La Yuca era un lugar de encuentro de bohemios en los años setenta. Allí iniciaron varios artistas se carrera. Entre ellos, el actor Luis Mesa. | Foto: Cortesía Centro de historia de Envigado

CULTURA

La yuca, el bar que atraía a la bohemia colombiana

Hace más de tres décadas desapareció el célebre tertuliadero donde servían empanadas de día y aguardiente de noche. Con este cuento, Gonzalo Mallarino lo recuerda a su manera.

Gonzalo Mallarino*
1 de agosto de 2018

Va a comulgar, Briceida? Sí, Blanca, me vine en ayunas, y ¿usted? También, en ayunas, desde anoche estoy pensando en el perico y la empanada. ¿En La Yuca? Sí, la masa de esas empanadas es tan buena. Y la leche del perico también. Sí, cierto, pero callémonos que está saliendo el padre y va a comenzar la misa.

Salimos las dos de Santa Gertrudis. Caminamos por el atrio. Pasa un viento tibio, como si tuviera gotas de luz o polen, calientico. Miro cómo tiemblan las hojas de las ceibas, las plumas de las palomas. Otra mañana empieza. Se oye un susurro en lo alto, en las copas tupidas y al principio de las nubes. Pienso que es Nuestro Señor que nos vio comulgar y nos mira. La empanada con el perico, qué tentación. Siento una laguna en el estómago. Un aire frío entre el estómago hace fuerza para afuera. El hambre. No hemos comido nada desde el amanecer. ¿Vamos entonces, Briceida? Sí, vamos, Blanca, agarrémonos bien para bajar, ahí por esa parte. No son tantos escalones pero no va y sea que nos caigamos. Sí, tranquila, Briceida, vamos despacio.

No me deje olvidar comprar una aguja de arrea y tres tubos de hilo verde, Blanca. Para coser un cojín que le quiero poner al altar del Divino Niño. Sí, yo le acuerdo, ahí en la tienda de Tatán seguro tienen. ¿Sí está abierta La Yuca? No alcanzo a ver desde aquí. Sí, Briceida, ahí se ve abierto ya. Don Hernando siempre madruga a abrir. Y la mujer que siempre está con él. ¿Y sí es verdad, Blanca, que ella le ha dado más de 15 hijos a ese hombre? Eso dicen, Briceida. Quince hijos, ¿está segura, Blanca? Pues segura no, es lo que dicen.

¿Usted recuerda un jueves que fuimos hace varias semanas, una muchachita muy blanquita que nos atendió? No, no me acuerdo. Pues es que por las noches eso se vuelve garito, Briceida, donde la gente toma aguardiente. ¿La Yuca se vuelve garito? Sí, Briceida, por las noches, eso dicen. Y ponen discos en el aparato ese. ¿Cómo se llama? ¿Cómo se llama quién? El aparato donde ponen discos en los garitos, que le echan monedas y se pone el disco solo, ¿cómo es que se llama? Ah, eso se llama vitrola.

¿Y qué pasó con la muchachita? ¿Cuál muchachita, Briceida? La que usted dice que es muy blanquita y que nos atendió qué día. Ah, ella, sí, la hija de don Hernando, dicen que por las noches canta tangos y boleros. Y que la gente ya copetona con el trago, se pone a llorar de lo bonito que canta. Y otros se ponen a declamar y otros a hablar y a hablar sin parar. Y a veces hasta se ponen a gritar unos. Se forman peleas por las elecciones o por la música que quieren poner. No puede ser, Blanca, no le puedo creer lo que me está diciendo, ¿todo eso pasa en La Yuca por la noche?, ¿en esta tienda tan tranquila de día? Pues eso dicen, Briceida, que por la noche pasa eso, quién sabe si sea verdad.

Ya en un momento salen las empanadas, las señoras. Nosotras ya nos estamos tomando el perico. Briceida dice que las empanadas no pueden ser de hoy. Don Hernando dice que sí. Que las hacen a la madrugada. Ahora las traen. Pedimos cuatro, dos cada una. Yo creo que no es gula. Siento la laguna en el estómago otra vez. Comer cuando uno tiene hambre no puede ser pecado. Lo mismo pensé la vez pasada. Pero antes no comíamos empanadas. Briceida decía que nos fuéramos rapidito, después de la misa. Que en la casa nos tomamos un caldo, para no caer en el pecado de la gula.

Cómo es de buena esta masa, qué empanada tan buena, ¿verdad? Briceida la coge con el papel, pero yo no. No son grasosas. ¿Y este perico por qué le queda tan bueno, don Hernando? ¿Cómo lo hace? Con café La Bastilla, mi doña, y leche recién ordeñada. ¿Ah, sí? ¿Y dónde tiene la vaca, don Hernando? No, no tengo vaca, me traen la leche temprano en una cubeta de madera. ¿Y sí es verdad, don Hernando, que por las noches La Yuca se vuelve garito? ¿Y que la gente toma aguardiente y se pone a cantar y declamar poesías? Don Hernando respira y nos mira. No le paren bolas a esos cuentos, vengan a su misa tempranito y después se vienen para acá, aquí siempre encontrarán su perico y sus empanadas.

Briceida y yo también respiramos hondo. Y sentimos el estómago tranquilo.

*Escritor.