El helicóptero de la Operación Jaque es el Caballo de Troya de la modernidad. | Foto: AFP

HISTORIAS

Así recuerda el coronel Raimundo Malagón su rescate en la Operación Jaque

Hace diez años volvió a la vida, después de estar casi una década secuestrado. Aquí nos cuenta cómo vivió aquel 2 de julio de 2008, cuando recuperó su libertad.

Coronel Raimundo Malagón*
14 de julio de 2018

El mundo entero me vio en el video de la Operación Jaque diciéndole a un supuesto reportero esta frase: “He estado encadenado durante diez años, yo soy el teniente Malagón del glorioso Ejército de Colombia”. Lo hice porque era mi única oportunidad de mostrarme al mundo. Habían pasado más de cuatro años sin pruebas de nuestra supervivencia.

Fui secuestrado el 4 de julio de 1998 en Uribe, Meta, con 26 años; y liberado en la Operación Jaque el 2 de julio de 2018. Hace nueve años, mi general Freddy Padilla de León, entonces comandante general de las Fuerzas Militares, nos reunió a todos para el aniversario del operativo de rescate. Incluso vinieron los tres exsecuestrados norteamericanos. Esa fue la última vez que todos los liberados por ese operativo militar estuvimos juntos. A veces, esporádicamente, nos reunimos tres, cuatro, o cinco de nosotros.

Casi diez años exactos estuve en poder de las Farc y también diez años han pasado desde que soy libre. Así recuerdo hoy la Operación Jaque.

Llevábamos tres semanas de viaje desde nuestro campamento, ubicado en algún punto entre Guaviare y Vichada, hasta el lugar donde se efectuó el operativo: una vereda cercana a Tomachipán, municipio guaviarense. Nos habían dicho que nos trasladábamos para el encuentro con una comisión humanitaria internacional que venía a vernos, e incluso habíamos escuchado noticias al respecto por la radio. La difusión mediática de la falsa comisión humanitaria era parte de la trama montada por la inteligencia militar.

Ese día, hacia las once de la mañana, cuando hablé con uno de los norteamericanos, tuve una especie de premonición. Le dije: “Estamos muy cerca de la libertad, a media hora en helicóptero. Pero qué tristeza que nos van a mostrar ante el mundo para después, otra vez, ponernos las cadenas”.

Recuerdo el aturdimiento que me nubló la mente al momento de recibir la noticia de que las personas que nos custodiaban eran miembros del Ejército. Cuando estalló la euforia colectiva en el helicóptero, lo que había era un verdadero caos. Mientras unos rescatistas intentaban calmarnos, otros secuestrados se salían de control. César, uno de los guerrilleros a bordo, se pegaba a sí mismo mientras lo neutralizaban e intentaba saltar del helicóptero. En cambio Gafas, el otro combatiente, en una forma cínica de asumir su derrota, se unía a nuestros cantos patrios de júbilo y celebración.

Yo no podía asimilar que se trataba de un rescate, no fui consciente hasta tres horas después, en Tolemaida, cuando mi general Padilla llegó a preguntar quién era Raimundo Malagón y yo contesté: “¡Firme, mi general!”. En ese momento entendí que era libre.

Para nosotros, de ese día quedan solo instantes. Todo pasó tan rápido. Muchas cosas que sucedieron frente a mí no me dejaron ningún rastro en la memoria. Me enteré meses después, por un video que me mostró un oficial de inteligencia, quien había hecho parte del operativo, de que el helicóptero había aterrizado en Puerto Rico (Meta) únicamente para desembarcar a César y a Gafas. Muchos de nosotros no guardamos un solo recuerdo de esa escala en el viaje. Tampoco me acuerdo si el trayecto desde Tolemaida hasta Bogotá ocurrió por tierra o por aire.

Yo diría que un secuestrado, al volver a la libertad, requiere de por lo menos un año para poder adaptarse al sistema de nuestra sociedad. Me acuerdo de que cuando regresé no conocía ni el TransMilenio, ni Facebook, ni una USB. Tan difícil era entender las novedades, que el Ejército nos asignó un acompañante que nos llevaba a hacer todas las diligencias cotidianas.

Un buen día me enteré de que Ingrid Betancourt –eso se lo agradezco–, le pidió al presidente Sarkozy que diera facilidades a los exsecuestrados colombianos para ir a capacitarse a Francia. Pude estudiar en ese país dos años y medio, hice un diplomado sobre Estudios Latinoamericanos en el Instituto de Altos Estudios de América Latina y una especialización en Gestión y Resolución de Conflictos en la Sorbona.

Ahora tengo 43 años y estoy casado con una mujer que amo. Tiene nombre de reina: Carolina Gómez. Hace tres años, el día y a la hora exacta del séptimo aniversario de la Operación Jaque (2 de julio a las 12:30 de la tarde) fui a recoger el resultado de una prueba de embarazo antes de salir para la ceremonia de conmemoración. “Felicidades, va a ser papá”, me dijeron al entregarme el papel. Sarita ya tiene 2 años y medio y es mi adoración.

Por todo esto, para mí, el helicóptero de la Operación Jaque es el halcón de Troya de la modernidad. Así de sencillo.