"Si bien no somos muchas las mujeres que corremos, en el podio somos varias las que hemos ido a cobrar buenos dividendos por nuestra actuación", dice Natalia Méndez. | Foto: Cortesía Autódromo de Tocancipá

CRÓNICA

El automovilismo mueve cada vez más mujeres en Colombia

Natalia Méndez, una de las pilotos de carreras más reconocidas del país habla de cómo al podio están llegando cada vez más colombianas que descubrieron en el kartismo su proyecto de vida.

Natalia Méndez*
10 de diciembre de 2017

Mi primer recuerdo de un autódromo es en Tocancipá. La tribuna era una fiesta. Había fogatas, mucha gente, comida, música y, por supuesto, un espectáculo automovilístico enorme frente a nuestros ojos. No entendía muy bien quién era quién, pero sabía que en algún momento iba a aparecer mi papá, con su súper overol de piloto, a darme un beso y regresar a la misteriosa zona de pits. Muchos años pasaron y en algún momento me vi sentada tras un timón haciendo el curso de la Escuela de Pilotos de Tortugas, mientras Santiago Mejía, Joaquín Caicedo y Gonzalo Clopatofsky (q.e.p.d), me daban las primeras instrucciones de lo que se convertiría, de alguna manera, en mi pasión.

Cuando empezamos en el kartismo, era el plan de los sábados de los cuatro hermanos –David, Natalia, Paula y Andrés– con Guillermo, mi papá. El plan tenía esa magia y satisfacción que produce hacer todo desde cero, desde ayudar a levantar el kart para subirlo a la camioneta hasta el primer trompo en la pista. Lo importante era aprender lo que mi papá tenía para enseñarnos, pues él también fue kartista y automovilista, así como el abuelo.

La primera vez en la pista de un autódromo (Tocancipá), fue a bordo de un prototipo Van Diemen, encima de unas espumas y con un tablero adelante, casi sin saber muy bien cómo funcionaba y para qué era cada botón (el tablero de un auto de carreras es muy diferente al de un auto de calle). Teníamos dos prototipos, en uno iba David, mi hermano mayor, y en el otro salía Guillermo, mi papá, a “hacer las largadas” por mí y después de unas vueltas entraban para hacer el cambio de piloto. Yo terminaba las carreras.

Tuve grandes asesores: mis hermanos y mi papá, e instructores en pista que siempre me mostraban hasta dónde podía llegar y, en casos extremos, Juan Pablo (Clopatofsky) –el mejor de todos–, me amenazaba con la frase “hay tabla”. Un día resolví ponerme seria y ver realmente si esto era para mí. Entonces corrí con juicio todo el campeonato de karts – Rotax–, entrenando una vez por semana, con el apoyo de un gran equipo y Diego como preparador, poniéndole más pilas, lo que me dejó en primer lugar del campeonato hasta la última carrera en donde me coroné subcampeona solo por un punto. Así que, sí se puede –pensé– pues vamos a trasladar la experiencia a los autos.

Decidí hacer lo mismo y me he dedicado con mayor conciencia a dos campeonatos: CNA y Monomarca. En el Campeonato Nacional de Automovilismo compito en un Radical SR4 de origen inglés, con motor de moto de 1.340 cc., que comparado con los otros modelos de Radical –en su mayoría SR3 y Niko–, el nuestro es de menor tamaño en chasís y también sus rines. Cuando lo trajimos al equipo, llegó en una caja enorme, tipo guacal de madera, en una grúa a la oficina. Fue como destapar un regalo gigante de Navidad. Así de grande fue también el cambio de los prototipos Van Diemen a un Radical y en la primera carrera mi hermano estaba en los primeros puestos, en tan solo una vuelta.

En la Monomarca hago lo propio a bordo de un prototipo Caterham, también de origen inglés, con un motor de 2.000 c.c. Son más lentos que los Radical, pero en mi opinión requieren mayor técnica en el manejo, por lo que me ha costado más esfuerzo acercarme a los tiempos de punta. Eso y que el talento de los pilotos es absolutamente impresionante, en una categoría en la que todos estamos en igualdad de condiciones (los autos son alistados y preparados por el mismo ingeniero).

Ha sido un trabajo duro tanto en lo físico como en la parte mental, para superar las expectativas propias, pues las ajenas no deben importar. Algunos amigos pensaban que el automovilismo era simplemente manejar un carro. No. Es otro cuento muy diferente. Hay que manejarlo a velocidades diferentes, con regularidad, concentración y fortaleza, porque se requiere fuerza en los brazos y en el cuello y, por supuesto, un buen cardio para no cansarse muy rápido y poder respirar sin apuros y como debe ser. Y como el cerebro está a mil por hora, debido a que todo pasa muy rápido, es fácil cometer un error que puede costar mucho.

No es un deporte inalcanzable ya que hay bastantes alternativas para meterse en este hermoso cuento de la velocidad. Tampoco es un deporte exclusivo para hombres, ese concepto hace parte del pasado, ya se desmitificó. Y si bien no somos muchas las mujeres que corremos, las actuales demostramos con nuestra continuidad que sí podemos estar en la grilla y aspirar a llegar muy lejos. En el podio del automovilismo y el kartismo somos varias las que hemos ido a cobrar buenos dividendos por nuestra actuación. Y, seguramente, serán muchas más en el futuro inmediato.

*Piloto de carreras.