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Marina Abramovic. | Foto: Heiko Junge

ARTE

Abramovic: Un método popular

Varias celebridades, entre ellas Lady Gaga, han vuelto a poner de moda el ‘performance’. Detrás de estos se encuentra la sorprendente artista serbia Marina Abramovic.

7 de septiembre de 2013

Andy Warhol fue uno de los primeros artistas en explorar las relaciones entre la cultura popular y el arte. El pintor neoyorquino, quien trabajó con Bob Dylan, Lou Reed, los Rolling Stones y David Bowie, creía que los artistas debían ser figuras mediáticas y que su obra debía ser un show público.

Esta polémica relación entre arte y espectáculo ha vuelto a ser noticia en las últimas semanas. A principios de agosto se estrenó un video de la cantante Lady Gaga en el que aparecía desnuda practicando el Método Abramovic, una técnica creada por la artista serbia Marina Abramovic. 

El video, que era parte de una campaña para recaudar fondos para un proyecto de esta, se volvió viral en pocas horas. Un mes después, el pasado domingo 25 de agosto, la campaña superó la meta que se había propuesto y recaudó más de 600.000 dólares.

Lady Gaga no es la única en incursionar en el mundo del performance. En julio pasado, Jay-Z lanzó su sencillo Picasso Baby, del disco Magna Carta… Holy Grail, en la Pace Gallery de Nueva York. El célebre rapero decidió también hacer un performance: cantó durante seis horas seguidas la canción, frente a un público muy entusiasta. 

Durante el evento, al que asistió la crema y nata del mundo del arte y de la farándula –como ocurría en los tiempos de  Warhol–, el cantante estuvo acompañado todo el tiempo por Abramovic. El extenso performance fue filmado por el director Mark Romanek, quien lo editó e hizo un video de ocho minutos, que Jay-Z definió luego como un “Performance Art Film”. Por cierto, durante su presentación, el cantante afirmó que él era “el nuevo Picasso”.

Abramovic también ha trabajado muy de cerca con James Franco. En 2010 el actor participó en un documental sobre la vida de ella y luego los dos protagonizaron un capítulo de la serie Iconoclasts en la que intercambiaron opiniones sobre su trabajo. A principios de este año el joven galán hizo parte de una de las obras de la serbia: Abramovic recubrió el cuerpo de Franco con láminas de oro.

Como si fuera poco, la artista contó hace poco que estaba preparando una película biográfica sobre el actor. “Estoy editando su vida. Él es un fenómeno que me interesa mucho. La película será también sobre lo que él significa dentro de Hollywood. James es un gran actor pero es algo más complejo. Realmente está rompiendo las reglas”, dijo. 

La serbia también colaboró con el actor Willem Dafoe y el director Robert Wilson en la obra de teatro llamada The Life and Death of Marina Abramovic. La obra explora los diferentes momentos de su extensa carrera y pone en escena algunos de sus performances más recordados.

Pero la colaboración que más ha dado de qué hablar es, sin duda, la de Lady Gaga. El video que hicieron juntas registra escenas de un retiro de tres días en los que Gaga hace ejercicios sensoriales de voz o de silencio y camina desnuda por un bosque con los ojos vendados o rodeada de cuarzos.

La colaboración se dio en el marco del lanzamiento del nuevo disco de la particular cantante llamado Artpop, en una clara referencia a Warhol. “Estoy obsesionada con esa mujer, ella es maravillosa, bella, inspiradora, es un ser humano sin límites”, dijo Gaga sobre Abramovic. “Ella misma es una increíble pieza de arte. Cuando veo sus obras yo, que me autoproclamo artista pop de ‘performance’, quisiera irme a la casa y cortarme las venas, mi arte es una tontería comparado con el de ella”.

La abuela del ‘performance’
Abramovic es, desde luego, una de las artistas contemporáneas más respetadas. A sus 66 años se llama a sí misma “la abuela del arte del ‘performance’” pues empezó a ejercer esta disciplina en los  años setenta. Desde entonces ha hecho todo tipo de presentaciones en las que siempre ha llevado su cuerpo hasta el límite. 

“La energía que se genera en cada uno de sus ‘performances’ es difícil de describir. Es como un ritual en el que el público está profundamente involucrado. Esa relación que se genera entre ella y los espectadores es puro arte”, dijo a SEMANA Efraín Bernal, un galerista colombiano que trabaja en España. Bernal es muy cercano a Abramovic  –la ha acompañado en varias presentaciones alrededor del mundo– y dice que es un artista fuera de lo común. Justamente Bernal traerá a Bogotá una serie de obras representativas de la carrera de Abramovic que se exhibirán en octubre en la feria Odeón.      
   
A pesar de su larga carrera, Abramovic saltó a la fama en 2010, cuando el Museo de Arte Moderno de Nueva York organizó una gran retrospectiva de su obra. La exposición recogió cuarenta años de trabajo en más de cincuenta piezas en las que involucró a 36 artistas jóvenes, entre ellos a la colombiana María José Arjona. Quienes participaron cuentan que, como parte de su preparación, no comieron durante cuatro días, no hablaron y debían mirarse a los ojos durante horas o hacer ejercicios mecánicos sin parar.

La retrospectiva del MoMa, titulada  La artista está presente, también incluyó uno de los performances más extenuantes de los últimos tiempos. La artista permaneció sentada e inmóvil durante 716 horas. Los espectadores llegaban y se sentaban, uno a uno, frente a ella. La muestra fue un éxito y tuvo varios miles de visitantes. “Estoy seguro de que ese ‘performance’ le cambió la vida a todos los que estuvieron presentes”, dice Bernal.  

Entonces se empezó a hablar con más insistencia sobre el Método Abramovic. Se trata de la técnica que utiliza para tener su cuerpo preparado: es una especie de recogimiento en el que educa sus sensaciones. Abramovic medita, ayuna y pone a prueba su resistencia porque, como ella dice, “nadie se transforma haciendo lo que le gusta sino lo que no le gusta”. Sus ejercicios también hacen parte de una rutina que le han enseñado chamanes brasileños y monjes tibetanos.

Gracias a su trabajo y a la colaboración con celebridades, Abramovic recogió fondos suficientes para remodelar un antiguo teatro en Hudson, a dos horas de Nueva York, que compró por 950.000 dólares hace tres años. Allí fundó el Instituto Marina Abramovic (MAI, por sus siglas en inglés) que será, según ella, “básicamente como un ‘spa’ cultural”. Será un espacio formativo en el que se organizarán talleres, lecturas, residencias e investigación.

Pero su trabajo no solo tiene admiradores. Muchos la critican y dicen que se trata de una obra sensacionalista. La crítica mexicana de arte Avelina Lésper, por ejemplo, dice que “Se somete a un sufrimiento que inventa y lo ejerce en nombre de la no necesidad. 

Esta violencia corporal puede ser real o ficticia, lo importante es que sea pública”. Para Lésper los performances son “frivolidades que únicamente sirven para tener un libro de Phaidon y una exposición en un museo del primer mundo”. Otros la critican por su relación con las celebridades. Dicen que Abramovic se hace más rica a costa de los famosos que, a su vez, solo se quieren legitimar con su prestigio.

En todo caso, el método que la abuela del performance inventó parece estar pasando por su mejor momento. Abramovic está reviviendo el sueño de Warhol de hacer cada vez más delgada la frontera entre arte y pop.