Osiris Cárdenas junto a su hija Laura Vanessa en el patio de su casa. | Foto: Antonio Alcalá

CRÓNICA

¿Qué ha pasado con la beneficiaria de la vivienda gratis # 100.000?

SEMANA estuvo en El Salado, Bolívar, conversando con Osiris Cárdenas, la mujer que recibió la casa gratis 100.000 en el país. La historia de esta víctima del conflicto armado, aquí.

Vicente Arcieri*
30 de julio de 2018

Osiris Esther Cárdenas Ordosgoitia es una mujer de pocas sonrisas. Tiene 44 años, cuatro hijos, dos pájaros de monte ‘tumbayeguas’ que celan el patio apacible de su casa, y un nuevo amor.

Con su familia vive en Villa del Rosario, El Salado, un corregimiento de El Carmen de Bolívar, en el corazón de los Montes de María. A dos horas y media en carro desde Cartagena y a 20 kilómetros de la cabecera municipal. Aquí se respira con tranquilidad. Son solo 180 metros de altura sobre el nivel del mar.

Osiris no es la misma mujer desde el 26 de noviembre de 2015, cuando el presidente de la República, Juan Manuel Santos, le entregó en sus manos temblorosas las llaves de su casa, de donde nada ni nadie podrá sacarla. Ese día se conviritó en la propietaria 100.000 del programa de viviendas gratuitas.

Hasta entonces creyó que iba a morir yendo de aquí para allá, “repasando de un lado para otro”, como ella misma dice, sin un lugar dónde dormir tranquila con sus hijos. Se refugiaba en casas abandonadas de las que siempre la sacaban. La última fue un cuarto con paredes de plástico, sin agua, energía, muebles ni pisos. Sin dignidad. Aquí iba a funcionar un criadero de cerdos, pero terminó siendo un gallinero de la ONG Mujeres Unidas de El Salado con el que se buscaba generar ingresos para las madres cabeza de hogar. Le permitieron quedarse, alimentar a los animales y vincularse al programa.

Sobrevivientes

En este corregimiento de El Carmen de Bolívar reina el silencio. Un silencio lento, lúgubre, que se siente en la respiración, en los ojos y en la piel. Son unos 600 habitantes, pero parece que solo vivieran unos cuantos. La tienda de la entrada del pueblo es el lugar más animado. Hasta allí llegan los jóvenes y viejos a hablar de la vida que no ha sido y de la que pudiera ser.

La vida de Osiris, como la de cientos de saladeros, quedó marcada por la tragedia. Hace 18 años el comando paramilitar ‘Bloque Héroes Montes de María’ incursionó en el pueblo y mató a decenas de sus habitantes. Las pesadillas todavía atormentan a sus seres queridos.

Osiris se salvó de milagro. En esos días de horror, a El Salado llegaban los sobrevivientes de las veredas cercanas. “Vienen matando a todo al que se les atraviese en el camino. Parece que ni Dios los va a detener”, le dijeron en la víspera de la masacre. Pero ella no creyó.

“Están quemando los ranchos y matando a la gente sin compasión”, llegó corriendo a advertirla un conocido. Su marido le dijo: “Vete adelante con los pelaos. Yo me quedo a ver qué pasa”. “Ni de vainas –le contestó–. Si no nos vamos todos, no me voy. Nos matarán”. Salieron completos para una vereda cercana que se conoce como El Cairo. Con ellos, recuerda Osiris, iban otros habitantes del pueblo. Era como una procesión de almas en pena caminando por el monte para salvar sus vidas.

Se refugiaron con sus hijos, ninguno de esos pequeños entendía la tragedia que se cernía sobre su pueblo. Laura Vanessa, su hija menor, en ese entonces de 12 meses, le encontraba gracias a todo lo que sucedía en esa selva espesa. Mientras la niña reía al ver los saltamontes que se posaban en sus manos, su mamá sufría y le tapaba la boca para evitar quedar al descubierto.

Hoy, sentada en la puerta de su casa con Laura Vanessa, arullada por el canto de los mochuelos, tiene otros desvelos. Quiere educar a su hija adolescente, pero los recursos no le alcanzan. Quiere sacarla adelante para que se defienda en la vida, pero necesita ayuda.

Y la encontró, en parte, al convertirse en la feliz adjudicataria de una casa de 76 metros cuadrados en un conjunto de 100 viviendas al que se le considera “un símbolo de paz y de esperanza”.

Aquí vive tranquila con su familia. Tomando café en el patio de la casa. Oyendo a los pájaros animar las ramas de las montañas. Con la certeza de que puede irse a la cama y al día siguiente despertar sin la angustia de que alguien pueda volver a arrebatarle su hogar.

*Periodista.