ADIOS A UNA MUJER EXQUISITA
Con la muerte de Norma Shearer el cine cerró otro inolvidable capítulo de su historia
Sería el colmo de la ingratitud, de la falta de galantería, del poco amor por el cine, despedir a Norma Shearer con una simple nota de periódico. En su momento fue uno de los grandes nombres junto con otros como Greta, Marlene, Norma. Se identificaron en tal forma con el cine que uno no se proponía ver una película de tema y director determinados, sino "una" Greta Garbo, "una" Marlene Dietrich y, naturalmente, "una" Norma Shearer, porque sus presencias eran de por sí tan importantes, que justificaban cualquier película por mediocre que fuera, algo insólito para los espectadores de la década de los ochenta.
Por fortuna no se tiene ningún indiscreto retrato de sus últimos años que borrara la increíble belleza de la Norma Shearer de los años veinte y treinta, época de su apogeo cuando poco a poco pasa de la ingenua novia de "El príncipe estudiante" a simbolizar mujeres más que emancipadas, heredera mejorada y corregida de la Nohra de Ibsen. Pero nada de equívocos; podía representar con bastante propiedad esposas infieles, féminas de dudosa reputación o esas damas-mariposas siempre al borde de caer en el lamentable Don Juan de turno, pero su presencia de gran dama y su seleccionada belleza, inmediatamente neutralizaba cualquier vulgaridad. Pudo ser la mujer con la que su espectador hubiera querido casarse pero en segundas nupcias para aprovechar su éxperiencia. Que se sepa, todavía no se ha escrito, en serio, una "tipología" de las grandes actrices del cine para ver cómo se definía esa mujer exquisita que, a pesar de ciertos superficiales ardores de película, era de sensualidad fría; no habría podido invitársela a lugar distinto de la Riviera francesa, con todos los gastos pagos. Elgantísima en esos vestidos femeninos que se se ceñían al cuerpo como un guante, (aquel inmortal descote de "Deslices", 1933!), todo esto en una mujer llamada Norma Shearer.
Y lo anterior respaldado por los más lindos ojos en la historia de los ojos azules de Hollywood, en juego con la boca de "corazón", que hiciera famosas a las actrices de los años treinta, época dorada de Norma, cuando sus admiradores de todo el mundo deciden que ella, y no otra, es su tipo perfecto de mujer y se pelean por ver sus películas, repitiéndolas con toda devoción.
Imposible transmitir su presencia y encanto especial en su momento primeros años 1930, años de la "La divorciada", de "Besos al pasar", "El amor nunca muere", "Gozar de la vida", "Alma libre" y otros títulos que hoy pueden parecer algo cursis, pero que en su momento la inmortalizaron al lado de buenos acompañantes, Robert Montgomery, Conrad Negel, Chester Morris, Neil Hamilton y luego, con luminarias más conocidas, Clark Gable, Leslie Howard, Tyronne Power, Frederick Marsh; esposos, amantes o medio enamorados, cumplieron el ritual Hollywood de sostener en tantas películas a la superestrella de la Metro, quien, además era esposa de Irving Thalberg, jefe de producción de la poderosa empresa que siempre seleccionó para su esposa los mejores acompañantes, ventaja que sólo compartió con Greta Garbo, considerando que la gran sueca fue siempre la mejor inversión de la Metro.
En un incunable del cine, (alguien aseguró que todo libro sobre cine anterior a 1930 debe considerarse "incunable"), "El Libro de Oro del Cine", publicado por la famosa revista "Cine Mundial" en enero de 1926, ya figura Norma Shearer con aspecto de saludable adolescencia y con la siguiente nota muy característica de su tiempo "Norma Shearer"-Dotada de un tipo único y de ciertas cualidades no muy frecuentes en el cine Norma Shearer es una de esas actrices cuya rápida ascensión ha contribuido a propagar la creencia de que para escalar el firmamento cinematográfico no se necesita más que apetecerlo así.
Procedente de una distinguida familia de Montreal que por uno de esos reveses de la suerte se vio casi arruinada de repente decidió venir a los Estados Unidos y tocar las puertas del teatro o del cine. Su primer papel importante fue en la película "Broadway after dark" y desde entonces su carrera se reduce a una serie sin interrupción de triunfos. Aparte de su belleza, Miss Sheareres una actriz notable". Y si con semejante certificación e identidad de oficio ya se la presenta en 1926, su carrera posterior garantiza sus cualidades en toda la plenitud posterior de su belleza y calidad interpretativa, destacada por grandes directores como Víctor Sjostrom, Ernst Lubitsh, o excelentes artesanos como Sidney Franklin, Robert Z Leonard o George Fitzmaurice, estos dos últimos, casi que realizadores oficiales de varias de sus películas. Fue con Leonard la última que se le recuerde precisamente, "El recuerdo de un vals", despues de la cual no se volvió a tener prácticamente noticia suya hasta el día de su muerte.
Hoy se impone el recuerdo de su arrolladora belleza, integrada a personajes tan femeninos como los que siempre Norma Shearer encarnó . -