ACTO DE VENGANZA
La última novela de Gustavo Alvarez Gardeazábal, enfila baterías contra José Pardo Llada
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"Pepe Botellas". Gustavo Alvarez Gardeazábal. Editorial Plaza y Janes, 344 páginas. Bogotá. 1984.
La fuente de la que brotan las novelas de Gustavo Alvarez Gardeazábal parece ser siempre puramente emocional. Lo que se ha llamado el "trasfondo social" de su literatura es, para quien conoce algo de nuestra realidad, el trasfondo social de sus enemigos. "Se escribe contra algo o contra alguien" dijo Albert Camus ya hace muchos años y este dictamen puede ser inscrito en el frontispicio de la obra del autor vallecaucano. Si en el carácter original de los primeros relatos de Gustavo Alvarez Gardeazábal había un afán evocador y crítico de la realidad, estos estaban fundados en la presunción de su validez literaria. Con el tiempo sus pasiones han cambiado, han cambiado de piel como la serpiente; su calidad, literaria y humana, ha desmejorado notoriamente y al dar una vuelta a la moneda de sus pretensiones ha dejado al descubierto su verdadero rostro: el de quien concibe la escritura como un acto de venganza. Esto indica que Alvarez Gardeazábal ha combatido con sus novelas para encerrar en la cárcel de su escritura a sus fantasmas y enemigos, y así poder someterlos a un arduo ajuste de cuentas.
"Pepe Botellas", su última novela, quiere ser la biografía de un hombre detestado por el autor: el líder cívico cubano y residenciado en Cali, José Pardo Llada. Pardo Llada figura en el libro con el nombre de José Valladares Masó, un oportunista y astuto político con quién Alvarez Gardeazábal mantuvo una relación estrecha en política, pero al fín y al cabo frágil, pues terminó en una álgida disputa y en una enemistad perenne. Las 344 páginas de este libro son, presumiblemente, una respuesta, transida de delirio y de vanidad herida, al sintético párrafo con que José Pardo Llada condenó a Alvarez Gardeazábal cuando dijo de éste que "lo acabaremos como se acaba a los murciélagos, clavándolos contra la pared. Contra el único sitio donde puede quedar clavado ese pequeño, disidente traidor, de baja estatura física y moral, de amistades corruptas y de relaciones extrañas, ese PDT, ese pequeño disidente traidor, es contra la pared de la ignominia, donde terminan todos los traidores" ("Pepe Botellas" Pg. 324). Textuales o no, las acusaciones que Alvarez recibe y transcribe dan la dimensión y la altura a la que descendió la polémica en el interior de las disputas de la Unión Cívica Ciudadana que orienta Pardo Llada. Es el tono de la polémica y es el tono del libro y quizás sea por esto que la lectura de "Pepe Botellas" resulta tan ardua, tan penosa y tan estéril.
Relatada en primera persona por un tal Guillermo Zambrano, o Memito Glostora, ésta es la crónica de la vida de Pardo Llada a quien Memito va siguiendo los pasos. Pepe Valladares --así lo llama-aparece desde sus primeros esfuerzos para destacarse en la vida pública de La Habana, cuando a los 19 años se toma el noticiero de la emisora CMQ y hace del micrófono el arma para sus combates y sus conquistas políticas. Quizás sea ésta la mejor parte del libro, sus primeras cien páginas, las más variadas, las mejor pensadas y mejor escritas y en donde el sentido narrativo del autor no sucumbe aún bajo los golpes de martillo que sobre el yunque de una pasión política frustrada somete a su personaje a la tosquedad de un ardoroso panfleto. La reconstrucción de la vida política cubana, trazada en cuadros esquemáticos, a partir de los años cincuenta con sus zozobras y esperanzas hasta los tiempos inmediatamente post-revolucionarios, son el ambiente público en que se mueve el primer Pardo Llada. Aquí Alvarez Gardeazábal denuncia las maniobras políticas del tal Pepe Valladares, sus caminos de opinión según la tendencia dominante; luego recurre a las infidencias para mostrarlo compartiendo el lecho con el mismisímo narrador despechado, apasionado y abandonado, Guillermo Zambrano o Memo Glostora; abandonado decíamos quizás por mas elevados, ideales. Más adelante difama al Che Guevara que lo muestra en compañía de unos efebos con quienes tenía--dice Alvarez-estrechas relaciones. Amores prohibidos y pasiones violentas, crímenes y difamaciones en la cúspide de la revolución. Y una vez más vuelca su veneno sobre el locutor que se hace el cuarto hombre fuerte de La Habana tras el triunfo de la Revolución y lo denuncia cuando afirma que fue Pardo Llada quien filtró la información para que en la fracasada invasion a Bahía Cochinos cayeran miles de jóvenes anticastristas bajo el fuego de la revolución. Pero después de las aventuras de nuestro personaje han de venir sus desventuras, tan tortuosamente narradas por un biógrafo que se debate entre el amor y el odio.
