Los 40 alumnos del internado Los Amberes, ubicado en el municipio de Anzoátegui (Tolima), disfrutan hoy de las nuevas instalaciones de su colegio. | Foto: Pablo David Gutiérrez

EDUCACIÓN

La Gobernación del Tolima trabaja por la educación campesina

Por eso, en 2016 creó un programa de subsidios para lograr que los mejores estudiantes en condición vulnerable puedan acceder a la universidad. Además, construyó un internado en Anzoátegui.

25 de septiembre de 2018

Hoy, en medio del estrés, los problemas de movilidad y la contaminación de las ciudades, nacer en el campo debería ser el mejor regalo para un niño. Crecer entre el aire puro, las fuentes de agua limpias y los productos frescos extraídos de la tierra estimularían su desarrollo corporal, mental, su sensibilidad ante la vida y su compromiso con el entorno.

Pero en Colombia nacer en el campo implica, en muchos casos, enfrentarse con una barrera para acceder a la educación de calidad. Una evidencia de esto es que, según un estudio llevado a cabo por Fedesarrollo y la Fundación Compartir en 2016, los resultados de las Pruebas Saber 5, 9 y 11, en las zonas rurales, son sistemáticamente inferiores a los de las áreas urbanas.

Para combatir esta problemática, la Gobernación del Tolima desarrolló dos programas para que los niños y jóvenes de bajos recursos del departamento accedan de manera más efectiva a la educación y, además, lo hagan en la región. Les contamos cuáles son.

Universidad para el campo

La familia Álvarez Franco se ha dedicado toda la vida al cultivo del café en La Marina, un corregimiento de Chaparral. Gracias a esta actividad subsisten Vitaliano, Nelly y sus tres hijos. La labor ha sido dura pero fructífera. Sin embargo, hace cinco años, cuando compraron sus propias tierras, creyeron que su futuro sería más prometedor. Pero a sus planes les cayó la roya. Todos sus cultivos fueron destruidos por este hongo que afecta las plantaciones durante la época de lluvias.

El Tesoro, como se llama la finca de los Álvarez Franco, dejó de ser productiva. Además la deuda de la compra, los préstamos bancarios y el pago a los jornaleros para poner en pie las plantaciones, empeoraron su situación económica.

Por eso, Zulay, la hija de 18 años, a pesar de haber obtenido el mejor puntaje de las pruebas Saber 11 al terminar sus estudios en el colegio de La Marina, no tenía posibilidades de acceder a la universidad. No obstante, gracias al subsidio que le otorgó la Gobernación a través de su programa de Apoyos al Talento Humano con Educación Superior, hoy cursa cuarto semestre de Administración Financiera en la Universidad del Tolima.

Zulay estudia de forma semipresencial en Chaparral, lo cual es una gran ventaja, pues si tuviera que trasladarse desde La Marina hasta la capital, Ibagué, podría tardar más de cinco horas. Pero al tener esta oportunidad, la joven hoy recibe su formación académica y tiene la capacidad y la esperanza de transformar a su región. “Quiero aplicar mis conocimientos en la finca y convertirla en una microempresa que genere ganancias”, asegura.

Junto con ella, desde 2017 son más de 3.100 estudiantes de bajos recursos en el Tolima los que solo tienen que preocuparse por aprender y cambiar su futuro.

El colegio de la montaña

Al noroccidente del departamento del Tolima, en límites con el Quindío, se encuentra el municipio de Anzoátegui. Para visitarlo hay que ascender por la cordillera Central hasta encontrarse con un frío paraíso escondido entre las nubes. Desde allí, el viajero debe conducir una hora sobre las colinas para llegar a Palomar, un corregimiento que se caracteriza por sus coloridas casas de madera.

Una de ellas se destaca sobre las demás, pero no por su belleza, sino porque en esta construcción de 200 años de antigüedad, el bahareque, los tablones y los techos estaban a punto de derrumbarse. Este edificio era el internado en el que vivían 24 niños campesinos de la región, quienes en muchos casos tenían que compartir su cama para optimizar el espacio.

Rigoberto Rodríguez, un estudiante de sexto grado recuerda que “la tierra que salía del techo me caía sobre las cobijas”. Pero esta era la única opción que tenían para estudiar, porque muchos de estos niños vivían en veredas como Hoyo Frío y San Romualdo, que se encuentran a cuatro o cinco horas de distancia a caballo del colegio más cercano.

Su situación cambió cuando el primero de febrero de este año el gobernador del Tolima, Óscar Barreto, les entregó el nuevo internado Amberes de Palomar. Allí, cada alumno tiene su propia cama y se puede bañar con agua caliente. Además, las instalaciones tienen una cocina con todos los electrodomésticos, un comedor, una biblioteca con señal de internet y una pequeña cancha sintética de fútbol dentro del edificio.

Aunque en la anterior casona nunca faltó el amor y la solidaridad, los 40 alumnos que ahora viven en la nueva construcción dicen en coro: “Ahora todos vivimos y estudiamos mejor”.