La rumba criolla nació de las vivencias de los campesinos de la época. | Foto: Cortesía Alcaldía de Fusagasugá

HISTORIA

¡Que viva la rumba criolla!

Se trata del aire folclórico oficial de Cundinamarca. Lo bailan los recién casados y los nuevos exponentes hacen lo posible para preservarlo.

Vanessa Cortés*
10 de septiembre de 2017

Como muchos de los aires andinos, llámense bambuco, carranga o guabina, la rumba criolla también nació de las vivencias y añoranzas de los campesinos de su época. En este caso de los que habitaron la cordillera Central a principios del siglo XX, como Emilio Sierra y Milciades Garavito, los mayores exponentes de la rumba criolla.

“Que vivan los novios / viva la alegría / que yo me iré ahora / con la negra mía”. Con esos versos comienza la canción insigne de este género, declarada en 1994 aire folclórico oficial del departamento de Cundinamarca. Probablemente esa rumba criolla interpretada con tiple, guitarra y requinto le reviva algún recuerdo de infancia en una mañana con sus abuelos de paseo al campo, o en un diciembre a la madrugada, con la mesa ya servida y los tíos alegres bailando y bromeando.

La melodía es del fusagasugueño Emilio Sierra y se escuchó por primera vez en 1938 en la inauguración de Radio Santa Fe. En medio de su auge, esta canción desplazó los valses y ritmos más elegantes que solían animar a los recién casados para entonces. La bailaban en Cundinamarca, Boyacá, Santander, Tolima y Antioquia, e incluso las familias más pudientes de la capital, o por lo menos así lo recuerda el músico y productor Carlos Mauricio Rangel.

Rangel es amante de la música colombiana. Él dice que la rumba es su “novia nueva”, toda la vida fue su amiga pero desde este año su amor por ella es más fuerte. Ahora dirige el Festival Nacional de Intérpretes de la Rumba Criolla Emilio Sierra. Este certamen se llevará a cabo entre el próximo jueves 14 y domingo 17 de septiembre en Fusagasugá. Reunirá a más de 30 artistas interesados en luchar porque este aire folclórico prevalezca.

Es bien sabido que en las manos de las nuevas generaciones está la conservación de la cultura que sembraron nuestros antepasados. Pero, ¿qué estamos haciendo para hacer posible esa continuidad? Para Rangel, quien también es gestor cultural de la Universidad Agraria, es de gran importancia que los jóvenes se enamoren de la música que los identifica. “Si no la escuchan, si no la crean, si no la apoyan, se constituye en simple información. En verdad, se trata de una responsabilidad”.

Por eso el director del festival más importante de rumba criolla se remonta con nostalgia a los momentos dorados del género. Habla de canciones icónicas, como las compuestas por el tolimense Milciades Garavito. Una de ellas, titulada La loca Margarita, se inspira en una de las liberales más fervientes que tuvo Colombia.

Pero no le pusieron ese nombre a Margarita por estar demente, “de hecho fue una mujer muy lúcida”, dice Asdrúbal López Orozco, autor del libro Mitos y leyendas de Colombia. Margarita Villaquirá nació en Fusagasugá, era docente y una mujer muy astuta. Milciades quiso inmortalizarla en una canción porque ella, en medio de las penas que le causó la Guerra de los Mil Días (que le quitó a su esposo y a su hijo), decidió llevar su vida deambulando por el centro de Bogotá con un vestido rojo mientras cantaba: “Arriba los liberales, abajo los godos”.

Todos querían tanto a Villaquirá que incluso los godos le respondían “abajo, bien abajo”, con el puño en alto. Que estas canciones, símbolos nacionales, y otras más, como La Mariquiteña o A juerguiar tocan, queden tan solo en los recuerdos de los ancianos, es la mayor preocupación de Rangel. Por eso desde hace más de 20 años hace resonar una y otra vez, junto con su banda Impromptus, los mayores éxitos de este género musical y de los aires andinos, para que los jóvenes los escuchen y, si se van de fiesta, dejen de lado el reguetón, y hagan su rumba con la rumba criolla.

Periodista de Especiales Regionales de SEMANA*.