La salida de Pardo Llada de la isla y su nueva posición política, el incierto itinerario México-Madrid-AsunciónCaracas y por fin la llegada a Cali, en los años del gobierno de Guillermo León Valencia, todo ello teñido de sordidez y malignidad, constituye una narración que al hacer avanzar la novela a la vez va perdiendo resonancia por la trivialidad obsesiva conque se van enroscando. El oficio de periodista ha terminado por ganarle el pulso al oficio de escritor; este ahora parece, derrotado por el muñequeo de una práctica que ha obligado al autor de "Pepe Botellas" a ser tan reiterativo como superficial, tan apasionada como insignificante.
No podía faltar en la novela la figura explícita y vanidosa del propio Gustavo Alvarez Gardeazábal que se hace llamar "el poeta Homero Landazábal" y a quien Pepe Valladares odió tanto como a Fidel Castro, odió "con sevicia y corrupción", según el biógrafo espurio. Ahora que Pardo Llada ha sido nombrado embajador de Colombia en Noruega el autor toma su desquite contra el gobierno actual que lo ungió con tan alto privilegio y reitera una y otra vez del cubano su "obsesión diabólica por el poder" que lo llevó a "aferrarse con desespero al carro de la victoria del gobierno reformista". Con este contubernio Alvarez Gardeazábal quedó por fuera de la lista que para el Parlamento presentó Pardo Llada. Y esto fue lo que llenó definitivamente la copa del escritor vallecaucano. Una copa que ahora, en brindis sinistro, Alvarez le devuelve al cubano llena de convencionalismo y de burundanga en el lupanar de su fangosa escritura.
Ha querido el autor pasar por ingenioso e ilustrado con el florilegio de citas que ofrece entreveradas en el reato. Las de Alejo Carpentier evocan una literatura superior; los fragmentos de artículos periodísticos citados son las diligencias del periodista en busca desesperada de la credulidad del lector. Las de Cabrera Infante dañan a Cabrera Infante. Las transcripciones de la Constitución de la República sirven para darse el autor un aire de alguacil a sí propio; y, por último las de Don Benito Pérez Galdós receta en píldoras para edulcorar el libro, quieren fomentar la sospecha de que en Gustavo Alvarez GardeazáIbal tenemos al autor de nuestros "Episodios nacionales". Ahora, si la causa que da origen a estos episodios panfletarios no es buena, éticamente, la exposición literaria caricaturesca resulta ser pobre a fuerza de ser obsesiva y pedante. "Pepe Botellas" es una mezcla con la que el lector al filo de las últimas páginas ya siente los síntomas severos de una atroz intoxicación.
Habría que admitir no obstante que en la novela de Aivarez Gardeazábal debe existir buena parte de verdad entreverada con una porción nada despreciable de falsedad y de infamia. Pero juzgar este hecho éticamente corresponde a quien conozca muy de cerca los laberínticos vericuetos que el autor relata a base de chismes, episódicamente. Por ahora basta una inquietud que se ajusta a una aguda idea de Wilde: "Decir la verdad nos hace arder en el deseo de convencer a nuestra audiencia, pero contar una mentira permite la amplia comodidad de estudiar el resultado". Aquí ya no hay matices posibles. ¿La audiencia o el resultado? Una de dos. El escritor o el político; porque ambos a la vez son insoportables. -