| Foto: Esteban Vega

OPINIÓN

El milagro en la infraestructura vial del país

Acompañe a nuestro columnista en su viaje por la Ruta del Sol. Un trayecto que lo dejó embelesado por la nueva ingeniería que está transformando algunas de las principales carreteras del país.

Gonzalo Mallarino*
20 de octubre de 2019

Tuve que ir a Puerto Boyacá a visitar un campo de petróleo. Hace tres años. Puerto Boyacá pertenece al departamento de Boyacá, pero es un puerto sobre el río Magdalena. Muy lejos de las frías Tunja o Villa de Leyva, puede llegar a los 35 grados a la sombra.

Bajé por la calle 80, derechito, derechito, a buscar la vía a Villeta. No me fui por Madrid, Mosquera, Faca, Albán…, como se hacía antes, cuando se pasaba por Sasaima de mi corazón.

Abajo del alto de El Vino empieza la nueva carretera, que hace parte de la Ruta del Sol. ¡Ustedes no se imaginan qué carretera! Casi toda de doble calzada en ambos sentidos. Lo que antes tomaba casi dos horas por una vía con curvas y precipicios, lo recorrí en poco más de media hora. Después viene, sí, la vieja carretera entre Villeta y Guaduas con el desafío de las tractomulas y el alto de El Trigo.

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Pero en Guaduas sucede otra vez el milagro. Vuelve la Ruta del Sol, que lo lleva a uno en pocas horas hasta la costa Caribe. Yo iba a Puerto Boyacá, como digo, y estaba hipnotizado no más empezar a andar. ¡Qué vaina tan bien jalada! Los puentes, los túneles, la vía bien trazada, va uno rápido, se inclina hacia la derecha, se inclina hacia la izquierda, suavemente, y otra vez se despliega la carretera en línea recta, hacia el horizonte. Era la primera vez en mi vida que podía ir durante un buen rato a la misma velocidad, sin tener que frenar, sin pensar que en la próxima curva abrupta me iba a salir de la vía y me iba a destutanar. Nada de eso.

Lo otro son las arboledas, las vegas, los potreros y la hierba, las suaves colinas, el verde obsesionante de Colombia. Como hacía mucho sol, vi todo brillando, esplendente, como si el mundo estuviera naciendo apenas. Y todo a 80 kilómetros por hora. Sin ningún sobresalto, sin ningún miedo. ¡Feliz!

Esta es la nueva ingeniería y la nueva sabiduría para levantar este país y ayudarlo a echar para adelante. Todo eso es lo que viene para Colombia, si lo hacemos bien hecho.

*Escritor.