Pequeñas obras de infraestructura ayudarán a que, en vez de un muro, la carretera sea de verdad un gran túnel verde. | Foto: iStock

AMAZONIA

La Marginal de la Selva, ¿la primera vía verde de Colombia?

Durante décadas se ha intentado conectar a la Amazonia con el resto del país. Conozca cómo debería ser nuestro primer corredor verde, que respete la flora y la fauna.

Andrés Bermúdez Liévano*
10 de abril de 2018

Décadas de guerra dejaron rezagados y desconectados a los habitantes de regiones amazónicas como Guaviare, Caquetá, y el sur del Meta. En esta etapa de posconflicto su integración al resto del país es necesaria y fundamental, y para conseguirlo el gobierno tiene entre sus planes construir la carretera Marginal de la Selva.

Se encuentra en fase de estudios, pero su trazado –que ya es público– se ha convertido en los últimos cinco años en el escenario de una verdadera debacle ambiental, por lo que hace una semana el presidente Juan Manuel Santos advirtió que podría no hacerse. La magnitud de la tala ilegal es tan grande que ahí se encuentran nada menos que tres de las ocho zonas de mayor deforestación en toda Colombia, según el Ideam.

El punto más álgido está entre La Macarena y San José del Guaviare, un denso tapete de bosque y selva donde –sin el azote del conflicto armado– los científicos descubren nuevas especies a un ritmo frenético. Ese parche verde, que se deteriora rápidamente, es crucial porque se trata del mayor corredor de conectividad de especies y de agua entre los Andes, la Orinoquia y la Amazonia, lo que permite que los ecosistemas desde el Sumapaz hasta Chiribiquete funcionen bien.

La Marginal nace entonces con un problema grave. Pero hay una solución que podría satisfacer las dos sentidas necesidades: integrar a quienes viven allí al resto del país y mantener saludable el corredor verde. “La posibilidad de una carretera bien hecha existe. De la Marginal podemos sacar los lineamientos de infraestructura verde para Colombia”, dice convencido Rodrigo Botero, quien dirigió la seccional amazónica de Parques Nacionales durante una década y conoce muy bien la región.

Hacerlo, sin embargo, requiere que los sectores de infraestructura y ambiente establezcan unos criterios especiales para esta vía que cruza zonas tan sensibles. Esto es algo que, por el momento, el diseño presentado por el consorcio Metrovías Selva no incorpora.

Vía sí, pero no así

“Es como si pusiera un torniquete en su brazo e impidiera que circule la sangre. Al final se le gangrenaría porque lo que da vida a ese cuerpo es que haya flujo. Entonces, si definitivamente necesitamos una carretera, no podemos poner un torniquete, sino un collar bien bonito”, explica Botero.

¿Qué implica eso? Que la vía ayude a mantener vivo ese corredor, en vez de acelerar su destrucción. Eso se logra con soluciones prácticas que aseguren que los animales (desde los peces de las cañadas hasta los micos en los árboles) puedan cruzar de un lado a otro sin riesgo, manteniendo así la diversidad genética de sus poblaciones. Soluciones que garanticen que los ríos nacidos en los páramos andinos continúen alimentando los de la cuenca amazónica y que conlleven una planificación del paisaje aledaño, para que el bosque llegue hasta el borde de la carretera y no se convierta en un descampado. En síntesis, pequeñas obras de infraestructura que eviten que, en vez de un muro, la carretera sea un gran túnel verde.

Para lograrlo, los científicos recomiendan construir puentes para que jaguares y osos hormigueros puedan cruzar sin ser atropellados, con mallas laterales que los conduzcan hacia esos ‘pasos peatonales’ seguros. En los árboles, pasadizos elevados para monos y perezosos. En los ríos y pantanos, puentes que no frenen la circulación del agua y obras de drenaje –como los ‘box culvert’– que no sean barreras para tortugas y cangrejos.

Vías así existen en Australia, Nueva Zelanda o Canadá, pero también en países similares al nuestro. El caso más conocido es el de Costa Rica, donde hay centenares de pasos de fauna y los corredores de conectividad están protegidos por ley.

La Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), que lidera Botero y que viene monitoreando los daños ambientales en la región de la Marginal, ya mapeó, con apoyo de Usaid, 25 puntos donde se necesitan estas ‘obras verdes’.

Hacerlas puede generar grandes beneficios económicos a la región y al país: Costa Rica atrae cada año a 3 millones de turistas extranjeros ávidos de ver aves y monos como los que abundan en Guaviare. De hecho, la FCDS llevó hace unos meses a funcionarios del gobierno –de Invías, Ministerio de Transporte, Anla, Ministerio de Ambiente, Parques Nacionales– a conocer las ambiciosas vías del Pacífico costarricense.

Un corredor verde así conectaría a la Amazonia, cuidándola y permitiéndole un desarrollo sostenible que potencia su valor como pulmón del mundo.

*Periodista ambiental.