Murad nació en 1993 en Koyo, Sinjar, una población ubicada al norte de Irak donde históricamente han habitado practicantes del yazidismo. | Foto: AFP

ENTREVISTA

“La impunidad es complacencia”, Nadia Murad, nobel de la Paz

En 2014 fue retenida y abusada por miembros del Estado Islámico que perpetraron el genocidio yazidí, en Irak. Hoy trabaja por la defensa de las mujeres y los menores víctimas de violencia sexual en conflictos.

Juan Sebastián Salazar.*
13 de diciembre de 2019

SEMANA: Después de recibir el Premio Nobel de la Paz en 2018 usted se convirtió en una líder global de los derechos del pueblo Sinjar, en Irak. ¿Cuál ha sido el principal cambio desde entonces?

NADIA MURAD: El año pasado fue muy conmovedor. Ganar el Nobel me dio el dinero para crear el proyecto Sinjar Action Fund e hizo visible mi trabajo con la fundación Nadia’s Initiative, que hoy tiene toda la atención de la comunidad internacional. Aunque antes de recibir el galardón ya viajaba por todo el mundo para abogar por los sobrevivientes de la violencia sexual y por la comunidad yazidí, siento que ahora mi voz tiene un mayor alcance. Seguiré usándola para luchar por un cambio real. Celebro este logro, pero queda mucho trabajo por hacer. Millones de mujeres son víctimas de estos abusos en el planeta y los yazidíes siguen siendo desplazados. La comunidad internacional tiene que actuar con decisión para transformar esta realidad.

SEMANA: ¿Cómo reconstruir una comunidad en crisis?

N.M.: La reconstrucción requiere de un esfuerzo constante. Mi misión y la de Nadia’s Initiative es invertir en iniciativas de desarrollo sostenible en Sinjar para que la comunidad yazidí pueda regresar a su tierra ancestral. La mayoría de sus habitantes siguen desplazados en los campamentos internos al norte de Irak. Las condiciones de vida en estos lugares son horribles. En ellos no se puede acceder a una buena educación, tampoco hay atención médica ni oportunidades de trabajo; estos espacios ni siquiera son sostenibles.

SEMANA: ¿De qué manera puede ayudar al cambio?

N.M.: Nuestro objetivo es lograr que Sinjar tenga las condiciones necesarias para incentivar y permitir el regreso de mi comunidad. Por eso invertimos en atención médica, educación, sustento, WASH (sigla en inglés de agua, saneamiento e higiene) y acciones específicas para ayudar a las mujeres. Al invertir en proyectos de desarrollo sostenible, también trabajamos con los gobiernos de la región para abogar por la estabilidad y la seguridad de nuestra región. En muchos sentidos esta es una batalla difícil de librar, pero continuaremos luchando hasta que los yazidíes puedan volver a su tierra natal, con seguridad y acceso a los recursos básicos.

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SEMANA: ¿Por qué la violencia sexual se convierte en un arma de guerra?

N.M.: En nuestra sociedad patriarcal global, las mujeres, las niñas y los niños, son los grupos más vulnerables, los perpetradores usan la violencia sexual contra todos ellos para afirmar su dominio y su poder sobre la comunidad. Sus actos dejan traumas colectivos y generacionales que no solo afectan a las víctimas directas, también a sus familias y comunidades. Empleada de esta manera la violencia sexual se convierte en un arma de guerra que destruye comunidades enteras desde adentro, y deja huellas imborrables en las generaciones venideras. No solo los yazidíes han sido víctimas de estos crímenes, muchas otras minorías y grupos indígenas de todo el mundo los han vivido. Esto tiene que parar.

SEMANA: Con el apoyo de Amal Clooney usted logró que los crímenes cometidos por Isis contra los yazidíes fueran enjuiciados internacionalmente. ¿Qué significa esto para la comunidad?

N.M.: Ambas estamos luchando para llevar a los responsables de Isis ante las autoridades que puedan condenarlos. Pero solo habrá justicia cuando toda la comunidad internacional apoye los mecanismos judiciales, como un tribunal, para enjuiciar y castigar a estos criminales. La falta de voluntad de ciertos gobiernos nacionales para juzgar a sus propios ciudadanos que han sido miembros de Isis es uno de los grandes obstáculos para la justicia.

SEMANA: Usted dice que la comunidad internacional debe defender a las poblaciones vulnerables. Sin embargo, también afirma que los esfuerzos para reconstruir las poblaciones deben surgir desde lo local. ¿Cómo se conjugan ambos esfuerzos?

N.M.: Creo que los habitantes de las comunidades locales saben muy bien qué debe hacerse en sus territorios porque son ellas las que se enfrentan a diario a sus propios problemas. El papel de la comunidad internacional no es hablar por las poblaciones en crisis, sino escuchar sus voces y amplificarlas. Además, debe priorizar proyectos de apoyo que atiendan las necesidades más urgentes. Y las iniciativas de desarrollo que planteen deben llevarse a cabo en consultas cercanas a cada grupo de interés. Por esta razón Nadia’s Initiative se esfuerza por trabajar con las organizaciones locales de Sinjar tanto como sea posible, y por consultar a los miembros de esa comunidad de manera regular.

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SEMANA: ¿La justicia es la única vía para vivir en paz en Irak?

N.M.: Sin justicia no hay paz. Que los criminales de guerra sean responsables de sus actos es crucial, solo así le enviamos a la comunidad internacional el mensaje inequívoco de que la violencia es inaceptable. Debemos desafiar la noción de que ciertos grupos importan más que otros. La impunidad es complacencia y las palabras sin acción infligen el mismo daño y sufrimiento que los perpetradores de atrocidades masivas y de violencia sexual.

*Coordinador General de Especiales Regionales de SEMANA.