Panamá celebra su agónica clasificación al Mundial Rusia. | Foto: AFP

FÚTBOL

Los inicios del fútbol panameño

Bélgica, Inglaterra y Túnez serán los rivales de los istmeños en el mundial de Rusia. Una gesta imposible sin la labor de los primeros jugadores panameños.

Víctor Diusabá Rojas*
1 de enero de 2018

En el fútbol no existen las revanchas sino nuevas oportunidades. Lo que perdiste no lo puedes volver a conseguir”. Lo dijo el Jefe, el argentino Javier Mascherano, una institución en el Barcelona F.C. y en la selección de su país. Y es cierto, las revanchas no existen, pero las oportunidades sí. Mejor aún, las segundas oportunidades. Ese fue un grito que debió correr parejo a la celebración de Román Torres tras el gol definitivo ante Costa Rica, la noche loca aquella del 10 de octubre de 2017 en que Panamá se metió por primera vez –como quedará escrito para la eternidad– entre las mejores selecciones de fútbol del mundo.

A Torres lo recorrían muchas emociones. Una, la elemental de saber que él y sus compañeros se subían al podio de 32 selectos invitados a una fiesta a la que habían aspirado 211 federaciones afiliadas. Dos, la certeza de que, detrás de ese alambrado donde la gente chillaba en ofrenda al gol, como si todos se hubiesen ganado la lotería al mismo tiempo, había un país que gozaba sin excepción y por igual, de polo a polo, desde Isla Tambor hasta Isla Jicarita. Y tres, para qué negarlo, que la infausta noche de cuatro años atrás, daba a luz a otra; a esta misma, a la que, con perdón de Mascherano, se le podía llamar revancha.

Esa vez, el 16 de octubre de 2013, en el empedrado camino a Brasil, faltaron dos minutos para tocar el cielo. Panamá le ganaba 2-1 a Estados Unidos, pero en el tiempo de descuento (minutos 91 y 92) Graham Zusi y Aron Johannson mandaron a toda la nación a llorar en el silencio de la noche (la selección gringa ganó 2-3). Ahora, en cambio, la victoria más las combinaciones inesperadas de resultados de Trinidad y Tobago-Estados Unidos, y Honduras-México, daban el premio a quienes habían aprendido la lección de paciencia y tozudez. O, como reza la sabiduría popular en el vecindario: “Al que le van a dar, le guardan”.

Pero si se trata de aguardar con sapiencia y batallar sin pausa hasta el final, hay que decir que la calificación de Panamá al Mundial de Rusia 2018 es el fruto de décadas de lucha, matizada con desaciertos y aventuras. Porque el balompié del istmo, por encima de muchos inconvenientes, se fue ganando el espacio que hoy tiene, en un mundo en principio extraño.

Así como hoy Román Torres, Alberto Quintero, Luis Tejada y Blas Pérez son estrellas, a sus inmediatos antecesores y a los de padres y abuelos de estos en la saga del fútbol, el béisbol y el baloncesto, los obligó a vivir en segundo plano. Y aún hay que admitir que mucho va de la puntería de Pedro ‘Mago’ Rivas en el aro y las curvas de Mariano Rivera en el montículo, a lo que los autores de esta hazaña han tributado a la nación.

Once gatos

Qué injusto sería no recordar a los pioneros del fútbol panameño, esos que, según la juiciosa recopilación del periodista Carlos Alberto Martínez, fueron los primeros en tocar la pelota, en los albores del siglo pasado, cuando (sorpresas te da la vida) marines americanos les propusieron a los locales jugar aquella pasión a la que los ingleses llamaban football.

Remontarse a esos inicios, desconocidos para la mayoría de los aficionados del balompié, produce nostalgia. ¿Alguien, aparte de Martínez, recuerda con el cariño que lo merecen al Standard Oval (el primer campeón del torneo del istmo), o a Padre Turcios y Barahona, Gaspar Eloy Suárez y Richard Newmann? ¿Qué dice la crónica de la época sobre el día aquel de 1926 en que 11 gatos (y no es peyorativo) vestidos de leones con los colores de una incipiente selección nacional arrinconaron a 11 tigres de Costa Rica, para saldar un 2 a 2? Ese quizás sea el comienzo de una rivalidad que ha crecido con el tiempo. Los enfrentamientos entre los istmeños y los ticos se convirtieron en duelos, en clásicos en los que se juega el honor.

Mucha agua –y goles– han pasado bajo los arcos desde aquel pesaroso 0-11 en los Centroamericanos y del Caribe del 38; incluyendo la revancha 2 a 0, con goles del Negro Martínez y de Santiago ‘Piepá’ Anderson, en los mismos juegos, pero de la edición Barranquilla 1946; hasta estos días cuando las cosas son a otro precio con el rival costarricense.

Como el Negro Martínez ha habido muchos grandes jugadores. Ahí están vivos en España la obra y los milagros del Dely Valdés. Siete goles sumó ante Real Madrid, a cuenta del Málaga de la época y del Oviedo, a donde llegó con una tarjeta de presentación que a muchos les sonó a soberbia pura: “Vengo de sustituir a George Weah en París y ya sé lo que es ocupar el hueco de un goleador fuera de serie”. ¿A Weah?, preguntará más de uno. Sí, a ese fenómeno del fútbol que ahora quiere seguir cambiando su Liberia natal no solo desde las canchas sino desde la Presidencia de la República.

Al lado de esos históricos viven los 14 que ya los hinchas canaleros recitan de memoria: Jaime Penedo, Fidel Escobar, Román Torres, Luis Ovalle, Adolfo Machado, Aníbal Godoy, Gabriel Gómez, Armando Cooper, Alberto Quintero, Joel Bárcenas, Luis Tejada, Gabriel Torres, Abdiel Arroyo y Blas Pérez. Y un técnico: Hernán Darío Gómez.

Esos, los autores de una epopeya que, como la mejor de las series, quiere abrir una segunda temporada en Rusia, con la esperanza de avanzar a octavos de final. ¿Será posible? Si volvemos a mirar ese inolvidable 10 de octubre, no hay por qué dudar que desde Penedo hasta Blas, pasando por todos los demás muchachos, dejarán la piel para hacerlo, en homenaje a un país que les cree y los arropa.

*Periodista.