A la comunidad curari han llegado cerca de 80 migrantes. Entre ellos, familias colombianas que partieron a Venezuela en los años noventa en busca de una mejor vida para sus hijos. | Foto: Rafael Bossio

HISTORIAS

La comunidad wayúu de La Guajira acoge a sus parientes venezolanos

Esta etnia, con la colaboración del Programa Mundial de Alimentos, da un claro ejemplo de cómo ayudar a sus hermanos de sangre que provienen del país vecino.

25 de septiembre de 2018

Hacía lo que podía. "Un día trabajaba en una estación de gasolina, otro recolectando botellones de agua. A veces laboraba como jardinero o albañil. Si ganaba 4,50 bolívares a la semana era mucho. El kilo de arroz costaba 300. Con trabajo o sin él daba igual, no íbamos a comer”, dice Javier González, un venezolano de 22 años que vive desde hace varias semanas en la comunidad curari de La Guajira. Él y su primo Augusto viajaron en un camión desde Maracaibo, su ciudad natal, hacia esta tierra ancestral. Allí sus hermanos wayúu colombianos los acogieron y les brindaron una oportunidad para progresar.

“Aquí todos somos una familia. Nos alojaron, nos cobijaron y en todo lo que han podido, nos han colaborado. Ha sido un poco difícil, pero con su ayuda construimos casas y tenemos una huerta”, afirma Augusto.

Al igual que ellos, cientos de indígenas wayúu cruzan la frontera hacia La Guajira debido a la escasez de comida en la nación vecina. “La historia de cada persona es diferente. Se estima que los venezolanos se encuentran en estado de inseguridad alimentaria, ninguno de ellos dejaría su país, donde están,w su cultura y su familia, si allí tuvieran otras oportunidades”, explica Deborah Hines, directora del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en Colombia.

A la comunidad curari han llegado cerca de 80 migrantes. Entre ellos, familias colombianas que partieron a Venezuela en los años noventa en busca de una mejor vida para sus hijos. Así lo hizo Leticia Bonivento, quien se fue a tierras venezolanas en busca de atención médica especializada para su hija con anemia falciforme. Sin embargo, hace un año volvió con su comunidad por la falta de dinero para comprar alimentos.

“Me fui a vivir al estado de Zulia, en Venezuela, hace 17 años. Allá el gobierno nos subsidiaba los medicamentos de alto costo que mi hija necesitaba. Pero todo cambió. Haber regresado a Colombia con la comunidad es una bendición”, comenta Leticia.

Para ella, Javier y Augusto entrar a Colombia es un poco más fácil que para el resto de los migrantes. No necesitan documentación colombiana, hacen parte de un grupo en el que no existen las fronteras, son wayúus.

Si bien estas comunidades han sabido redistribuir sus alimentos entre todos sus miembros, la labor del Programa Mundial de Alimentos de la ONU (PMA), con la colaboración de Acción contra el Hambre, los ha ayudado a lograr esta misión sin contratiempos.

“El PMA ha cooperado. Más ahora que estamos tratando de ayudar a nuestros familiares venezolanos. Con los bonos de alimentación que nos dan les compramos su kilito de arroz y un poquito de cada cosa. También les permitimos trabajar en la huerta y con los animalitos”, afirma Reinaldo José López, autoridad tradicional de la comunidad curari.

Además, los proyectos implementados por el PMA han logrado que los wayúus aprendan sobre el cuidado del agua, la alimentación sana y la protección de sus animales. También les enseñaron a plantar para que en un futuro puedan ser autosostenibles.

“Nosotros los concientizamos sobre el lavado de las manos y el entorno saludable. Les entregamos filtros y bidones para el acarreo del agua”, comenta Angie Jiménez, coordinadora de proyectos de Acción Contra El Hambre.

Además, gracias a las jornadas médicas que se realizan cada mes, los enfermos reciben los medicamentos que necesitan. Y se supervisa la alimentación de los menores desnutridos y anémicos con el fin de revertir su condición en el menor tiempo posible.

“Ahora que nuestra familia está retornando a su tierra ancestral en La Guajira, les damos alitas para que se acostumbren a vivir en el monte. Sabemos que para ellos no ha sido fácil, pero creemos que trabajando y conviviendo juntos podremos salir adelante”, concluye López.