Pedro Santos es miembro de la organización de Derechos Humanos Temblores ONG, que trabaja por la justicia social y la erradicación de la violencia. | Foto: Karen Salamanca

OPINIÓN

“En algún momento me enamoré y lloré al pensar que amar así estaba mal”: Pedro Santos

El hijo de Francisco Santos, embajador de Colombia en Washington, confiesa que durante muchos años vivió con miedo a raíz de su orientación sexual. Hoy, sin embargo, siente que vive en un país más incluyente.

20 de septiembre de 2018

A los 15 años hablé con mis padres sobre mi homosexualidad. Llevaba una encrucijada en el alma y no hallaba dónde esconderla. Tenía que explicarle al mundo algo que era muy natural para mí. Debía justificar mi existencia y rogar que la gente entendiera. No era suficiente ser un adolescente hormonal, debía enfrentarme al escrutinio público y a la posibilidad de ser anulado.

No tenía referentes sobre cómo se vive al ser homosexual. La única posibilidad de tener contacto con la gente, que en ese momento se sentía igual que yo, era en lugares demasiado sórdidos para un niño de 14 años. Mientras mis compañeros vivían el inicio de su adolescencia, yo exploraba mundos peligrosos, ajenos al mío. Buscaba a alguien como yo, que sintiera como yo, que amara como yo.

“Mi amor por ti está intacto, me asusta el mundo al que estás entrando. La soledad, las drogas, tantas cosas que no quiero que vivas”, me dijo mi mamá.

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Estas palabras aún las llevo conmigo. Esos miedos, que muchos padres sienten, son el resultado de la negación de la sociedad y de la discriminación. Las vidas de muchos niños, que solo buscan hallar su indentidad y su lugar en el mundo, no serían tan oscuras y desesperadas si en sus casas se hablara con normalidad del tema. El silencio y la discriminación nos vulneran y convierten en cómplices a quienes no dicen nada.

Me hubiera gustado crecer como los otros chicos, sin miedo a que me pegaran por decir que me gustaba un hombre, sin tener que pensar en cómo caminaba, en el tono de mi voz. Algún día soñé con ser bailarín, pero me sentí aterrado y no volví a hablar del tema. En algún momento me enamoré y lloré al pensar que amar así estaba mal y que jamás iba a conocer el amor.

Los tiempos han cambiado. Superamos la negación y entramos en la discusión del tema. Aún nos queda mucho por hacer, sobre todo en este país donde preferimos juzgar a entender. Pero negar los avances es imposible. Es importante entender qué hay detrás de la homosexualidad y hablarlo en familia. No hay decreto que nos proteja si las palabras y las acciones siguen siendo hirientes.

Podría escribir un texto histórico sobre el movimiento LGBTI, pero perdería el valor que yo, como individuo, he vivido y he sentido. Esa transformación que con el paso del tiempo –a veces más interno que externo– me ha hecho saber que nada es estacionario, y que por más reversazos que se hayan dado, las cosas han mejorado.

*Cineasta y fotógrafo.