Los hermanos Manuel y Óscar Cadavid, su primo Enrique Cadavid y Luis Fernando Rúa conforman Aires del Campo. | Foto: Jonny Garcia

MÚSICA

Aires del Campo, el grupo girardotano que tocó en Washington

Este grupo de afrodescendientes ha interpretado por generaciones instrumentos de cuerda. Uno de sus mayores logros fue representar a Girardota en el Smithsonian Folklife Festival en Washington.

17 de diciembre de 2018

En la vereda girardotana de San Andrés, donde los habitantes llevan en el ADN de su cultura el sonido de tiples, bandolas y guitarras –instrumentos de origen español que hoy siguen resonando como un melódico eco en las montañas–, nació la agrupación de músicos afrodescendientes Aires del Campo, que con sus instrumentos de cuerdas ha conquistado el Festival Mono Núñez y el Smithsonian Folklife Festival de Wasgington.

“Aires del Campo tiene que ver con brisa y paisaje, es decir con San Andrés”, explica Manuel José Cadavid Cataño, intérprete de tiple en la banda que conforma junto a su hermano Óscar de Jesús (bandola), Enrique Cadavid García, (guacharaca) y Luis Fernando Rúa (guitarra).

Ninguno de los cuatro se formó en la academia musical; su inclinación proviene de una tradición familiar que se remonta a la primera mitad del siglo XX: todos aprendieron a tocar los instrumentos viendo a sus padres, abuelos y bisabuelos. Ellos son la cuarta generación de músicos en sus respectivas familias, y se dedican a interpretar profesionalmente desde bambucos, boleros y pasillos hasta bailes bravos propios de la vereda como Vueltas de Girardota y El Sainetiando.

En 2006, Aires del Campo grabó su único disco hasta la fecha, Atardecer en Girardota, diez años después de haber sido ganadores del festival Mono Núñez en la categoría de música autóctona en 1996. En su amplia carrera, que supera los dos decenios, ha participado en varios festivales a nivel local y nacional (en muchos acompañando el sainete, una expresión teatral sobre la que puede leer más en la página 58).

En 2011, la agrupación hizo parte de la delegación colombiana del Smithsonian Folklife Festival en Washington, un evento de dos semanas que se realiza desde 1967 alrededor de la fecha de independencia de Estados Unidos. “Allá decían que les encantaba cómo sonaban los tintes de la música de cuerda. Algunos colombianos lloraban y nos hacían llorar a nosotros. Yo pensé que después de ese logro me podía morir tranquilo”, recuerda Óscar sobre aquella presentación. Dos años despues, en 2013, Aires del Campo tuvo la oportunidad de conmover de nuevo a una audiencia internacional en los Juegos Mundiales de Cali.

Los cuatro músicos se sienten orgullosos de haber alcanzado todos estos logros con la cabeza en alto: como afrodescendientes, como campesinos y como antioqueños. Y aunque sus hijos no han seguido una tradición familiar, en un tiempo donde los ritmos urbanos desplazan a las canciones rurales, están dispuestos a cuidar su música como el tesoro que saben que es. Por eso siguen ensayando bajo un eucalipto, con dedicación, cada sábado, todos los sábados.