Jeffrey Eugenides nació en Detroit, Estados Unidos, en 1960. Foto: Mel Evans/ AP

ESPECIAL FILBO

Jeffrey Eugenides: "la mala escritura viene de la escasez de intelecto o intuición"

Desde las ruinas de Detroit hasta la vida de un intersexual, pasando por las teorías posmodernistas y los triángulos amorosos, la narrativa de Eugenides oscila entre el modernismo y la novela decimonónica. Perfil de un escritor que ocupa, junto a nombres como David Foster Wallace y Jonathan Franzen, un lugar privilegiado en el canon de la literatura contemporánea estadounidense.

Gloria Susana Esquivel* Bogotá
17 de abril de 2016

La palabra alemana ruinenlust describe el placer al observar ruinas. Es un término al que una y otra vez vuelve el escritor estadounidense Jeffrey Eugenides, nacido en 1960 en Detroit, y que da cuenta perfectamente de su sentir frente al ocaso de su ciudad natal, que en 2013 declaró bancarrota después de 60 años de recesión económica. Por las calles de esta ciudad, ubicada en el midwest estadounidense, rodó el primer carro construido por Henry Ford; un presagio de las fábricas de automóviles que allí se establecerían y que darían empleo a miles de inmigrantes que estaban buscando el sueño americano a finales del siglo xix. Sin embargo, durante las décadas siguientes, el lema que la ciudad adoptó en su fundación, Esperamos mejores días, surgiremos de las cenizas, se convirtió en un mal augurio.

Para 1958 las primeras plantas comenzaron a cerrar y el desempleo y las tensiones raciales dieron paso a los disturbios de 1967 en los que murieron 43 personas y más de 2.000 edificaciones fueron destruidas. Eventos que Eugenides, invitado a la Feria Internacional del Libro de Bogotá, vivió cuando era niño y que lo marcaron profundamente, como lo mencionó en una conversación con The New York Times: “A menudo vuelvo a Detroit. Cuando vas a un lugar que se está cayendo a pedazos te llenas de un sentimiento trágico que habla no solo de ese sitio, sino de la vida misma. Durante mi infancia ese lugar se estaba viniendo abajo poco a poco. Vi cómo la ciudad se desmoronaba. Ahora el 40 % es terreno baldío. Es como si alguien hubiera borrado el lugar de donde vengo”.

Esta atmósfera nostálgica y fantasmal acompaña su primera novela, Las vírgenes suicidas (1993), que luego fue llevada al cine por Sofia Coppola en 1999. Una obra que da cuenta de la infancia y adolescencia de Eugenides en Grosse Point, un suburbio cercano a ese Detroit que lentamente caía en la ruina. Como lo comentó el autor en una entrevista realizada por The Paris Review: “De eso era sobre lo que estaba escribiendo. Imaginé una familia de hermanas suicidas, cinco vidas breves, y las puse en una atmósfera de ruina y decadencia –las fábricas de automóviles moribundas, los olmos moribundos–, pero la fuente psicológica y emocional de todo esto tiene que ver con la impermanencia de todo lo que conocí cuando era niño”.

Sin embargo, Eugenides no tiene la intención de ser un escritor autobiográfico a la manera de las últimas tendencias editoriales. Así lo explica para Arcadia: “Para un escritor de ficción la vida es un material crudo. Es tuya, claro. Te pasa a ti. La vives y la amas y la sufres, pero hay un sentido real de que cada cosa que pasa está ahí para que la explotes. Aun cuando estás viviendo tu vida, imaginas cómo funcionaría dentro de un relato y la mayoría de las veces no lo hace. Aun si eres el escritor más autobiográfico del mundo, —algo así como Karl Ove Knausgård, por ejemplo, cuyos libros admiro— en el momento en el que empiezas a describir tu vida con palabras estás moldeando esos materiales crudos que la componen. Este trabajo permite que se establezca una distancia entre la vida y la literatura. En mi escritura he hablado de mi infancia en Detroit y de mi vida universitaria de manera directa. Pero he puesto ese material crudo en diferentes moldes. La esencia de mi vida ha sido transmutada, como el hierro, en algo mucho más duradero y útil”.

