| Foto: Esteban Vega

OPINIÓN

El jardín de enfrente

Nostálgica evocación de un escritor que creció en la capital del Valle del Cauca en los años maravillosos en los que la sucursal del cielo era rica en frescura, pero carecía de casi todos los servicios públicos.

Gonzalo Mallarino*
8 de diciembre de 2019

El número telefónico de mi casa en Cali, en la infancia, era 72233. Es decir, la totalidad de abonados era de poco más de 100.000 (si mis cálculos no fallan), en la tercera ciudad del país. Eran los años sesenta. No teníamos televisor. No había.

Teníamos, eso sí, un río que pasaba por la mitad del barrio. Y unos árboles de los que caían las frutas maduras al pasto caliente que yo pisaba con los pies descalzos. Unas mujeres negras bajaban de Terrón Colorado, una loma pelada en frente, sin acueducto ni alcantarillado. Bajaban a lavar al río.

De Terrón Colorado bajaba también don Gonzalo Pantoja, un anciano que pedía limosna y tenía las piernas iluminadas por las llagas. En Terrón Colorado no había ni un puesto de salud, ni un botiquín elemental, ni nadie que pudiera ponerle unos puntos a un niño que se cortara, o poner una vacuna contra el tétano, o curar las heridas de don Gonzalo, lavándolas con agua oxigenada y cambiando los vendajes marchitos. Yo creo que, la mayoría de las veces, las mujeres parían en sus casetas de latón, ayudadas por una comadrona.

Una vez en Terrón Colorado me mordió un perro con rabia. Me llevaron a la Clínica San Fernando y el médico dijo que me tenía que poner 30 inyecciones en la barriga, contra la hidrofobia. Y que no me podía meter a la piscina. No era cierto.

En el pueblo solo había un supermercado. Y un banco. Y una línea de buses, los ‘Rojos y Crema’. La gran maravilla en las oficinas era el ‘télex’.

Ha cambiado Colombia, ¿no? En 50 años, ¡hemos avanzado mucho! En salud, en educación, en ciencia y conocimiento, en comunicaciones, en transporte.

Solo en una cosa no hemos cambiado. A los niños de Santa Rita nos aterrorizaba un hombre muy malo, al que llamábamos el Monstruo de los Mangones. Ese sí sigue, en toda Colombia. Vuelve y nace. Sigue y sigue. Y los niños y las mujeres están indefensos ante todos los monstruos de los mangones que hay aquí. Esta es la gran mancha de Colombia hoy día.

*Escritor.