El 'Markthal' fue estrenado en 2014 y diseñado por la firma MVRDV, los encargados del pabellón de Holanda en la FILBo 2016. Foto: Daria Scagliola / Stiju Brakkee / MVRDV

HOLA HOLANDA

El renacer de Róterdam, una ciudad destruida por la Segunda Guerra Mundial

A pesar de ser destruida durante la Segunda Guerra Mundial y de sufrir una epidemia de drogadicción, el principal puerto de Europa se ha convertido en un referente indiscutible de diseño, urbanismo y arquitectura.

Christopher Tibble*
17 de abril de 2016

Viajar a Róterdam, la segunda ciudad más grande de Holanda, genera desconcierto. A diferencia del resto del país, cuya arquitectura parece limitarse a un extenso entramado de canales y edificios del siglo XVII y XVIII, el principal puerto de Europa se asemeja más a un experimento estético, a un desordenado pero funcional rompecabezas de estructuras clásicas, modernas y contemporáneas. Barajados entre barrios tradicionales como Delfshaven, donde zarparon peregrinos a América, hay viviendas hexagonales inspiradas en árboles, islas artificiales con fines ecológicos, una plaza de mercado en forma de herradura de caballo y torres que parecen colapsarse las unas sobre las otras.

Por eso no resulta extraño que hoy su modelo urbano está en boca de muchos: la guía de viajes Lonely Planet incluyó a Róterdam en la lista de las diez ciudades para conocer en 2016, y el año pasado ganó el premio a mejor ciudad de Europa en los Urbanism Awards. Steven Bee, presidente de la organización encargada de entregar este último galardón, la describió como “una comunidad predominantemente joven, abierta y tolerante que está abrazando arquitectura innovadora, diseño urbano y nuevos modelos de negocios”. Desde hace por lo menos 20 años, la ciudad se ha convertido en un parque de experimentación al punto que hoy muchos la apodan “la ciudad del futuro”. Un rótulo que, curiosamente, tiene cimientos en su pasado.

El 14 de mayo de 1940, después de tres días de batalla, los aviones de la Luftwaffe nazi descargaron unas 1.300 bombas sobre Róterdam. El embate, que resultó en la capitulación de Holanda ante Alemania, no solo dejó alrededor de 1.000 muertos y 85.000 desplazados, sino que arrasó con alrededor de 25.000 casas, 2.500 tiendas, 775 bodegas, 65 colegios y 25 iglesias. Como si fuera poco, durante días la ciudad ardió en llamas por culpa de la explosión de los tanques de petróleo en el puerto, cuya estela de fuego recorrió el río Rotte hasta llegar al casco histórico. La devastación, sin embargo, permitió a sus dirigentes rediseñar la ciudad.

“Cinco días después de los bombardeos, el consejo municipal les pidió a unos arquitectos un plan para reconstruir Róterdam. Ese primer intento fracasó porque era demasiado tradicional, así que cuatro años después se esbozó el proyecto que resultó siendo la base de la nueva ciudad durante los próximos 30 años —afirma Michiel Raats del Het Nieuwe Instituut, la organización que reúne los institutos de arquitectura, diseño y cultura digital de Holanda.

En un comienzo, sin embargo, el plan fracasó. Acabada la guerra, la mayoría del dinero se destinó a recuperar el principal activo de la ciudad: el puerto. Esa inversión llevó a los gobernantes a rehacer el centro histórico concentrándose en reducir costos, copándolo de oficinas de baja calidad. Luego, en los años sesenta, cuando el puerto entró en un periodo de decadencia, 350.000 personas perdieron su puesto y el centro dilapidó el poco progreso que había obtenido.

“Los desempleados pronto empezaron a consumir drogas, la estación central de trenes se volvió su base y el centro no tardó en convertirse en un infierno. Pero una serie de alcaldes socialdemócratas vieron el problema y trasladaron a los drogadictos a casas del gobierno, donde hasta hoy trabajadores sociales les suministran heroína o metadona cada mañana. El crimen y la prostitución bajaron drásticamente. Solo entonces comenzó la revolución arquitectónica en los noventa”, dice Jan Knikker, un ejecutivo de la oficina de arquitectura MVRDV.


De Rotterdam, de la oficina de arquitectura OMA, es el cuarto edificio más alto de la ciudad. Foto: AFP

Para Knikker, así como para otros, el renacimiento de la ciudad data a la construcción del Erasmusbrug en 1996. Apodado El Cisne, el puente que conecta el sur y el norte de Róterdam cristalizó las ambiciones de una nueva generación de arquitectos que, bajo el apodo de los Super Dutch, se ha encargado de revolucionar la estética de la ciudad. Por ejemplo, bajo el liderazgo del visionario arquitecto Rem Koolhaas, la firma OMA ha construido algunos de los nuevos emblemas de la ciudad, como De Rotterdam (2013), uno de los edificios más altos de la ciudad. El otro gran protagonista ha sido MVRDV, cuyo proyecto bandera, el Markthal (2014), incluye una plaza de mercado, 228 apartamentos y una obra de arte de 11.000 metros cuadrados. “En los noventa —explica Raats—, Róterdam se volvió la casa de los arquitectos holandeses, luego de los europeos y ahora incluso de algunos de los mejores del mundo”.

Pero el éxito de los Super Dutch está tan ligado a los arquitectos como a las políticas públicas, incluida la desregularización del límite de altura y una iniciativa que promueve la venta de casas viejas a precios bajos con la condición de que se renueven. La nueva arquitectura, además, trasciende la estética. “No solo se trata de hacer cosas bonitas —ríe Raats—. Tenemos muchas regulaciones sobre cambio climático. Los holandeses somos famosos por ser funcionales. Nos enseñan a ir más allá de las apariencias. Aunque, claro, eso también nos gusta”.

*Editor de Arcadia