| Foto: Esteban Vega

OPINIÓN

Poco glamour, mucha humanidad

Lejos están esos días de la Edad Media en que volaban excrementos por las calles. Sin embargo, en pleno siglo XXI, el acceso global a servicios sanitarios sigue siendo una utopía. Bill Gates está empeñado en lograrlo.

Margarita Rojas*.
8 de diciembre de 2019

Podrían dedicarse a pensar exclusivamente en los placeres de la vida. Y a disfrutarlos. Para eso son la pareja más rica del mundo. Pero Bill Gates y su esposa Melinda han decidido trabajar juntos en una de las cosas menos agradables que pueden existir: las heces humanas.

Fue poco refinado para un magnate, pero en noviembre de 2018 él apareció en una conferencia en Pekín con un frasco lleno, literalmente, de mierda. De eso, sin embargo, había poco en el discurso, tan crudo como la muestra que contenía aquel vidrio. Más de la mitad de la población mundial, unos 4.500 millones de personas, carecen de acceso a un sanitario. Viven entre excrementos que se mezclan con las fuentes de agua que consumen. 

Los Gates no pudieron sacarse esa tragedia de la mente desde una mañana en que leyeron en el periódico alarmantes cifras sobre muertes de niños por diarrea y otras infecciones causadas por el agua contaminada. Así se lo narraron a Davis Guggenheim, director del documental Una verdad incómoda, sobre el calentamiento global, que ahora pone su lente en las luchas filantrópicas del genio del software en la serie Inside Bill’s brain, que acaba de estrenar Netflix.

Desde ese desayuno, hace ya casi ocho años, Bill y Melinda están obsesionados con frenar las 1.200 muertes diarias de niños menores de 5 años y han invertido más de 200 millones de dólares en impulsar el desarrollo de un inodoro que no requiera agua ni tuberías.

Acaba de cumplirse un año de aquella audaz presentación en China que puso el tema en los titulares. Ya hay varios modelos que logran procesar los residuos corporales y transformarlos en fertilizante. También está operando una planta pionera para colectar, tratar y transformar los desechos en abono e, increíblemente, en agua potable. Pero esos prototipos aún cuestan demasiado. El gran reto es reducir los costos para aplicarlos en gran escala.

Que un hombre como Gates esté impulsando la idea, es casi una certeza de que será realidad. En ese cerebro caótico, como lo define Melinda en el documental, suceden muchas cosas a la vez. Pero él sabe ponerlo a funcionar en forma ordenada para obtener las soluciones adecuadas. No podría esperarse menos del genio de la programación de las máquinas. Por fortuna en esa mente prodigiosa hay poco glamur y mucha humanidad.

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*Directora de información internacional de Caracol Televisión.