De izquierda a derecha: Alfredo Sierra, Evaristo Muñoz y Willis F. Bronkie, de camino a las minas de Chivor antes de que existiera una vía pavimentada. | Foto: Archivo particular

LOS PRIMEROS GRINGOS

Nuestras esmeraldas tuvieron 'zares' gringos

Un ingeniero egresado de la Universidad de Yale tuvo la misión de poner en orden un negocio esmeraldero con nombre gringo y sede en Boyacá. Esta es la historia de Chivor Emerald Mines Inc.

Juan David Montes Sierra*
5 de septiembre de 2017

En casa permanece un fragmento de morralla. Tiene un manto verde, con destellos casi dorados procedentes de las piritas. Es lo que hubiera podido ser una esmeralda. Esta roca se ha convertido en poco más que un pisapapeles que se suma a un par de docenas de fotos –las más antiguas en blanco y negro– para conformar el historial de recuerdos de las visitas que mi familia hacía con frecuencia a las minas de Chivor, en Boyacá.

Todo comenzó en 1957, cuando Willis F. Bronkie fue designado administrador de la operación de Chivor Emerald Mines Inc., una compañía perteneciente a cinco socios con sede en Delaware, Estados Unidos. Hasta ese momento, quienes habían desempeñado esta labor tenían en jaque el negocio debido a su derroche. Así lo recordó durante una conversación reciente el gemólogo Gonzalo Jara, quien trabajó allí entre 1976 y 1981: “Todos los demás andaban en helicóptero pero la mina estaba quebrada”.

‘Míster’ Bronkie –como es usual que lo recuerden en mi familia– y Jara aparecen en varias de las fotografías que documentan las visitas a Chivor. Jara se vinculó al equipo de trabajo por medio de Renata de Jara, su tía, quien tuvo a cargo la oficina de ventas de la compañía en Freeport, Bahamas.

Las apreciaciones de Jara sobre el mal manejo financiero de los predecesores de Bronkie coinciden con lo mencionado por Rafael Domínguez en el libro Historia de las esmeraldas de Colombia, publicado en 1965: “Varios personajes extranjeros se sucedieron en la administración de esas minas. Algunos de ellos ejercieron su oficio con un criterio alegre y desprevenido. Montaron lujosas oficinas en la capital, cargando todos los gastos a la compañía...”. La obra menciona en otra página a Bronkie, el ingeniero de minas egresado de la Universidad de Yale gracias a quien “empezó a equilibrarse la economía de las minas de Chivor”.

Entre New Haven –ciudad sede de Yale– y Chivor se presentaron un par de escalas; primero en Brasil, donde Bronkie trabajó en la búsqueda de minerales estratégicos para la Oficina de Inteligencia Naval del Ejército estadounidense. Después se trasladó a Chile y aplicó sus conocimientos en la extracción de cobre y, por último, llegó la propuesta de custodiar uno de los negocios esmeralderos de Boyacá.

Justo cuando arribó a Bogotá, Bronkie conoció a Alfredo Sierra, mi abuelo, quien estaba en el aeropuerto en ese momento. No tardó en darle cada vez más confianza a quien se convirtió en su mano derecha y, con el tiempo, mi abuelo administró la oficina de la capital, ubicada en el centro, en la carrera octava con Avenida Jiménez.

Cuando se trata de un negocio minero las labores de oficina no se limitan a hacer unas cuantas llamadas o estar al tanto de la correspondencia: actividades menos convencionales como la compra de dinamita estaban en la lista de tareas. Estas funciones implicaban visitas a Chivor, que no tardó en convertirse en el destino frecuente de los viajes familiares.

En las primeras excursiones Azucena Sierra, mi tía, calcula que tendría 7 años. Las fotografías correspondientes, en blanco y negro, muestran a Bronkie y a mi abuelo montados a caballo, pues en ese entonces ese era el único medio de transporte desde el municipio de Almeida hacia las minas, un recorrido que tomaba más de seis horas.

La bonanza que llegó con esta nueva administración permitió que la actividad minera financiara la construcción de una carretera. Fue así como antes de que existieran grandes campañas que promocionaran a Colombia como destino turístico, la eterna afición humana por las gemas llamó la atención de norteamericanos, europeos e incluso asiáticos que insistían en visitar las minas de Chivor. Lo atestiguan otras fotografías, en este caso a color pero con esas tonalidades que algunos filtros de Instagram intentan imitar. El afro de Jara revela que transcurrían los setenta, década en la que los socios principales de Chivor Emerald Mines Inc. y Bronkie se retiraron del negocio de las esmeraldas, antes de que apellidos más autóctonos como el de Carranza o los hermanos Quintero se encargaran de la explotación.

Algunos recuerdos se han desvanecido de las memorias de Jara y de mi familia, las fotografías han perdido su calidad original pero la morralla permanece intacta, tan áspera y brillante como el primer día en el que fue atesorada como un souvenir de esos viajes a Chivor.

*Coordinador de Especiales Regionales de SEMANA.