio de 1942 y marzo de 1944, submarinos alemanes hundieron cuatro embarcaciones de bandera colombiana en áreas del archipiélago de San Andrés.

El 23 de junio de 1942, la goleta “Resolute”, de 52 toneladas, que había zarpado de Cartagena con rumbo a Providencia; el 19 de julio de 1942, el velero “Roamar”, de 120 toneladas, que también había salido de Cartagena; el 17 de noviembre de 1943, la goleta “Ruby”, y el 1.° de febrero de 1944, el velero “Hilda”, con 8 toneladas de carga. Treinta y dos colombianos fueron asesinados a sangre fría por fuego de ametralladoras de los tripulantes de los submarinos. Trece más resultaron heridos.  

El Gobierno colombiano, que había mantenido la neutralidad a pesar de las presiones de Estados Unidos, no tuvo alternativa. Con ocasión del hundimiento de la goleta “Ruby” declaró el 27 de noviembre de 1943, con un lenguaje rebuscado, “su reconocimiento del estado de beligerancia de Alemania en su contra”. La decisión fue avalada por el Senado, aunque no por unanimidad: 33 votos a favor y 13 en contra. 

Pocos saben que somos limítrofes con Costa Rica, Honduras, Jamaica, Haití y República Dominicana. También se olvida de que la actitud de Colombia, específicamente del presidente López Michelsen y de la Cancillería colombiana en 1975, hizo posible la firma del tratado Torrijos-Carter, mediante el cual Estados Unidos le devolvió a Panamá el canal interoceánico.  

Ojalá que la atención que se ha desplegado en los últimos años con ocasión del diferendo con Nicaragua no se diluya con el tiempo, como ha sucedido en tantas ocasiones. 






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