Los migrantes venezolanos que no tienen recursos para transportarse atraviesan el país a pie. Por lo general viajan en grupos de 200 personas. | Foto: Daniel Reina

HISTORIAS

Comenzar de nuevo es el anhelo de los venezolanos que llegan a Colombia

Hasta ahora Colombia ha desempeñado el papel del vecino que escucha las historias que los migrantes y refugiados venezolanos tienen por contar. La última ola de esa migración está aquí y en otros países del continente con un solo propósito: comenzar de nuevo.

Fredy Nieto*
25 de septiembre de 2018

Por cuenta del conflicto, los colombianos vivimos en el segundo país con más desplazados internos en el mundo (7,7 millones), rubro en el que solo nos supera Siria con más de 12 millones de personas que tuvieron que dejar su tierra. Las grandes ciudades los recibieron y aunque algunos casos eran dramáticos, en el país se hablaba de desplazados y no de migrantes o refugiados. Eso cambió cuando el flujo de venezolanos –por cuenta de una crisis social, política y económica interna– disparó sus niveles al punto que, hoy son 2,3 millones los que han salido de su país.

En septiembre de 2015, días después de la trágica foto que mostraba a un niño ahogado boca abajo en una playa turca, circuló esta frase en internet: “Nadie monta a sus hijos en un bote a menos que el mar parezca más seguro que la tierra”. Con varias crisis migratorias y de refugiados a nivel mundial en pleno auge, esta frase aún resume la situación de cualquier migrante o refugiado, incluso la de los venezolanos que sin mar a la vista, caminan largos recorridos en busca de destinos como Bogotá, Quito, Lima o Santiago de Chile. De hecho, en ese mismo 2015, mientras familias enteras en el Mediterráneo buscaban llegar a Europa, los primeros venezolanos comenzaban a cruzar el puente Simón Bolívar y las trochas que conforman la porosa frontera colombo-venezolana.

Tres años después, la crisis no da tregua. Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), se trata del flujo migratorio más importante en la historia de América Latina. Esta organización habla de más de 1,6 millones de venezolanos que abandonaron el país desde 2015. Tal vez no haya otro evento que capte la insensibilidad de nuestro tiempo mejor que la situación de Venezuela.

Imágenes de madres con bebés y niños al borde de las carreteras y la odisea de los caminantes, que aguantan temperaturas bajo cero en el páramo de Berlín (Norte de Santander), han inundado los medios de comunicación y le han puesto rostro a una emergencia que algunos buscan contrarrestar. Yukiko Iriyama, Representante Adjunta de Acnur en Colombia, dice que “un número importante de venezolanos necesitan protección internacional. Estamos promoviendo que los países vecinos aseguren el ingreso a su territorio, estatus legales y acceso al sistema de asilo. Teniendo en cuenta la magnitud de ese flujo, un solo país no puede responder a la necesidades de los venezolanos, por ello es necesario un enfoque regional, con un apoyo de la comunidad internacional”. Precisamente fue en Quito donde delegados de 12 países analizaron las políticas regionales y discutieron alternativas para hacer frente al drama. Raúl Sanhueza, representante de Chile en esa mesa, advirtió: “O salimos juntos de esta crisis, o no va a salir nadie indemne de ella”.

Así las cosas, ¿cuál puede ser la solución en el corto plazo? Varios analistas apuntan hacia la Declaración de Cartagena firmada en 1984. Entre ellos Francisco Quintana, director del Programa para la Región Andina del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil), quien habló con SEMANA sobre cómo esa Declaración, de aplicarse correctamente, podría ayudar a ver la migración venezolana como una oportunidad. “Las Américas y el Caribe no necesitan invertir mucho tiempo para encontrar soluciones. Deben manifestar una verdadera voluntad política porque, a diferencia de Europa, Asia o África, se tiene un lenguaje común y la diversidad étnica no es un factor de discriminación. Existe un marco legal y una experiencia acumulada, falta que los órganos del sistema interamericano respondan al desplazamiento forzado”.

Aunque son una constante en la historia de la humanidad, las migraciones actuales prenden las alarmas porque están marcadas por las fronteras impuestas, el saqueo de los recursos y el miedo al disenso. Ese temor no está basado únicamente en persecuciones sistemáticas ni en atentados terroristas; la situación de Venezuela demuestra que también se ve reflejado en la desigualdad que, por lo que vemos a diario, no es más que otra forma de violencia.

*Periodista de Mundo de revista SEMANA.