Colombia afronta la emergencia del coronavirus desde una posición de vulnerabilidad estructural. Es fundamental atenderla desde un ejercicio colectivo y participativo. | Foto: Pablo Tosco / Oxfam

SOCIEDAD

¿Cómo puede el mundo aprovechar la pandemia para fortalecer la justicia social?

La confederación Oxfam, que trabaja combatiendo la pobreza y sus injusticias en 90 países del mundo, invita a los Estados y ciudadanos a transformarse en una sociedad más equitativa.

26 de abril de 2020

La pandemia global profundiza la incertidumbre sobre el futuro de los pueblos. No distingue fronteras, estratos, diversidad étnica, género o territorios. Sin embargo, deja lecciones, por ejemplo: no podremos retornar a la misma normalidad de antes. De hacerlo, desoiremos los llamados de la vida y de la tierra que develan el vínculo directo de los impactos del covid-19, con las brechas profundas que atraviesan los tejidos sociales, económicos, culturales, políticos, espirituales y ambientales.

La tarea por superar la crisis nos exige transitar un camino que reduzca esas brechas, que para la confederación internacional Oxfam –que trabaja en 90 países luchando en contra de las injusticias de la pobreza– se encuentran en la raíz de la inequidad, en la complejidad del conflicto colombiano y en las dificultades en la imple- mentación de los acuerdos de paz.

Por eso, para esta organización solidaria, esta es unaoportunidad para transformarnos y reinventarnos colectivamente, para tener un país justo, incluyente, participativo, unido en el respeto a sus ecosistemas y la diversidad de sus territorios, con prácticas políticas transparentes, lejos de la impunidad y la corrupción.

Colombia afronta la emergencia sanitaria desde una posición de vulnerabilidad estructural. Atender la emergencia, desde un ejercicio colectivo y participativo, es fundamental para adelantar acciones que resuelvan los problemas de fondo. Oxfam ofrece algunas recomendaciones para lograrlo. Una de ellas consiste en poner la vida en el centro, transformando el sistema económico extractivista, acumulativo e individualista, en un modelo  desde la economía del cuidado, que ofrezca acceso a empleos justamente remunerados y respete los ecosistemas, basado en la innovación, la creatividad y el conocimiento, que se vea reforzado a través de la educación y la inclusión.

Oxfam también considera de vital importancia detener la violencia contra las mujeres, que durante el aislamiento ha aumentado, convirtiéndose en un obstáculo insalvable para el ejercicio de sus derechos humanos. Se debe garantizar su acceso a la justicia, educación y a derechos laborales con equidad salarial. Igualmente, hay que reforzar el sistema de la salud para garantizar el acceso universal para todos los colectivos, respetando prácticas ancestrales y culturales, con condiciones dignas tanto para pacientes como para el personal de la salud. El sistema debe estar alineado con las condiciones de ingresos de la mitad de la población del país, que depende de la informalidad y que, por tanto, no accede a prestaciones por desempleo ni cobertura social.

Para Oxfam es crucial, además, adecuar el sistema fiscal, reduciendo el peso de los impuestos indirectos, clarificando los impuestos directos, de manera que se tengan tarifas efectivas más progresivas entre todos los declarantes; y balanceando los aportes entre capital y trabajo, y entre personas y empresas. Otro punto clave es proteger a la población migrante y desplazada, reforzando mecanismos de inclusión social, mediante la
articulación y coordinación de las entidades nacionales, departamentales y municipales, con la comunidad internacional y humanitaria.

Todos somos responsables

Esta situación nos exige vigilar al Estado para que proteja a las personas, sobre todo a las mujeres, que velan por los derechos humanos, por el territorio y el medioambiente, y que están siendo atacadas en sus domicilios durante el confinamiento. Si no reaccionamos y tomamos esta oportunidad a fondo, según Oxfam, el mundo quedará con 500 nuevos millones de pobres, de los cuales 35 millones estarán en América Latina y el 65 por ciento de estos serían pobres extremos.

En un momento en el que los gobiernos se están movilizando a un nivel sin precedentes para poner en marcha un cambio permanente en nuestras economías, se podría aprovechar para reducir radicalmente la desigualdad y combatir la crisis climática, que garantice que todas las personas del mundo tengan acceso a servicios de salud universales.

Si todos nos movilizamos decididamente y a gran escala, podremos hacer posible lo imposible, revelando que lo verdaderamente importante son las vidas de las personas y el medioambiente. El poder de la solidaridad y de la acción colectiva puede transformar las condiciones para que la vida digna sea posible para todas las personas, a través de políticas económicas igualitarias y justas, y prácticas de una economía del cuidado que nos proteja a todos y a los ecosistemas.

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