En diferentes proyectos de vivienda social entendieron que la manera de superar las problemáticas de convivencia era con espacios sociales y deportivos. | Foto: Cortesía Ministerio de Vivienda

OPINIÓN

Cómo una cancha en el barrio puede cambiar la historia de un país

El fútbol anota sus mejores goles cuando logra que los niños y los jóvenes disputen un partido y no una pelea de pandillas. El fútbol propicia el encuentro de la comunidad.

Andrés Wiesner*
30 de julio de 2018

Cuando escribo esta columna, Colombia se prepara para jugar su tercer partido de la fase eliminatoria del Mundial de Rusia 2018 contra la selección de Senegal. Cuando se publique esta revista, ya sabremos su suerte (nota de los editores: Colombia ganó 1-0 y, tristemente, fue eliminada en los octavos de final por Inglaterra).

Hace un par de décadas las selecciones suramericanas parecían superiores a las africanas. Pero los tiempos cambiaron, hoy hemos visto un ascenso de los equipos del África. De acuerdo con una investigación de la experta en urbanismo Natalie Koch, este fenómeno estuvo relacionado con el aumento de proyectos de infraestructura que contemplaban escenarios para practicar el balompié en ese continente. Su estudio también hace referencia a las posibilidades que tuvieron los africanos para crear una nueva manera de relacionarse.

Hoy, este tipo de historias también se escuchan en Colombia. Las noticias sobre el fútbol en nuestro país ahora van más allá de los goles de James y Falcao. En diferentes proyectos de vivienda social en las principales ciudades, entendieron que la única manera de superar las problemáticas de convivencia entre las víctimas, los victimarios y los grupos enfrentados por el conflicto armado, era con la oferta de espacios sociales y deportivos.

En quienes más se puede notar las bondades de esta propuesta es en los niños y los jóvenes. Si no existen escenarios deportivos, campeonatos y competencias que les permitan desfogar su adrenalina, esta se reemplaza fácilmente por dinámicas delincuenciales y los hace más vulnerables a las pandillas, la drogadicción y el alcoholismo.

“Yo estaba en la pandilla porque sentía la necesidad de pelear y robar. Ahora ese vacío en el estómago lo siento antes de jugar un partido”, me dijo Quino, un joven de 17 años que pertenece al Programa Convivir Jugando realizado por la Constructora Bolívar y la Fundación Tiempo de Juego, en la localidad de Bosa y el barrio Campestre, en Soacha.

Con este proyecto se ha evidenciado que un torneo de fútbol es un punto de encuentro entre los padres y la comunidad, para interactuar, reconocerse y entablar relaciones que incluso les permitan trabajar en colectivo. En África lo lograron.

*Periodista y presidente de la Fundación Tiempo de Juego.