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ADIOS A LAS VEGAS

ESTE ESTREMECEDOR FILME SOBRE LA DEGRADACION HUMANA DEMUESTRA QUE LA CALIDAD NO LA DETERMINAN SOLO LOS ALTOS PRESUPUESTOS.

3 de junio de 1996

Director: Mike Figgis Protagonistas: Nicolas Cage y Elizabeth Shue Las especulaciones van desde que costó 350.000 dólares hasta las que costó tres millones de dólares. Pero si incluso esta última cifra resulta alta para Latinoamérica, en Estados Unidos, donde el promedio de producción se ubica por encima de los 30 millones de dólares, Adiós a Las Vegas ha resultado ser una verdadera lección de presupuesto. Porque no se trata de la exhibición de técnicas efectistas al estilo de Robert Rodríguez, el autor de El Mariachi. Con una cinta rodada en 16 milímetros, basada en un guión denso pero sobrecogedor, el director Mike Figgis ha logrado crear una película contundente. Con un escaso reparto, encabezado por Elizabeth Shue y Nicolas Cage (ganador del Oscar por esta interpretación), la desprendida colaboración de una gran cantidad de extras salidos de los mismos casinos donde se filmó, y una excelente banda sonora compuesta por el propio Figgis y liderada por Sting, Adiós a Las Vegas narra los últimas semanas en la vida de un alcohólico terminal. Guionista de cine, pero acabado por la bebida, el escritor decide fijar en la ciudad del juego su destino fatal. No sobra decir que la película está basada en la novela autobiográfica de un hombre que terminó suicidándose poco después de haber vendido los derechos de filmación. Pero la historia no es sólo la de él. En Las Vegas lo espera una prostituta que intentará volcar sobre este hombre derrotado todo el amor que su profesión le ha negado. En un moribundo, en un ser que quiere matarse como sea, la prostituta (Elizabeth Shue) encuentra su única esperanza de vida. A ambos la vida les ha dado duro y eso quedará patentizado en la pantalla. La caracterización de Nicolas Cage quien no para de sorprender al espectador por su manera de beber y la fuerza interpretativa de Elizabeth Shue la misma que acompañó a Tom Cruise en Coctel marcan la pauta de un drama que de la mano de Figgis adquiere proporciones líricas. Sin moralismos ni redenciones forzadas, la historia de esta pareja va directo a su destino como una flecha a su blanco. No son necesarios los pretextos hollywoodenses para que el director extraiga de su relato una radiografía de una relación construida con los hilos del amor humano, ese que sucede solo en instantes. Todo esto, sumado a la belleza de los planos y a una fotografía que corre a tono con la magnitud de la angustia de la película, hacen de Adiós a Las Vegas una cinta de antología.