El desarrollo de la aviación en el país se debió, en buena parte, a las falencias de nuestra infraestructura vial. | Foto: Cortesía Avianca

HISTORIA

La nave de los sueños: un repaso por los 100 años de la aviación colombiana

El historiador Gustavo Arias de Greiff rememora este siglo de intensos sobrevuelos. ¡Ojo al dato! El nuestro fue el primer país del continente americano en tener transporte aéreo.

Gustavo Arias de Greiff*
20 de mayo de 2019

Volar, para los colombianos, se convirtió en algo común. La aviación comercial creó rutas por el país y algunas regiones estarían aisladas de no ser por los servicios del transporte aéreo. A bordo de una aeronave caben todas las clases sociales y allí se desplazan hasta sus destinos de forma rutinaria y normal. No es este un vehículo para las élites. Les sirve a todos. Y a nadie le parece sorprendente. Aunque lo sea.

El desarrollo de la aviación en el país se debió, en buena parte, a las falencias de nuestra infraestructura vial, a la topografía agreste y, de otro lado, había razones culturales y hasta genéticas, para que esto sucediera. Basta recordar que los indígenas del altiplano eran admiradores de las aves y en su mitología tenían un papel muy relevante las figuras voladoras. Los chibchas produjeron innumerables objetos de orfebrería con formas de pájaros en vuelo y muchas de sus creaciones parecen representar aparatos volantes de avanzado diseño, incluso para nuestros días. Fue tal la ‘predestinación’ que el desarrollo vertiginoso de nuestro transporte aéreo antecedió al de todos los países de América, incluyendo al del poderoso Estados Unidos.

El francés que no voló

En 1919 Colombia apenas contaba con ferrocarriles rudimentarios, carreteras incipientes, caminos de herradura y dependía de la lenta navegación fluvial para conectar el centro del país con su costa Atlántica y el resto del mundo.

Ante este retraso y tales impedimentos, se hacía necesaria otra forma de movilizar las mercancías y a las personas. El entusiasmo de algunos empresarios provocó la formación de dos compañías pioneras de transporte aéreo, y este es un caso único en el Tercer Mundo.

En sus primeros años la aviación en el país tuvo un carácter de aventura –casi de ‘deporte extremo’– y poco después se convirtió en un espectáculo con visos circenses. En 1911, con el fin de entretener a las masas, unos entusiastas acaudalados trajeron a Bogotá al piloto francés Paul Miltgen, quien debía realizar varias exhibiciones aéreas en un avión Bleriot, similar al primero que cruzó el Canal de la Mancha. Sin embargo, esa ‘hazaña de entretenimiento’ fracasó debido a la altura de Bogotá. Miltgen no pudo despegar y la nave terminó exhibida, colgada en cuerdas, en el techo del Salón Egipcio, en el Parque de la Independencia.

A finales de 1912 el norteamericano de origen alemán Geo Schmitt, quien ese año completaba su segunda temporada de vuelos de exhibición por países del Caribe, hizo tres de ellos en Santa Marta y uno en Barranquilla. Su avión era un biplano Baldwin, que por estar forrado en tela roja se llamó el Diablo Rojo (Red Devil). El piloto viajó luego a Medellín. Allí, en 1913, sus vuelos quedaron inmortalizados en las fotografías de la época. Schmitt fue el primer aviador que sobrevoló la geografía colombiana.

La industria alada

Todos esos episodios ‘curiosos’ y anecdóticos fueron el prólogo de lo que sucedería pocos años más tarde. El 5 de diciembre de 1919, en Barranquilla, nació la Sociedad Colombo Alemana de Transportes Aéreos, Scadta (que luego se transformaría en Avianca). Esta adquirió dos aviones Junkers F-13. Este modelo, junto con el DC-3 y el Boeing 707, se convertirían en aeronaves icónicas de la aviación.

Un año después, en diciembre de 1920, la compañía comenzó a operar, entre pruebas y exhibiciones, y sus pilotos se convirtieron en expertos en la misteriosa ciencia de la mecánica tropical y en la “tecnología de la cabuya y el jabón de tierra”. Con estos insumos, según relata el experimentado aviador Herbert Boy, tapaban los escapes de agua del radiador y del sistema de refrigeración del motor, y amarraban cualquier cosa que se zafara en vuelo. La Scadta viajó a Barranquilla, Girardot y Bogotá, entre otros destinos.

A pesar de su importancia, esta no fue la primera empresa de transporte aéreo creada en Colombia. La Compañía Nacional de Navegación Aérea (CNNA) fundada en septiembre de 1920, fue la pionera en este negocio y llegaba a destinos como Cartagena, Medellín, Puerto Berrío y Santa Marta. Sus aviones estaban fabricados en madera y tela, y tenían capacidad para pocos pasajeros que debían viajar incómodos, apretujados unos contra otros, en una cabina abierta.

Desde ese periodo hasta el actual, millones de aviones con sus pasajeros, funciones, tecnologías y trajines han sobrevolado las fronteras nacionales. Y logramos esta proeza a pesar de nosotros mismos. Mejor dicho, a pesar de nuestra geografía montañosa y de las zonas de alta pluviosidad. Por eso hay que celebrar con gran entusiasmo el primer siglo de la aviación colombiana y sus 98 años de operar en forma regular y continua. Esta es, no cabe duda, una de las industrias más relevantes del país y, permítanme decirlo, una de las más ‘aladas’.

*Historiador

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