Las vírgenes suicidas llamó la atención de la crítica pues se trataba de algo diferente: una voz narrativa experimental, que se vale del plural para darles vida a los pensamientos y percepciones de un grupo de muchachos obsesionados con las hermanas Lisbon. Esa voz particular, fruto de los intentos de escribir poesía que realizó Eugenides en su juventud, también rinde homenaje a los grandes escritores modernistas, como James Joyce, que lo impulsaron a convertirse en escritor. Eugenides recuerda que cuando tenía 16 años leyó El retrato del artista adolescente y se identificó profundamente con el protagonista, Stephen Dedalus: “Era un ratón de biblioteca como yo y tenía un nombre absurdo en griego antiguo. Joyce escribe en algún lugar que Dedalus ve su nombre como un presagio de su destino y yo, como el soñador que era, también lo sentí así”.

Las lecturas de Joyce, Woolf y Proust se amalgamaron en sus años universitarios en la Universidad de Brown con las de clásicos como Tolstói y fue así como Eugenides supo el tipo de literatura que quería hacer: “Toda mi carrera he intentado reconciliar estos dos polos: los experimentos del modernismo y el impulso narrativo y la importancia de los personajes en las novelas decimonónicas”. De esta manera concibió su segunda novela, Middlesex (2002), merecedora del Premio Pulitzer.

Esta épica extensa narra la historia de Cal Stephanides, un intersexual que nace como mujer y que después de la pubertad decide vivir como hombre. Se trata, nuevamente, de una voz narrativa contundente que asume el reto de contar la historia de tres generaciones de inmigrantes griegos en Detroit desde el punto de vista de un protagonista que atraviesa grandes cambios físicos. Nuevamente, obtuvo grandes halagos por parte de la crítica al construir una voz narrativa que se vale de la inteligencia y el humor para lograr una novela que podría ser clásica en su forma, pero contemporánea en su lenguaje y en la manera como aborda el tema de género.

Sobre la manera en la que ha logrado dar vida a estas voces narrativas tan disímiles y logradas, Eugenides comenta: “Generalmente mis libros surgen de dos lugares, como los afluentes de un gran río. La primera es la idea para una historia: una persona con un problema. Eso no es suficiente, sin embargo. Ahí es cuando aparece la voz narrativa correcta para contar esta historia y así hacerla andar. A veces me demoro mucho encontrando el tono o la voz correcta. A veces tengo que jugar e intentar diferentes cosas y dar muchos pasos en falso. Cuando encuentras la voz correcta algo sorprendente ocurre. Es como si de repente pudieras poseer toda la historia, aun si no sabes qué es lo que va a pasar. Todo el libro está latente en esa voz. Es como oír cierto tipo de música y saber que puedes reproducirla y seguirla. En su mayoría, escribir es un trabajo arduo. Requiere disciplina y puede ser una carga para el cuerpo y la mente. Descubrir una voz es una experiencia casi mística”.

Para su tercera novela, La trama nupcial (2011), Eugenides sorprendió una vez más a sus lectores al optar por una voz narrativa mucho más austera para contar las vicisitudes amorosas de Madeline Hanna. Esta estudiante de Literatura de mediados de los ochenta se siente fuera de lugar cuando sus profesores destruyen las novelas románticas que adora haciendo uso de teorías posmodernistas, mientras que ella misma se ve envuelta en un triángulo amoroso digno de ser contado por Jane Austen o Henry James. Se trata de una obra que de manera sagaz reflexiona sobre el lugar que algunas personas le abren a la literatura dentro de su vida, pero también que pone en evidencia los mecanismos en los que Eugenides se ha apoyado para contestarles a los teóricos que afirman que la novela es una forma caduca.

El autor, quien también es profesor de la Universidad de Princeton y por esta razón conoce muy bien estas discusiones académicas, ha sido agrupado por los críticos junto con otras voces de la narrativa norteamericana que exploran los límites de este género, como David Foster Wallace y Jonathan Franzen. Para Eugenides, quien se ha apoyado en su amplio conocimiento literario para hacerse un lugar entre los autores más respetados de su generación, la vigencia de la novela es clara: “La mala escritura viene de la escasez de dos cosas: intelecto o intuición. Demasiado del primero y no hay magia. Demasiado de la segunda y no hay orden. Así que no es una cuestión de cautivar al lector por medio de una voz experimental o conmovedora, sino que la voz es la que cautiva al escritor. Tienes que tener tus antenas afuera hasta que sintonizas la frecuencia correcta. Y sí, la novela siempre se está moviendo hacia delante al reutilizar el pasado. No tiene sentido repetir lo que ya se ha hecho pero hay que saber lo que se ha hecho para no repetirlo”.

*Periodista

Jeffrey Eugénides conversará con Valeri Miles, directora de la revista Granta en la FILBo

Fecha: Sábado 30 de abril de 2016
Lugar: Auditorio José Asunción Silva
Hora: 7:00pm