"No es fácil ver algo de tanta belleza como el centro de Cartagena" | Foto: Esteban Vega

OPINIÓN

“Muchos cartageneros se enfurecieron y ya hace años empezaron a luchar, a defender su ciudad, a librarla de la peste”.

Eso dice el escritor Gonzalo Mallarino, quien reconoce que Cartagena hoy cuenta con su gente valiente, autora de una nueva era gloriosa en La Heroica.

Gonzalo Mallarino*
12 de agosto de 2019

De joven iba en vacaciones al Laguito, a un apartamento en la Máquina de Escribir. La playa del Laguito era muy linda, sola, podía caminar hasta el Capilla del Mar con una niña a la que quisiera besar y decirle un poema de Neruda, mientras el sol rojo se metía en el fondo del mar, en el fondo del mundo, y unos jirones púrpuras y malvas se extendían en el cielo y le tocaban suavemente la frente, el pelo, los ojos. Cuánto quise a Gloria Inés, cuánto a María Clara, cuánto a Camila…

¡Cuánto he querido a Cartagena! Su aire luminoso, sus mujeres negras que cantan mientras laboran, su mar que rebrilla y golpea, su sol que nunca miente. Era el tiempo de la buena suerte en el corazón. Una vez jugué una ficha de 500 pesos a la ruleta, en el casino de Pierino Gallo, pleno el 31, ¡y salió! Me pude quedar tres días más, con mi amor, “ebrios de trementina y largos besos”.

Ahora he perdido todo eso. Los hombros con pecas, las bocas saladas de los besos, las manos tibias. Y El Laguito y el mar y la playa y el ocaso. Todo me lo quitó el tiempo mientras adulteraba la sed y la frescura de la piel. Mientras manchaba los lugares amorosos y santos.

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Pero el centro es precioso. Las plazas, los claustros, las calles, las buganvilas que caen sobre las paredes encaladas, o desde los balcones pintados de rosado o azul. Y las espléndidas, lujosas casas, y los espléndidos, lujosos hoteles. Y del mundo entero llegan los turistas. No es fácil ver algo de tanta belleza como el centro de Cartagena. En ninguna ciudad del mundo. Pero afuera de las murallas hay tanto dolor, tanta injusticia con la gente, tanta maldad con las mujeres y los niños. Y por eso muchos cartageneros se enfurecieron y ya hace años empezaron a luchar, a defender su ciudad, a librarla de la peste.

Son los que están allí, los que de verdad viven allí, los que han nacido allí, es decir, los que aman la ciudad a sol y sombra. Y decidieron que no van a tolerar más un político corrupto, un urbanizador tramposo, un funcionario indolente. Están en guerra contra todas las formas de dañar a Cartagena. Son empresarios honestos, son artistas, son periodistas, son mejores gobernantes, son líderes en los barrios, son mujeres llenas de fuerza y de amor y de rabia, son muchachos y muchachas probos que van a la universidad, o están ante el juez, o ante el banquero, y tienen las manos limpias.

Los cartageneros nos miran y nos tienden las manos, sí, para que lleguemos a su ciudad. Pero no van a permitir que degrademos nada, que dañemos nada, que maltratemos a nadie. No lo van a permitir. No lo están permitiendo. Y en esa nueva postura solo hay certeza, no hay nada librado a la suerte.

*Escritor.