El mono lanudo. que habita las selvas y bosque húmedos de Colombia. | Foto: Cortesía: Boris Miranda

INTERNACIONAL

"Esa Colombia que quiero conocer será mi obsesión"

Boris Miranda, corresponsal de la BBC en Colombia, reflexiona sobre la realidad que encontró en el país andino desde su llegada, hace seis meses y de la realidad que le gustaría reportarle al mundo.

Boris Miranda*
31 de julio de 2018

Llevo seis meses en Colombia. Ocho destinos visitados y al menos otros 50 que me fijé como objetivo durante mi estadía. Esa es la media de ciudades, pueblos, veredas, corregimientos y fronteras que los colegas que me precedieron conocieron en su paso por este país.

En el apartamento donde vivimos colgamos un mapa en la pared en el que marcamos, con un color diferente, los lugares visitados. Ese es el legado que recibe un corresponsal del otro. Una especie de memoria gráfica que condensa el trabajo realizado durante años.

Como es de suponerse, el mapa tiene decenas de marcas en las ciudades principales, las intermedias y sus alrededores. También en los más importantes destinos turísticos del país. Hay puntos de colores en las fronteras más pobladas y en algunas zonas donde el conflicto es recurrente al igual que la presencia de periodistas.

Sin embargo, son varios los departamentos que apenas están marcados. No porque quienes me antecedieron hubiesen preferido no ir o no supieran de historias que valía la pena contar. Son las regiones en las que la cobertura no era autorizada por nuestros protocolos de seguridad y que los mismos colombianos nos advertían evitar para prevenir un desenlace lamentable. Así que todavía están en blanco, por ejemplo, el Cañón de las Hermosas, en Chaparral, donde Tirofijo y Alfonso Cano se refugiaban y ni el Ejército podía entrar. Recién llegado, en diciembre, me enteré de que unos días antes Mariana Pajón había pedaleado por ahí y que fue nombrada ‘embajadora de la reconciliación’. En ese momento comencé a sospechar que mucho de este país aún no contado comenzaba a asomar.

Me convencí aún más después de ver la fantástica colección de documentales Colombia BIO, que Colciencias encargó a notables realizadores nacionales. Todavía recuerdo la historia de un científico que reanuda su investigación en El Peñón después de más de tres décadas, porque en los ochenta fue interrumpida violentamente por el conflicto; o la de las especies descubiertas en los bosques de Andakí, luego de que las Farc se retiraron del lugar.

Escribiendo sobre el boom del turismo en Colombia conocí emprendimientos que dan sus primeros pasos en varios puntos de Caquetá, Putumayo, Casanare, Vichada, Guaviare, Guainía, Córdoba, Bolívar y Meta. También me enteré de un jabón hecho en un corregimiento de Samaná, en Caldas, por mujeres a las que los paramilitares y la guerrilla habían desplazado.

En este año y medio que llevo en Colombia igualmente he comprendido que el fin del conflicto no significa que no exista una cantidad espeluznante de grupos con armas. Ya son tres los lugares en los que se registraron hechos noticiosos de relevancia, pero a los que no se podía llegar. O, por lo menos, yo no pude, aunque lo intenté. Durante el tiempo que permanezca aquí tendré que aguantarme las ganas de recorrer ciertos sitios y hacer algunos cubrimientos. Ese es otro mapa que construyo en la mente: zonas calientes, áreas de operaciones de las bandas criminales, de las disidencias, del narcotráfico, etcétera.

Hace poco una amiga compartió una estadística del significativo descenso en el número de víctimas del conflicto armado en los últimos años; sin embargo, no lo hacía para celebrarlo sino intentando advertir que las cifras actuales todavía son intolerables. En otra conversación, me describieron una población golpeada por la pobreza, la corrupción de las autoridades y los asesinatos de líderes sociales. “Francamente a veces no entiendo por qué todavía viven allí y no se van”, dijo con desconcierto mi interlocutor. A veces pienso que contar las desgracias que persisten en este país es una forma de luchar para que nadie se acostumbre a ellas.

Como corresponsal no tengo el derecho de elegir qué cara de Colombia voy a contar: entre la inspiradora, la desesperanzadora o la inexplorada. No obstante, sí puedo (y debo) hacer lo que esté a mi alcance para llevar a la audiencia de mi medio las diferentes facetas de una nación que está cambiando y que no es la misma de hace tres décadas o la de las narconovelas.

Y mientras siga aquí, marcar todos los puntos que pueda en el mapa colgado en la pared a lo largo y ancho de esa Colombia que quiero conocer será mi obsesión.

*Corresponsal de la BBC para Colombia.